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En el siglo XIX, la ciudad de Durango estaba invadida por soldados franceses. A la par se escribiría una trágica historia de amor, la de Beatriz, una duranguense devota de Dios, que su fe era tan grande que optó dedicar su vida a la iglesia.
Luego de estar en un convento, lo cerraron, la joven regresó a su casa y una noche alguien llamó a la puerta, al abrir encontró a un soldado francés herido, quien le imploró por ayuda y un refugio.
Beatriz lo curó y escondió por semanas, poco a poco se enamoraron. Pero Fernando debía marcharse con su ejército, él le juró que regresaría, y lo intentó, pero lo asesinaron. Beatriz nunca se enteró y cada noche subía a la parte más alta de Catedral y observar cuando regresara su amado.
Una mañana, llegó el encargado al templo y descubrió el cadáver de Beatriz a los pies de la iglesia. Lo que es verdad es que la monja vigila cada noche el regreso de su amado, su figura se distingue en las alturas del templo, sobre todo en las noches de luna llena.
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