/ viernes 28 de diciembre de 2018

Universidad y ciudadanía

Es menester recordar que las Universidades son semilleros de intelectualidad pero, de la misma forma, participan del florecimiento actitudinal, ético y de responsabilidad social que caracteriza a las nuevas generaciones.

“El deber de un ciudadano es no creer en ninguna profecía del futuro, sino actuar para realizar el mejor futuro posible”.- Richard Stallman

En esta entrega de “Universidad y ciudadanía”, que será la vigesimoquinta y última escrita por el autor desde que asumí la Secretaria General de la Universidad Juárez del Estado de Durango y después la Rectoría de nuestra amada casa de estudios como encargado del despacho, para finalmente regresar a las aulas universitarias como profesor y a mi cubículo de investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas.

Hablaremos sobre el concepto transversal que se ha manejado en todo este tiempo y que ha sido el de la formación de ciudadanos dado que, precisamente, las Universidades en general y la UJED en particular deben formar ciudadanos con características muy particulares, las cuales tienen que convertirse en auténticas herramientas para mejorar la vida colectiva, lo que sin duda es un propósito universitario como tal.

En efecto: no cualquier modelo de ciudadanía corresponde a la Universidad que necesitamos, y no cualquier modelo de universitario va en sintonía con el espacio cívico que resulta inherente al Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI, un Estado caracterizado por propiciar el máximo de consenso y el mínimo de imposición con una salvaguarda plena de los derechos fundamentales. No hay que olvidar que, en este sentido, las universidades deben ser ámbitos idóneos para la maximización de los derechos como modelo social propiamente dicho, a partir del cual se asuma la idea de la dignidad, la libertad y la igualdad como elementos propulsores del progreso. Esta cuestión, por supuesto, es menester que se contemple tanto en lo exógeno como en lo endógeno, en aras de una operatividad plena.

Es menester recordar que las universidades son semilleros de intelectualidad pero, de la misma forma, participan del florecimiento actitudinal, ético y de responsabilidad social que caracteriza a las nuevas generaciones.

En este sentido, la misión y la visión de cualquier centro de estudios superiores comprometido con su entorno debe reivindicar el cúmulo de valores y principios que proyecten a la sociedad civil como un colectivo prioritario que tiene su basamento, así como una interlocución, un diálogo, una reciprocidad y una interdependencia con la Universidad.

Las universidades forman, construyen, configuran, modelan y articulan ciudadanía. La ciudadanía de este tiempo es una que se identifica por su apertura, su heterogeneidad, su sentido de crítica, su vigilancia y su compromiso con los grandes asuntos locales, nacionales e internacionales. Para coadyuvar con tan nobles empeños, en las aulas universitarias, en los pasillos de cada unidad académico, en los cubículos de las y los investigadores, surgen los proyectos de vanguardia que redundarán en conocimiento científico de altura dispuesto a ser empleado en la resolución de la problemática social. Una ciudadanía responsable, en resumidas cuentas, es requerida por la Universidad contemporánea.

No me resta sino agradecer al amable lector que ha seguido esta serie de reflexiones, ideas y pensamientos en torno a la Universidad. Por supuesto que continuaré como articulista en esta prestigiosa casa periodística -si su gentil director así me lo permite-, abordando temas de actualidad en materia jurídica y política como lo he hecho por ya varios años. La única diferencia es que ahora no hablaré única y exclusivamente de asuntos universitarios, aunque desde luego que nunca me apartaré de la opinión en tópicos que sean del interés colectivo de nuestra comunidad juarista.

La UJED es patrimonio de Durango, de México y del mundo, y como tal, requiere del concurso de cada uno de sus intervinientes, tal y como se ha referido en pasados textos, por lo que toda la comunidad de estudiantes, profesores, directivos y personal administrativo tiene un rol relevante.

Hago votos porque nuestra UJED siga caminando por el sendero del éxito, la consolidación, la calidad académica y la excelencia. Y hay que tener presente en la totalidad de los momentos algo muy certero: la UJED la construimos todas y todos y es tarea de todas y todos. Fragüemos el legado de nuestra máxima casa de estudios para las generaciones venideras en un marco de seriedad, trabajo y objetividad. Lo dicho, ni duda cabe, corresponde a cada miembro de esta gloriosa comunidad universitaria.

El futuro nos pertenece desde este momento si asumimos nuestros deberes con la pasión, el entusiasmo y el tesón que distinguen a cualquier universitario y a cualquier juarista. Ese futuro será siempre presente, e igualmente luminoso, si abrazamos el camino del trabajo y edificamos el proyecto de Universidad que todas y todos necesitamos.

