/ lunes 6 de julio de 2020

Una persona humilde comprende mejor a sus semejantes

La vida es un camino desconocido para el bebé, divertido para el niño, inquietante para el adolescente, de ilusiones y peligros para el joven, de responsabilidades y esfuerzos, satisfacciones y penalidades para el adulto; de tristeza, serenidad y reflexión para el anciano.

El conocimiento nos aleja de la ignorancia y nos aproxima a la satisfacción, al bienestar y a la felicidad. Como humanos pensamos que para ser felices nada mejor que recibir amor; pero la experiencia nos ha enseñado que el corazón se llena de gozo cuando entrega libremente su amor, sin ninguna mezquindad. El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que solamente desea la felicidad de la persona amada sin exigirle en pago la misma afición, porque el amor nace del corazón, no se adquiere cómo cualquier objeto.

Conectemos nuestra mente con nuestro corazón para que podamos ser personas íntegras. Hay que vivir de dentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Ejercitamos nuestra fuerza de voluntad, aprendamos a disciplinarnos y seamos creativos. Tener éxito en la vida significa tener buena salud física, mental y espiritual; bienestar y prosperidad, compartiéndolo con nuestros semejantes.

En la medida en que cumplamos lo que nos proponemos hacer de manera saludable, creceremos digna y justamente en el devenir de la vida. Por ignorancia, voracidad, codicia o soberbia, podremos transgredir temporalmente las leyes de la vida, pero jamás escaparemos de su castigo. Cualquiera puede abrir la boca para decir tonterías, insultos, balandronadas, pero no cualquiera puede expresar conceptos, juicios o razonamientos en el debido desenvolvimiento de su personalidad.

La misericordia triunfa sobre la justicia a causa del amor. La esperanza, más que una virtud, es una razón para vivir. Quienes la abandonan hacen de su vida un desierto. El optimismo es una actitud de esperanza paciente y una manifestación de esperanza plena. El pesimismo es una manera de decir que hemos perdido la esperanza.

La ingratitud es un gesto de pequeñez espiritual. Veamos en cada una de las dificultades que se nos presentan, como retos que la vida nos impone y nos obliga a enfrentarlos y vencerlos para fortalecer nuestra voluntad y madurar nuestro espíritu.

La alegría y la satisfacción del deber cumplido son los mejores estímulos para continuar cosechando éxitos. Es maravilloso creer en Dios Nuestro Señor y recibir de El su bendición para vivir con dignidad y satisfacción, cuando hay tantas personas que no tienen consuelo ni fe. La vida nos enseña que es mayor el número de los tercos e insensatos que el de humanos sencillos y venturosos.

Solamente la acción vence la pereza y la melancolía. Los oradores auténticos no manipulan las masas para servirse de ellas, sino que toman en cuenta el fin primordial de nuestra existencia, el cual es convencer y motivar a los pueblos para que pasen de la inacción al movimiento y, de la miseria al progreso.

Antes de proferir un juicio sobre alguien, deberíamos tomarnos el tiempo necesario para escucharlo y conocerlo y, antes de condenar a nuestro prójimo, primero nos juzguemos a nosotros mismos. Una persona de carácter no se doblega ante la adversidad, al contrario, se sobrepone, reacciona y combate hasta vencerla. No le digamos no a la vida porque la vida nos va a decir también NO. Los ricos siempre están pensando en cómo explotar más a los pobres. Los “vivos” siempre están pensando cómo beneficiarse más de los tontos. Los que más tienen siempre están pensando en cómo quitarles más a los que menos poseen. El saber es lo que hace indispensable a los humanos.

Por último, jóvenes entusiastas: No esperen a que sus padres mueran para llevarles flores al panteón. Dárselas ahora que tienen la dicha de que vivan, que están con ustedes. No aguarden a que tengan que partir para envolverlos en un sudario y bañarlos de lágrimas de dolor. Ahora, en vida, ofrézcanles lágrimas de alegría y de felicidad.

Abrácenlos, bésenlos, quiéranlos mucho, respételos, cuídenlos; son sus seres más queridos y sus mejores amigos. Ellos nunca les van a fallar, sus bendiciones les protegerán. Su entrega con amor y sus sufrimientos, sin duda los confortarán.

