/ lunes 14 de octubre de 2019

Visión

El mundo avanza y cambia

La ola globalizadora y la revolución tecnológica, están propiciando cambios vertiginosos y a escala mundial. De lo planteado, nadie se escapa y hay quienes se resisten, pero sucumbirán ante la ola irreversible del cambio.

Ahora lo más normal, es conseguir boletos de avión por medio de una aplicación sin tener que ir a una agencia de viajes; ir a una tienda comercial; comprar medicina y ahí mismo consultarse; para una asesoría deportiva basta con otra aplicación. En sí, todo o casi todo se está transformando, propiciando un mundo muy competitivo, acelerado y por qué no decir, despiadado, ahora sí que la ley del más fuerte, la de la jungla.

No obstante ante el escenario planteado, hay sectores que se oponen a la modernidad, caso específico el de los taxistas donde éstos han presentado resistencia y a nivel mundial, destacando países como Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, cuna de la globalización (¿cómo entender?).

Y por supuesto México, que para ser específico en días pasados un sector de taxistas propiciaron un desquiciamiento vial al estrangular los puntos neurálgicos de la CDMX. El móvil de tal resistencia, preservar el monopolio de transporte traducido en un coto de poder.

Estos gremios, tradicional e históricamente han sido respaldados por organizaciones políticas (partidos) dando pie a lo que se le ubica como el clientelismo político, más sin embargo dicho esquema también propició una corrupción institucionalizada a grandes escalas, generando verdaderos “frankesteins” y plataformas de negocios para los líderes.

Monopolios regionales de taxistas que acabaron en minas de oro. Hablamos de que dichos líderes acapararon el negocio de los talleres mecánicos, llanteras, gasolineras, y todo esto para que los taxistas sistemáticamente tuvieran que recurrir a todos esos servicios de sus patrones los líderes, los choferes esclavos de esos monopolios, que aparte ofrecen al público servicios de muy mala calidad; unidades en mal estado y por ello también contaminan el medio ambiente y ya ni hablar del perfil de algunos choferes, que un significativo porcentaje, tenían hasta antecedentes penales.

Tal esquema de monopolio, tendió a degenerar lo que propició el florecimiento de las empresas dedicadas a la movilidad como el UBER, Cabify y DIDI, éstas trayendo consigo un servicio más rápido, eficiente y seguro no obstante más oneroso, lo que lo hace que se enfoque a un mercado determinado. Lo último planteado, ha significado una competencia para las organizaciones de taxistas, las cuales no se sustentaban en eficiencia sino en fuerza política.

Ante todo lo planteado y para evitar mayores confrontaciones entre las organizaciones tradicionales de taxistas y las empresas privadas antes mencionadas, se tiene que llegar a crear una legislación que permita la sana convivencia entre ambos sectores y esto bajo la lógica de la oferta y la demanda. Mucho me temo, que las organizaciones tradicionales amañadas y maleadas se resisten al cambio ya que éste les exige poner por delante los intereses de usuario antes que los de los líderes que tienen acaparado todo el negocio, incluso hasta el de las placas.

Entrando al terreno de las conclusiones, todos los sectores incluyendo los hoteleros, que también están ante el embate del negocio de plataforma a través del AIRBNB se van a tener que adaptar “renovar o morir”.

El mundo avanza y cambia

La ola globalizadora y la revolución tecnológica, están propiciando cambios vertiginosos y a escala mundial. De lo planteado, nadie se escapa y hay quienes se resisten, pero sucumbirán ante la ola irreversible del cambio.

Ahora lo más normal, es conseguir boletos de avión por medio de una aplicación sin tener que ir a una agencia de viajes; ir a una tienda comercial; comprar medicina y ahí mismo consultarse; para una asesoría deportiva basta con otra aplicación. En sí, todo o casi todo se está transformando, propiciando un mundo muy competitivo, acelerado y por qué no decir, despiadado, ahora sí que la ley del más fuerte, la de la jungla.

No obstante ante el escenario planteado, hay sectores que se oponen a la modernidad, caso específico el de los taxistas donde éstos han presentado resistencia y a nivel mundial, destacando países como Brasil, Canadá, Francia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, cuna de la globalización (¿cómo entender?).

Y por supuesto México, que para ser específico en días pasados un sector de taxistas propiciaron un desquiciamiento vial al estrangular los puntos neurálgicos de la CDMX. El móvil de tal resistencia, preservar el monopolio de transporte traducido en un coto de poder.

Estos gremios, tradicional e históricamente han sido respaldados por organizaciones políticas (partidos) dando pie a lo que se le ubica como el clientelismo político, más sin embargo dicho esquema también propició una corrupción institucionalizada a grandes escalas, generando verdaderos “frankesteins” y plataformas de negocios para los líderes.

Monopolios regionales de taxistas que acabaron en minas de oro. Hablamos de que dichos líderes acapararon el negocio de los talleres mecánicos, llanteras, gasolineras, y todo esto para que los taxistas sistemáticamente tuvieran que recurrir a todos esos servicios de sus patrones los líderes, los choferes esclavos de esos monopolios, que aparte ofrecen al público servicios de muy mala calidad; unidades en mal estado y por ello también contaminan el medio ambiente y ya ni hablar del perfil de algunos choferes, que un significativo porcentaje, tenían hasta antecedentes penales.

Tal esquema de monopolio, tendió a degenerar lo que propició el florecimiento de las empresas dedicadas a la movilidad como el UBER, Cabify y DIDI, éstas trayendo consigo un servicio más rápido, eficiente y seguro no obstante más oneroso, lo que lo hace que se enfoque a un mercado determinado. Lo último planteado, ha significado una competencia para las organizaciones de taxistas, las cuales no se sustentaban en eficiencia sino en fuerza política.

Ante todo lo planteado y para evitar mayores confrontaciones entre las organizaciones tradicionales de taxistas y las empresas privadas antes mencionadas, se tiene que llegar a crear una legislación que permita la sana convivencia entre ambos sectores y esto bajo la lógica de la oferta y la demanda. Mucho me temo, que las organizaciones tradicionales amañadas y maleadas se resisten al cambio ya que éste les exige poner por delante los intereses de usuario antes que los de los líderes que tienen acaparado todo el negocio, incluso hasta el de las placas.

Entrando al terreno de las conclusiones, todos los sectores incluyendo los hoteleros, que también están ante el embate del negocio de plataforma a través del AIRBNB se van a tener que adaptar “renovar o morir”.

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