Es menester recordar que las Universidades son semilleros de intelectualidad pero, de la misma forma, participan del florecimiento actitudinal, ético y de responsabilidad social que caracteriza a las nuevas generaciones.

“El deber de un ciudadano es no creer en ninguna profecía del futuro, sino actuar para realizar el mejor futuro posible”.- Richard Stallman

En esta entrega de “Universidad y ciudadanía”, que será la vigesimoquinta y última escrita por el autor desde que asumí la Secretaria General de la Universidad Juárez del Estado de Durango y después la Rectoría de nuestra amada casa de estudios como encargado del despacho, para finalmente regresar a las aulas universitarias como profesor y a mi cubículo de investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas.

Hablaremos sobre el concepto transversal que se ha manejado en todo este tiempo y que ha sido el de la formación de ciudadanos dado que, precisamente, las Universidades en general y la UJED en particular deben formar ciudadanos con características muy particulares, las cuales tienen que convertirse en auténticas herramientas para mejorar la vida colectiva, lo que sin duda es un propósito universitario como tal.

En efecto: no cualquier modelo de ciudadanía corresponde a la Universidad que necesitamos, y no cualquier modelo de universitario va en sintonía con el espacio cívico que resulta inherente al Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI, un Estado caracterizado por propiciar el máximo de consenso y el mínimo de imposición con una salvaguarda plena de los derechos fundamentales. No hay que olvidar que, en este sentido, las universidades deben ser ámbitos idóneos para la maximización de los derechos como modelo social propiamente dicho, a partir del cual se asuma la idea de la dignidad, la libertad y la igualdad como elementos propulsores del progreso. Esta cuestión, por supuesto, es menester que se contemple tanto en lo exógeno como en lo endógeno, en aras de una operatividad plena.

Es menester recordar que las universidades son semilleros de intelectualidad pero, de la misma forma, participan del florecimiento actitudinal, ético y de responsabilidad social que caracteriza a las nuevas generaciones.

En este sentido, la misión y la visión de cualquier centro de estudios superiores comprometido con su entorno debe reivindicar el cúmulo de valores y principios que proyecten a la sociedad civil como un colectivo prioritario que tiene su basamento, así como una interlocución, un diálogo, una reciprocidad y una interdependencia con la Universidad.

Las universidades forman, construyen, configuran, modelan y articulan ciudadanía. La ciudadanía de este tiempo es una que se identifica por su apertura, su heterogeneidad, su sentido de crítica, su vigilancia y su compromiso con los grandes asuntos locales, nacionales e internacionales. Para coadyuvar con tan nobles empeños, en las aulas universitarias, en los pasillos de cada unidad académico, en los cubículos de las y los investigadores, surgen los proyectos de vanguardia que redundarán en conocimiento científico de altura dispuesto a ser empleado en la resolución de la problemática social. Una ciudadanía responsable, en resumidas cuentas, es requerida por la Universidad contemporánea.

No me resta sino agradecer al amable lector que ha seguido esta serie de reflexiones, ideas y pensamientos en torno a la Universidad. Por supuesto que continuaré como articulista en esta prestigiosa casa periodística -si su gentil director así me lo permite-, abordando temas de actualidad en materia jurídica y política como lo he hecho por ya varios años. La única diferencia es que ahora no hablaré única y exclusivamente de asuntos universitarios, aunque desde luego que nunca me apartaré de la opinión en tópicos que sean del interés colectivo de nuestra comunidad juarista.

La UJED es patrimonio de Durango, de México y del mundo, y como tal, requiere del concurso de cada uno de sus intervinientes, tal y como se ha referido en pasados textos, por lo que toda la comunidad de estudiantes, profesores, directivos y personal administrativo tiene un rol relevante.

Hago votos porque nuestra UJED siga caminando por el sendero del éxito, la consolidación, la calidad académica y la excelencia. Y hay que tener presente en la totalidad de los momentos algo muy certero: la UJED la construimos todas y todos y es tarea de todas y todos. Fragüemos el legado de nuestra máxima casa de estudios para las generaciones venideras en un marco de seriedad, trabajo y objetividad. Lo dicho, ni duda cabe, corresponde a cada miembro de esta gloriosa comunidad universitaria.

El futuro nos pertenece desde este momento si asumimos nuestros deberes con la pasión, el entusiasmo y el tesón que distinguen a cualquier universitario y a cualquier juarista. Ese futuro será siempre presente, e igualmente luminoso, si abrazamos el camino del trabajo y edificamos el proyecto de Universidad que todas y todos necesitamos.