/ miércoles 17 de octubre de 2018

Venceréis, pero no convenceréis, Unamuno

España, como nosotros por ella, fue invadida y colonizada por los griegos, cartagineses, fenicios, romanos, godos y árabes. De esos pueblos se defendió y resistió, pero asimismo absorbió su cultura a condición de que fuera superior a la suya. De todos tomó, salvo de los godos a quienes por el contrario inyectó su saber.

Por lo demás, a su tiempo aportaría, exportaría y contribuiría a su desarrollo intelectual. La presencia de la península ibérica, se hizo patente en el pensamiento filosófico, político, teológico, no se diga poético y literario. A Roma dio emperadores como Trajano, intelectuales del tamaño de Quintiliano, Marco Valerio Marcial, Lucano y deberá destacarse a Séneca, seguido por muchos otros como Isidoro de Sevilla, Avicebrón, Maimónides, Averroes, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez, etc.

Demos un salto en la historia y en el tiempo para llegar a la “Generación del 98”, encontraremos al gran Miguel de Unamuno y Jugo, quien abrió los ojos y su intelecto en Bilbao en 1865, dejó este mundo que tanto lo desconcertaba en 1936, en la Salamanca ocupada por el franquismo.

Al concluir sus estudios de filosofía y letras en Madrid, obtuvo la cátedra de lengua y filosofía griega en la universidad de Salamanca de la que diez años después sería rector. Al iniciar la primera guerra mundial criticó la sumisión española hacia Alemania, por lo que Alfonso XIII, abominado por Unamuno, ordenó su cese del puesto universitario.

En 1923 el general Miguel Primo de Rivera encabezó un golpe de estado, Unamuno desde el principio alzó su voz contra el régimen militar, postura que le valió ser desterrado en 1924 a Fuente Ventura, de donde se fugó y asentó en Hendaya y no retornó a su España hasta 1930 tras la caída del sátrapa.

A la llegada de la segunda república fue diputado a cortes de 1931 a 1933, como republicano independiente. El 17 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil Española que terminó con el triunfo de los sublevados y empieza la dictadura de Francisco Franco que se prolongó hasta el 20 de noviembre de 1975 en que murió “el chaparrito”, como le llamaba el común de la gente.

Precisamente el 12 de octubre de 1936, en la “fiesta de la raza”, aniversario del descubrimiento de América, dentro del paraninfo de la universidad de Salamanca se organizó un acto en el que estuvo presente Carmen Polo, esposa de Franco, el general Millán-Astray, el obispo Enrique Pla.

Aunque no estaba prevista la intervención de Unamuno, improvisó y pronunció su famoso discurso: “Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces pero esta la nuestra, es solo una guerra incivil. Nací arrollado por una guerra civil, y sé lo que digo”.

En un momento determinado fue cortada la pieza oratoria del universitario.

Localizado en un extremo del “presídium”, el manco Millán Astray golpeó la mesa con la única mano que lo distinguía e interrumpió al rector: “¿Puedo hablar, puedo hablar?” La escolta presentó armas mientras uno de los presentes gritó: “¡Viva la muerte!”. Millán no se contuvo y lanzó su grito de “¡mueran los intelectuales!; ¡viva la muerte!”.

Unamuno no se acobardó, con gallardía continuó: “Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte!, esto suena lo mismo que muera la vida y yo que me he pasado toda una vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de decir como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula. De forma expresiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes.

Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, se sentirá aliviado al ver como aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto.

Quiere crear una España nueva a su propia imagen, por ello lo que desea es ver una España mutilada. Este es el templo del intelecto y yo soy el supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país.

¡Venceréis, pero no convenceréis!, venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho”.

Al concluir su discurso algunos oficiales tomaron sus armas, pero Unamuno salió del recinto protegido por Carmen Polo de Franco, que le ofreció el brazo y lo escoltaron muchos otros personajes, mientras la jauría militar y seguidores lo abucheaban.

Cobra actualidad e importancia la valiente participación de Unamuno que a riesgo de ser asesinado, pudo más su amor a la universidad y a la patria que a su propia vida; a propósito del proceso mediante el cual se elegirá rector de la Universidad Juárez del estado de Durango. Unamuno como él mismo lo menciona en su alocución fue criticado y vituperado por algunos, pero admirado, elogiado por la inmensa mayoría gracias a su obra en las letras y más por su oposición a la tiranía española, lo que se comprueba en el incidente tenido con el poderoso militar Millán, pero particularmente por su intensa actividad docente y la formación de infinidad de españoles.

Ojalá que de los contendientes a ocupar el alto cargo universitario en Durango; emerja un Unamuno.

España, como nosotros por ella, fue invadida y colonizada por los griegos, cartagineses, fenicios, romanos, godos y árabes. De esos pueblos se defendió y resistió, pero asimismo absorbió su cultura a condición de que fuera superior a la suya. De todos tomó, salvo de los godos a quienes por el contrario inyectó su saber.