La vida es un camino desconocido para el bebé, divertido para el niño, inquietante para el adolescente, de ilusiones y peligros para el joven, de responsabilidades y esfuerzos, satisfacciones y penalidades para el adulto; de tristeza, serenidad y reflexión para el anciano.

El conocimiento nos aleja de la ignorancia y nos aproxima a la satisfacción, al bienestar y a la felicidad. Como humanos pensamos que para ser felices nada mejor que recibir amor; pero la experiencia nos ha enseñado que el corazón se llena de gozo cuando entrega libremente su amor, sin ninguna mezquindad. El verdadero amor, el amor ideal, el amor del alma, es el que solamente desea la felicidad de la persona amada sin exigirle en pago la misma afición, porque el amor nace del corazón, no se adquiere cómo cualquier objeto.

Conectemos nuestra mente con nuestro corazón para que podamos ser personas íntegras. Hay que vivir de dentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Ejercitamos nuestra fuerza de voluntad, aprendamos a disciplinarnos y seamos creativos. Tener éxito en la vida significa tener buena salud física, mental y espiritual; bienestar y prosperidad, compartiéndolo con nuestros semejantes.

En la medida en que cumplamos lo que nos proponemos hacer de manera saludable, creceremos digna y justamente en el devenir de la vida. Por ignorancia, voracidad, codicia o soberbia, podremos transgredir temporalmente las leyes de la vida, pero jamás escaparemos de su castigo. Cualquiera puede abrir la boca para decir tonterías, insultos, balandronadas, pero no cualquiera puede expresar conceptos, juicios o razonamientos en el debido desenvolvimiento de su personalidad.

La misericordia triunfa sobre la justicia a causa del amor. La esperanza, más que una virtud, es una razón para vivir. Quienes la abandonan hacen de su vida un desierto. El optimismo es una actitud de esperanza paciente y una manifestación de esperanza plena. El pesimismo es una manera de decir que hemos perdido la esperanza.

La ingratitud es un gesto de pequeñez espiritual. Veamos en cada una de las dificultades que se nos presentan, como retos que la vida nos impone y nos obliga a enfrentarlos y vencerlos para fortalecer nuestra voluntad y madurar nuestro espíritu.

La alegría y la satisfacción del deber cumplido son los mejores estímulos para continuar cosechando éxitos. Es maravilloso creer en Dios Nuestro Señor y recibir de El su bendición para vivir con dignidad y satisfacción, cuando hay tantas personas que no tienen consuelo ni fe. La vida nos enseña que es mayor el número de los tercos e insensatos que el de humanos sencillos y venturosos.

Solamente la acción vence la pereza y la melancolía. Los oradores auténticos no manipulan las masas para servirse de ellas, sino que toman en cuenta el fin primordial de nuestra existencia, el cual es convencer y motivar a los pueblos para que pasen de la inacción al movimiento y, de la miseria al progreso.

Antes de proferir un juicio sobre alguien, deberíamos tomarnos el tiempo necesario para escucharlo y conocerlo y, antes de condenar a nuestro prójimo, primero nos juzguemos a nosotros mismos. Una persona de carácter no se doblega ante la adversidad, al contrario, se sobrepone, reacciona y combate hasta vencerla. No le digamos no a la vida porque la vida nos va a decir también NO. Los ricos siempre están pensando en cómo explotar más a los pobres. Los “vivos” siempre están pensando cómo beneficiarse más de los tontos. Los que más tienen siempre están pensando en cómo quitarles más a los que menos poseen. El saber es lo que hace indispensable a los humanos.

Por último, jóvenes entusiastas: No esperen a que sus padres mueran para llevarles flores al panteón. Dárselas ahora que tienen la dicha de que vivan, que están con ustedes. No aguarden a que tengan que partir para envolverlos en un sudario y bañarlos de lágrimas de dolor. Ahora, en vida, ofrézcanles lágrimas de alegría y de felicidad.

Abrácenlos, bésenlos, quiéranlos mucho, respételos, cuídenlos; son sus seres más queridos y sus mejores amigos. Ellos nunca les van a fallar, sus bendiciones les protegerán. Su entrega con amor y sus sufrimientos, sin duda los confortarán.