/ lunes 17 de agosto de 2020

Visión

Ante la severa crisis multifactorial en que está inmerso el país, no se puede entender mucho menos aceptar, que a los partidos políticos se les canalice un millonario recurso.

Recientemente el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer que para el 2021 el monto a los partidos acaricia los 7 mil millones de pesos, es decir estamos hablando de un aumento casi de un 40% con relación al año en curso.

Y en paralelo, a muchísimas instituciones y de suma importancia para el país, que por citar tan sólo un ejemplo, Pro México, no sólo le redujeron su presupuesto, sino la eliminaron y así como este caso hay muchísimos a todo lo largo y ancho de la esfera pública federal y por cuestiones de crisis económica, tal radical medida se está replicando en los gobiernos locales.

Volviendo al despilfarro, más de 5 mil millones serán canalizados para las actividades ordinarias de los partidos; aquí lo inaudito: ¿Por qué? porque esto da pie al parasitismo político. Con tal exorbitante financiamiento, entiéndase prerrogativas, es lo que ha contribuido a la degradación de la partidocracia, siendo específico, grupos oligárquicos se han apoderado de los institutos y han hecho de éstos, auténticas franquicias de negocios y agencias de colocación laborales.

Más allá de lo cuantitativo, una desgracia cualitativa es que dichos grupos oligárquicos, ya no se deben ni representan a la ciudadanía, más bien representan a sus intereses, lo que se traduce, preservar el control a costa de lo que sea. Por eso, dichos grupos se han convertido en mafias y éstas subsisten, se fortalecen y enriquecen del erario (nada más perverso).

Y por supuesto, la pagana, la ciudadanía, que muy lejos de ser representada es utilizada y manipulada y lo peor, que aparte empobrecida tiene que mantener todo ese parasitismo político. Para darnos una idea de la incongruencia y la perversidad de la clase política, en Estados Unidos los partidos se mantienen de las donaciones y aportaciones de sus militantes, y es primer mundo.

Y ya ni hablar del sistema electoral, que también es otro abuso ya que el INE es el más oneroso del mundo ¡Inaudito siendo tercer mundo! Y en mucho por contar con una organización dual, federal y estatal. Hablamos de la módica cantidad de 15 mil burócratas, cuando en Canadá el órgano central electoral cuenta con 350 ¿cómo entender? ¿cómo aceptar?

Como conclusión, México está secuestrado por una clase política (salvo honrosas excepciones) gandalla y perversa.

Ante la severa crisis multifactorial en que está inmerso el país, no se puede entender mucho menos aceptar, que a los partidos políticos se les canalice un millonario recurso.

Recientemente el Instituto Nacional Electoral (INE) dio a conocer que para el 2021 el monto a los partidos acaricia los 7 mil millones de pesos, es decir estamos hablando de un aumento casi de un 40% con relación al año en curso.

Y en paralelo, a muchísimas instituciones y de suma importancia para el país, que por citar tan sólo un ejemplo, Pro México, no sólo le redujeron su presupuesto, sino la eliminaron y así como este caso hay muchísimos a todo lo largo y ancho de la esfera pública federal y por cuestiones de crisis económica, tal radical medida se está replicando en los gobiernos locales.

Volviendo al despilfarro, más de 5 mil millones serán canalizados para las actividades ordinarias de los partidos; aquí lo inaudito: ¿Por qué? porque esto da pie al parasitismo político. Con tal exorbitante financiamiento, entiéndase prerrogativas, es lo que ha contribuido a la degradación de la partidocracia, siendo específico, grupos oligárquicos se han apoderado de los institutos y han hecho de éstos, auténticas franquicias de negocios y agencias de colocación laborales.

Más allá de lo cuantitativo, una desgracia cualitativa es que dichos grupos oligárquicos, ya no se deben ni representan a la ciudadanía, más bien representan a sus intereses, lo que se traduce, preservar el control a costa de lo que sea. Por eso, dichos grupos se han convertido en mafias y éstas subsisten, se fortalecen y enriquecen del erario (nada más perverso).

Y por supuesto, la pagana, la ciudadanía, que muy lejos de ser representada es utilizada y manipulada y lo peor, que aparte empobrecida tiene que mantener todo ese parasitismo político. Para darnos una idea de la incongruencia y la perversidad de la clase política, en Estados Unidos los partidos se mantienen de las donaciones y aportaciones de sus militantes, y es primer mundo.

Y ya ni hablar del sistema electoral, que también es otro abuso ya que el INE es el más oneroso del mundo ¡Inaudito siendo tercer mundo! Y en mucho por contar con una organización dual, federal y estatal. Hablamos de la módica cantidad de 15 mil burócratas, cuando en Canadá el órgano central electoral cuenta con 350 ¿cómo entender? ¿cómo aceptar?

Como conclusión, México está secuestrado por una clase política (salvo honrosas excepciones) gandalla y perversa.

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