Por lo demás, a su tiempo aportaría, exportaría y contribuiría a su desarrollo intelectual. La presencia de la península ibérica, se hizo patente en el pensamiento filosófico, político, teológico, no se diga poético y literario. A Roma dio emperadores como Trajano, intelectuales del tamaño de Quintiliano, Marco Valerio Marcial, Lucano y deberá destacarse a Séneca, seguido por muchos otros como Isidoro de Sevilla, Avicebrón, Maimónides, Averroes, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez, etc.

Demos un salto en la historia y en el tiempo para llegar a la “Generación del 98”, encontraremos al gran Miguel de Unamuno y Jugo, quien abrió los ojos y su intelecto en Bilbao en 1865, dejó este mundo que tanto lo desconcertaba en 1936, en la Salamanca ocupada por el franquismo.

Al concluir sus estudios de filosofía y letras en Madrid, obtuvo la cátedra de lengua y filosofía griega en la universidad de Salamanca de la que diez años después sería rector. Al iniciar la primera guerra mundial criticó la sumisión española hacia Alemania, por lo que Alfonso XIII, abominado por Unamuno, ordenó su cese del puesto universitario.

En 1923 el general Miguel Primo de Rivera encabezó un golpe de estado, Unamuno desde el principio alzó su voz contra el régimen militar, postura que le valió ser desterrado en 1924 a Fuente Ventura, de donde se fugó y asentó en Hendaya y no retornó a su España hasta 1930 tras la caída del sátrapa.

A la llegada de la segunda república fue diputado a cortes de 1931 a 1933, como republicano independiente. El 17 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil Española que terminó con el triunfo de los sublevados y empieza la dictadura de Francisco Franco que se prolongó hasta el 20 de noviembre de 1975 en que murió “el chaparrito”, como le llamaba el común de la gente.

Precisamente el 12 de octubre de 1936, en la “fiesta de la raza”, aniversario del descubrimiento de América, dentro del paraninfo de la universidad de Salamanca se organizó un acto en el que estuvo presente Carmen Polo, esposa de Franco, el general Millán-Astray, el obispo Enrique Pla.

Aunque no estaba prevista la intervención de Unamuno, improvisó y pronunció su famoso discurso: “Se ha hablado aquí de una guerra internacional en defensa de la civilización cristiana. Yo mismo lo he hecho otras veces pero esta la nuestra, es solo una guerra incivil. Nací arrollado por una guerra civil, y sé lo que digo”.

En un momento determinado fue cortada la pieza oratoria del universitario.

Localizado en un extremo del “presídium”, el manco Millán Astray golpeó la mesa con la única mano que lo distinguía e interrumpió al rector: “¿Puedo hablar, puedo hablar?” La escolta presentó armas mientras uno de los presentes gritó: “¡Viva la muerte!”. Millán no se contuvo y lanzó su grito de “¡mueran los intelectuales!; ¡viva la muerte!”.

Unamuno no se acobardó, con gallardía continuó: “Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte!, esto suena lo mismo que muera la vida y yo que me he pasado toda una vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de decir como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula. De forma expresiva y tortuosa ha sido proclamada en homenaje al último orador, como testimonio de que él mismo es un símbolo de muerte. El general Millán Astray es un inválido de guerra. No es preciso decirlo en un tono más bajo. También lo fue Cervantes.

Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, se sentirá aliviado al ver como aumentan los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray no es un espíritu selecto.

Quiere crear una España nueva a su propia imagen, por ello lo que desea es ver una España mutilada. Este es el templo del intelecto y yo soy el supremo sacerdote. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Diga lo que diga el proverbio, yo siempre he sido profeta en mi propio país.

¡Venceréis, pero no convenceréis!, venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho”.

Al concluir su discurso algunos oficiales tomaron sus armas, pero Unamuno salió del recinto protegido por Carmen Polo de Franco, que le ofreció el brazo y lo escoltaron muchos otros personajes, mientras la jauría militar y seguidores lo abucheaban.

Cobra actualidad e importancia la valiente participación de Unamuno que a riesgo de ser asesinado, pudo más su amor a la universidad y a la patria que a su propia vida; a propósito del proceso mediante el cual se elegirá rector de la Universidad Juárez del estado de Durango. Unamuno como él mismo lo menciona en su alocución fue criticado y vituperado por algunos, pero admirado, elogiado por la inmensa mayoría gracias a su obra en las letras y más por su oposición a la tiranía española, lo que se comprueba en el incidente tenido con el poderoso militar Millán, pero particularmente por su intensa actividad docente y la formación de infinidad de españoles.

Ojalá que de los contendientes a ocupar el alto cargo universitario en Durango; emerja un Unamuno.