/ miércoles 22 de abril de 2020

Ya es una mitocracia

En la forma que el humano vaya evolucionando, va cargando para su vida todo lo que encuentre en su camino, ya sea valores o antivalores que al irse guardando van normando su calidad de vida y forma de actuar. Los valores son cualidades o atributos considerados como positivos, necesarios y deseables, que asociamos como buenos para la vida individual y social.

En cambio, los antivalores también son atributos que se asignan a objetos y personas, con la salvedad de que estos representan algo negativo, innecesario o indeseable, es decir, se asocian a lo malo para algo o para alguien.

Si el niño crece en un lugar en donde las mentiras le han servido para encontrar una excusa, o le causen satisfacción y si no se da cuenta que el mentir le puede conducir a convertirse en mitómano, seguirá usando las mentiras; de la misma manera todos los demás antivalores que se vayan arraigando en el infante y que le produzcan salvación, o mecanismo de defensa podrán ser sus aliados, como el no reconocer errores y culpar a otro u otros.

En nuestro viaje por esta vida vamos acompañados de las emociones, pero para muchísimas personas, sobre todo si tienen algo de ególatra y narcisistas, el sentimiento de la culpa es difícil de aceptar, es cuando aparece lo que los profesionales de la materia señalan como síndrome adámico.

Se ha dado este nombre de síndrome adámico, por la narración bíblica de Adán y Eva, cuando ambos desobedecen las indicaciones de Dios, y Adán echa la culpa a su compañera por haberlo convencido de comer la manzana, pero Eva a su vez, culpa a la serpiente.

Pero ya dentro de los antivalores que vamos archivando dentro de nuestro andar, se puede advertir que, además de la falta de valentía y sinceridad para saber aceptar los errores, es culpar a otro u otros y llevar a cabo otro antivalor como lo es la mentira, apareciendo lo que en la actualidad algunos señalan como “mitocracia”, neologismo que aún no aparece en el diccionario pero que nos sirve para señalar que es el poder o la facultad de gobernar desde las mentiras.

El síndrome adámico y la mitomanía se encuentra sumamente vinculados, pues para poder echar la culpa a otro u otros, es necesario mentir, pero si esto ya es hábito y de forma compulsiva se convierte en una patología, que según los especialistas mencionan es un trastorno sicológico que obliga a falsear la realidad y hacerla aparecer más soportable, lo que fortalece el delirio de grandeza del adámico, mitómano y ególatra, pero si se realiza desde una relación de supra a subordinación, es lo que se ha empezado a considerar como “mitocracia”.

Tenemos conocimiento que el mito es una narración maravillosa protagonizada por dioses, héroes o personajes fantásticos, pero que está ubicada fuera del tiempo histórico, que de alguna manera nos explica o da sentido a determinados hechos o fenómenos.

Los mitos conforman una mitología y forman parte del sistema de creencias de un pueblo o cultura, ligando siempre la palabra mito con una fábula, una leyenda, una ficción, una quimera, una invención o un cuento.

Pero si en la actualidad, los anhelos de un político soberbio, ególatra y demás características que profesionales de la siquiatría y sicología le han llegado a diagnosticar, y a la voz de ‘me canso ganso’, continúa con el delirio de un aeropuerto en un lugar en donde se encuentra un cerro y especialistas de dichos lugares le indicaron la imposibilidad de que pueda tener futuro promisorio.

Con la refinería de Dos Bocas, en un lugar que, lo han señalado muy claro conocedores del caso, que será impropio y además ya no es prudente la construcción de refinerías en nuestro país, por la gran inversión y la nula recuperación que podrá tener.

Pero qué decir del Tren Maya, algo totalmente innecesario, pero es un mito ya creado y como está señalado desde la esfera de la máxima magistratura del país, hecho por esta persona con las características indicadas, no será otra cosa que una mitocracia con el fin de sacar adelante y a como dé lugar sus quimeras.

No obstante sea época de cuarentena y tengamos que guardar todos una sana distancia y cumplir con los cuidados ordenados por las Secretarías de Salud, se ha ordenado parar la gran mayoría de las actividades del país para cumplir con la cuarentena, pero no se puede disipar el sueño de lo que un niño caprichudo ha ordenado, sin considerar productividad, efectividad y condiciones de seguridad en esta pandemia que se está viviendo y sus tres proyectos inútiles ha ordenado continúen a como dé lugar.

Sería prudente llevar a cabo una consideración de quien ordena la creación de estas invenciones o cuentos, de qué valores o antivalores fue acumulando su vida, pues ante la mitocracia que estamos padeciendo, con un personaje que sufre el síndrome adámico no se esperan resultados ni medianamente positivos, pero de sus derrotas, ya sabemos que los culpables serán los neoliberales y conservadores.

