/ sábado 8 de mayo de 2021

Una mamá admirable

En pocos lugares del mundo existe tanta devoción a las madres como en México. Existe casi un culto a la maternidad. Paradójico que el mismo título quasi sagrado puede ser también usado para ofender de la manera más baja.

Ahora bien, cuando hablamos de maternidad, no existe testimonio más autorizado para aconsejar a cualquier mujer el de la Virgen María, la madre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: Una mamá admirable.

La caravana de Nazareth era muy larga, al punto que les llevó tres días a José y María encontrar a su hijo adolescente. Pero no fue por desobediencia, sino por un interés natural, que Jesús se había detenido a escuchar a los rabinos: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2.49) Sus padres se quedaron “sorprendidos”. María reconoció esta oportunidad y dice que “conservaba todas estas cosas en el corazón”, eso significa que abrió su corazón para que Dios le revelara los propósitos que tenía con Jesús.

Uno de los errores más comunes que los padres tenemos con nuestros hijos es el “apropiarnos” de ellos. La Escritura enseña que los hijos son “herencia del Señor” (Salmo 127.3). En este apropiarnos, nosotros creemos “conocerlos” lo suficientes como para decirles todo lo que tienen y deben hacer en su vida. Sin embargo, en ese afán de “darle” lo mejor, se abriga nada más que un deseo egoísta de que “el sea lo que yo quiero” y que el niño realice todos mis sueños frustrados, o bien, que terminé la carrera que siempre soñé, o que sea un objeto de exhibición, una especie de “trofeo” para que yo como padre me “luzca”.

Querida mamá, deja que Dios te sorprenda al mostrarte cosas de ellos que tu no conocías.

Así como María supo reconocer que en Jesús había algo diferente, algo que ella no entendía en ese momento, pero que ella aceptaba de parte de Dios. Una mamá admirable es aquella que conoce a su hijo y lo acepta tal como Dios lo hizo, conforme a sus propósitos.

En pocos lugares del mundo existe tanta devoción a las madres como en México. Existe casi un culto a la maternidad. Paradójico que el mismo título quasi sagrado puede ser también usado para ofender de la manera más baja.

Ahora bien, cuando hablamos de maternidad, no existe testimonio más autorizado para aconsejar a cualquier mujer el de la Virgen María, la madre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: Una mamá admirable.

La caravana de Nazareth era muy larga, al punto que les llevó tres días a José y María encontrar a su hijo adolescente. Pero no fue por desobediencia, sino por un interés natural, que Jesús se había detenido a escuchar a los rabinos: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (Lucas 2.49) Sus padres se quedaron “sorprendidos”. María reconoció esta oportunidad y dice que “conservaba todas estas cosas en el corazón”, eso significa que abrió su corazón para que Dios le revelara los propósitos que tenía con Jesús.

Uno de los errores más comunes que los padres tenemos con nuestros hijos es el “apropiarnos” de ellos. La Escritura enseña que los hijos son “herencia del Señor” (Salmo 127.3). En este apropiarnos, nosotros creemos “conocerlos” lo suficientes como para decirles todo lo que tienen y deben hacer en su vida. Sin embargo, en ese afán de “darle” lo mejor, se abriga nada más que un deseo egoísta de que “el sea lo que yo quiero” y que el niño realice todos mis sueños frustrados, o bien, que terminé la carrera que siempre soñé, o que sea un objeto de exhibición, una especie de “trofeo” para que yo como padre me “luzca”.

Querida mamá, deja que Dios te sorprenda al mostrarte cosas de ellos que tu no conocías.

Así como María supo reconocer que en Jesús había algo diferente, algo que ella no entendía en ese momento, pero que ella aceptaba de parte de Dios. Una mamá admirable es aquella que conoce a su hijo y lo acepta tal como Dios lo hizo, conforme a sus propósitos.

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