/ sábado 9 de julio de 2022

Victoria

Año 490 a.C. En la ciudad griega de Atenas, las mujeres esperaban saber si sus maridos salían victoriosos o derrotados por los persas en la batalla en la llanura de Maratón debido que sus enemigos persas habían jurado que tras vencer a los griegos irían a Atenas a saquear la ciudad, y sacrificar a las niñas. Al conocer esto, los griegos decidieron que si las mujeres de Atenas no recibían la noticia de la victoria griega antes de veinticuatro horas, coincidiendo con la puesta del sol, serían ellas mismas quienes matarían a sus hijos y se suicidarían a continuación.

Los griegos ganaron la batalla, pero les llevó más tiempo del esperado, así que corrían el riesgo de que sus mujeres, por ignorarlo, ejecutasen el plan y matasen a los niños y se suicidasen después.

Toda sociedad que no ha escuchado la verdad corre la misma suerte. Presas de la cobardía y el miedo asistimos diariamente a un suicidio colectivo por temor a las malas noticias. Por ignorancia. Necesitamos publicar las buenas noticias de la mayor victoria de todos los tiempos. Un día aparentemente como cualquier otro, una cruz de madera como las otras dos que estaban a los lados, un hombre de carne y hueso “aparentemente” como cualquiera de nosotros. Pero ese día sucedió algo que cambió la historia para siempre: se puso oscuro a pleno mediodía, tembló la tierra y se abrieron las tumbas, y la cortina que separaba el templo se rasgó en dos.

Ese día fue el día más grande de la historia: nuestra deuda fue saldada, nuestro enemigo fue humillado y la muerte fue vencida. Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó, ese es el corazón del evangelio que significa básicamente el anuncio de buenas noticias acerca de una victoria. Es por eso que dice el profeta: ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! (Isa 52:7 RV60)

El general ateniense Milcíades el Joven decidió enviar un mensajero de nombre Filípides a dar la noticia a la polis griega: tuvo que recorrer una distancia de casi cuarenta kilómetros. Tomó tanto empeño en llegar a su destino a la mayor brevedad que, cuando llegó, cayó agotado y antes de morir sólo pudo decir una palabra: “Victoria”. Nuestro mundo necesita muchos Filípides que estén dispuestos a “perder la vida” con tal que otros conozcan la verdad, esa es la recompensa más grande que tenemos a aquellos que ya la conocimos.

leonardolombar@gmail.com


Año 490 a.C. En la ciudad griega de Atenas, las mujeres esperaban saber si sus maridos salían victoriosos o derrotados por los persas en la batalla en la llanura de Maratón debido que sus enemigos persas habían jurado que tras vencer a los griegos irían a Atenas a saquear la ciudad, y sacrificar a las niñas. Al conocer esto, los griegos decidieron que si las mujeres de Atenas no recibían la noticia de la victoria griega antes de veinticuatro horas, coincidiendo con la puesta del sol, serían ellas mismas quienes matarían a sus hijos y se suicidarían a continuación.

Los griegos ganaron la batalla, pero les llevó más tiempo del esperado, así que corrían el riesgo de que sus mujeres, por ignorarlo, ejecutasen el plan y matasen a los niños y se suicidasen después.

Toda sociedad que no ha escuchado la verdad corre la misma suerte. Presas de la cobardía y el miedo asistimos diariamente a un suicidio colectivo por temor a las malas noticias. Por ignorancia. Necesitamos publicar las buenas noticias de la mayor victoria de todos los tiempos. Un día aparentemente como cualquier otro, una cruz de madera como las otras dos que estaban a los lados, un hombre de carne y hueso “aparentemente” como cualquiera de nosotros. Pero ese día sucedió algo que cambió la historia para siempre: se puso oscuro a pleno mediodía, tembló la tierra y se abrieron las tumbas, y la cortina que separaba el templo se rasgó en dos.

Ese día fue el día más grande de la historia: nuestra deuda fue saldada, nuestro enemigo fue humillado y la muerte fue vencida. Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó, ese es el corazón del evangelio que significa básicamente el anuncio de buenas noticias acerca de una victoria. Es por eso que dice el profeta: ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sion: ¡Tu Dios reina! (Isa 52:7 RV60)

El general ateniense Milcíades el Joven decidió enviar un mensajero de nombre Filípides a dar la noticia a la polis griega: tuvo que recorrer una distancia de casi cuarenta kilómetros. Tomó tanto empeño en llegar a su destino a la mayor brevedad que, cuando llegó, cayó agotado y antes de morir sólo pudo decir una palabra: “Victoria”. Nuestro mundo necesita muchos Filípides que estén dispuestos a “perder la vida” con tal que otros conozcan la verdad, esa es la recompensa más grande que tenemos a aquellos que ya la conocimos.

leonardolombar@gmail.com


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