En la forma que el humano vaya evolucionando, va cargando para su vida todo lo que encuentre en su camino, ya sea valores o antivalores que al irse guardando van normando su calidad de vida y forma de actuar. Los valores son cualidades o atributos considerados como positivos, necesarios y deseables, que asociamos como buenos para la vida individual y social.

En cambio, los antivalores también son atributos que se asignan a objetos y personas, con la salvedad de que estos representan algo negativo, innecesario o indeseable, es decir, se asocian a lo malo para algo o para alguien.

Si el niño crece en un lugar en donde las mentiras le han servido para encontrar una excusa, o le causen satisfacción y si no se da cuenta que el mentir le puede conducir a convertirse en mitómano, seguirá usando las mentiras; de la misma manera todos los demás antivalores que se vayan arraigando en el infante y que le produzcan salvación, o mecanismo de defensa podrán ser sus aliados, como el no reconocer errores y culpar a otro u otros.

En nuestro viaje por esta vida vamos acompañados de las emociones, pero para muchísimas personas, sobre todo si tienen algo de ególatra y narcisistas, el sentimiento de la culpa es difícil de aceptar, es cuando aparece lo que los profesionales de la materia señalan como síndrome adámico.

Se ha dado este nombre de síndrome adámico, por la narración bíblica de Adán y Eva, cuando ambos desobedecen las indicaciones de Dios, y Adán echa la culpa a su compañera por haberlo convencido de comer la manzana, pero Eva a su vez, culpa a la serpiente.

Pero ya dentro de los antivalores que vamos archivando dentro de nuestro andar, se puede advertir que, además de la falta de valentía y sinceridad para saber aceptar los errores, es culpar a otro u otros y llevar a cabo otro antivalor como lo es la mentira, apareciendo lo que en la actualidad algunos señalan como “mitocracia”, neologismo que aún no aparece en el diccionario pero que nos sirve para señalar que es el poder o la facultad de gobernar desde las mentiras.

El síndrome adámico y la mitomanía se encuentra sumamente vinculados, pues para poder echar la culpa a otro u otros, es necesario mentir, pero si esto ya es hábito y de forma compulsiva se convierte en una patología, que según los especialistas mencionan es un trastorno sicológico que obliga a falsear la realidad y hacerla aparecer más soportable, lo que fortalece el delirio de grandeza del adámico, mitómano y ególatra, pero si se realiza desde una relación de supra a subordinación, es lo que se ha empezado a considerar como “mitocracia”.

Tenemos conocimiento que el mito es una narración maravillosa protagonizada por dioses, héroes o personajes fantásticos, pero que está ubicada fuera del tiempo histórico, que de alguna manera nos explica o da sentido a determinados hechos o fenómenos.

Los mitos conforman una mitología y forman parte del sistema de creencias de un pueblo o cultura, ligando siempre la palabra mito con una fábula, una leyenda, una ficción, una quimera, una invención o un cuento.

Pero si en la actualidad, los anhelos de un político soberbio, ególatra y demás características que profesionales de la siquiatría y sicología le han llegado a diagnosticar, y a la voz de ‘me canso ganso’, continúa con el delirio de un aeropuerto en un lugar en donde se encuentra un cerro y especialistas de dichos lugares le indicaron la imposibilidad de que pueda tener futuro promisorio.

Con la refinería de Dos Bocas, en un lugar que, lo han señalado muy claro conocedores del caso, que será impropio y además ya no es prudente la construcción de refinerías en nuestro país, por la gran inversión y la nula recuperación que podrá tener.

Pero qué decir del Tren Maya, algo totalmente innecesario, pero es un mito ya creado y como está señalado desde la esfera de la máxima magistratura del país, hecho por esta persona con las características indicadas, no será otra cosa que una mitocracia con el fin de sacar adelante y a como dé lugar sus quimeras.

No obstante sea época de cuarentena y tengamos que guardar todos una sana distancia y cumplir con los cuidados ordenados por las Secretarías de Salud, se ha ordenado parar la gran mayoría de las actividades del país para cumplir con la cuarentena, pero no se puede disipar el sueño de lo que un niño caprichudo ha ordenado, sin considerar productividad, efectividad y condiciones de seguridad en esta pandemia que se está viviendo y sus tres proyectos inútiles ha ordenado continúen a como dé lugar.

Sería prudente llevar a cabo una consideración de quien ordena la creación de estas invenciones o cuentos, de qué valores o antivalores fue acumulando su vida, pues ante la mitocracia que estamos padeciendo, con un personaje que sufre el síndrome adámico no se esperan resultados ni medianamente positivos, pero de sus derrotas, ya sabemos que los culpables serán los neoliberales y conservadores.