/ jueves 23 de septiembre de 2021

Winston Churchill, el hombre

“Todos somos gusanos- le había confiado modestamente el joven Winston a una amiga-, pero creo que yo soy una luciérnaga”, y en el caso de Winston Leonard Spencer-Churchill, la realidad supera con mucho a la ficción.

En el libro “Winston Churchill”, François Kersaudy describe las aventuras de un joven oficial y un reportero; luego, el personaje desarrolla, entre otros aspectos, un reconocido humor, una imaginación sin límites, siempre mediados con una buena dosis de alcohol, como lo narra la descripción de quienes lo conocieron: “Winston- afirmaba el presidente Roosevelt- tiene cien ideas por día y únicamente cuatro son buenas, ¡pero nunca sabe cuáles!”, sin embargo, fue el general De Gaulle quien mejor lo juzgó: “Fue el gran artista de una gran historia”.

La vida de Churchill ha sido una novela y como tal está relatada, pero no se trata de ficción. Sobre la base de investigaciones realizadas en los archivos de ocho países, la consulta de unas cuatrocientas obras y las entrevistas a muchos actores y testigos, muestra cómo un hombre solitario con excepcionales talentos y singulares debilidades llegó a cambiar el rumbo de nuestro siglo, con la complicidad de un destino que pocas veces le fue adverso, que vivió y participó en las dos guerras mundiales, con actuaciones en ellas que marcaron el rumbo de pueblos y personas.

Fue estadista, orador, abogado, estratega, parlamentario y escritor, corresponsal de guerra, ministro de Comercio y del Interior, primer ministro entre otras muchas actividades que tenía, como su gusto por pintar y por la agricultura, además de que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953 por su faceta literaria.

En efecto, el aristócrata nacido en el Palacio de Blenheim el 30 de noviembre de 1874 alcanzó la doble condición de referente político y estratega militar. Desde ese lugar protagonizó hechos claves; circunstancias en las cuales impuso su personalidad, oratoria, capacidad persuasiva y estilo de conducción.

La guerra nunca ha sido vida, sino que ha sembrado muerte, desolación, destrucción, sufrimiento y horror por doquier, por lo que en este dantesco escenario la figura de Churchill, partícipe activo, en la “Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial y la segunda, es donde se aprecia su talento, valor, su mirada premonitoria de los hechos y su enorme trabajo en busca de la paz, la audacia al estar en combate, la organización y planificación adecuada de defensa, de sobrevivencia, de alimentación de su pueblo, de sus incansables viajes por el mundo para buscar alianzas.

El 5 de octubre de 1938, Neville Chamberlain concurrió a la Cámara de los Comunes para defender el Acuerdo de Munich. En el documento firmado el 30 de septiembre de ese año por Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, se reconocía la demanda territorial de Hitler sobre la región de los Sudetes.

Desde su banca legislativa, en representación del Partido Conservador, Churchill cuestionó los alcances del entendimiento. En su discurso, se dirigió al entonces primer ministro británico pronunciando palabras premonitorias: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.

El devenir de los acontecimientos le dio la razón. Tiempo después de aquella sentencia, Churchill llegó al poder.

Así, a lo largo de las páginas de este libro, nos damos cuenta de un ser humano con excepcionales talentos y singulares debilidades que llegó a cambiar el rumbo de nuestro siglo, con la complicidad de un destino que pocas veces le fue adverso y es una invitación a conocerlo ampliamente y redescubrir uno de los más prodigiosos “hombre orquesta” de la historia.

“Todos somos gusanos- le había confiado modestamente el joven Winston a una amiga-, pero creo que yo soy una luciérnaga”, y en el caso de Winston Leonard Spencer-Churchill, la realidad supera con mucho a la ficción.

En el libro “Winston Churchill”, François Kersaudy describe las aventuras de un joven oficial y un reportero; luego, el personaje desarrolla, entre otros aspectos, un reconocido humor, una imaginación sin límites, siempre mediados con una buena dosis de alcohol, como lo narra la descripción de quienes lo conocieron: “Winston- afirmaba el presidente Roosevelt- tiene cien ideas por día y únicamente cuatro son buenas, ¡pero nunca sabe cuáles!”, sin embargo, fue el general De Gaulle quien mejor lo juzgó: “Fue el gran artista de una gran historia”.

La vida de Churchill ha sido una novela y como tal está relatada, pero no se trata de ficción. Sobre la base de investigaciones realizadas en los archivos de ocho países, la consulta de unas cuatrocientas obras y las entrevistas a muchos actores y testigos, muestra cómo un hombre solitario con excepcionales talentos y singulares debilidades llegó a cambiar el rumbo de nuestro siglo, con la complicidad de un destino que pocas veces le fue adverso, que vivió y participó en las dos guerras mundiales, con actuaciones en ellas que marcaron el rumbo de pueblos y personas.

Fue estadista, orador, abogado, estratega, parlamentario y escritor, corresponsal de guerra, ministro de Comercio y del Interior, primer ministro entre otras muchas actividades que tenía, como su gusto por pintar y por la agricultura, además de que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953 por su faceta literaria.

En efecto, el aristócrata nacido en el Palacio de Blenheim el 30 de noviembre de 1874 alcanzó la doble condición de referente político y estratega militar. Desde ese lugar protagonizó hechos claves; circunstancias en las cuales impuso su personalidad, oratoria, capacidad persuasiva y estilo de conducción.

La guerra nunca ha sido vida, sino que ha sembrado muerte, desolación, destrucción, sufrimiento y horror por doquier, por lo que en este dantesco escenario la figura de Churchill, partícipe activo, en la “Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial y la segunda, es donde se aprecia su talento, valor, su mirada premonitoria de los hechos y su enorme trabajo en busca de la paz, la audacia al estar en combate, la organización y planificación adecuada de defensa, de sobrevivencia, de alimentación de su pueblo, de sus incansables viajes por el mundo para buscar alianzas.

El 5 de octubre de 1938, Neville Chamberlain concurrió a la Cámara de los Comunes para defender el Acuerdo de Munich. En el documento firmado el 30 de septiembre de ese año por Alemania, Reino Unido, Francia e Italia, se reconocía la demanda territorial de Hitler sobre la región de los Sudetes.

Desde su banca legislativa, en representación del Partido Conservador, Churchill cuestionó los alcances del entendimiento. En su discurso, se dirigió al entonces primer ministro británico pronunciando palabras premonitorias: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.

El devenir de los acontecimientos le dio la razón. Tiempo después de aquella sentencia, Churchill llegó al poder.

Así, a lo largo de las páginas de este libro, nos damos cuenta de un ser humano con excepcionales talentos y singulares debilidades que llegó a cambiar el rumbo de nuestro siglo, con la complicidad de un destino que pocas veces le fue adverso y es una invitación a conocerlo ampliamente y redescubrir uno de los más prodigiosos “hombre orquesta” de la historia.