Ante la reflexión de estas palabras que dan confianza: “Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, yo los aliviaré, Dios abraza y acoge a todos, y lo ratifican estas palabras alentadoras de Jesús, que nos invitan a dar un paso que puede ser decisivo en la de quien camina por la vida, con los lastres que producen la ausencia de Dios en la vida del hombre y que le amargan su existencia”.
Así lo refirió el arzobispo Faustino Armendáriz Jiménez durante la misa dominical realizada en la Catedral Basílica Menor, donde luego de más de 100 días a puerta cerrada se permitió la entrada limitada de feligreses bajo las medidas de sanidad pertinentes.
Puntualizó en su homilía la necesidad de que Dios nos ayude a descubrir en Jesús a su Enviado, para que podamos experimentar alivio, paz, libertad y la plenitud que nos ofrece mediante su palabra y ejemplo de vida.
Puede suscitarse una pregunta: ¿Jesús, es realmente el Mesías esperado? Juan Bautista duda, y envía a sus discípulos a preguntar si tienen que esperar a otro. Los de Corozaín y Betsaida no se dejan afectar por su predicación, se niegan a convertirse, mientras que los fariseos lo acusan de infringir la ley y el sábado, por ello deciden matarlo y dicen que está endemoniado.
Sin embargo, en medio de todos estos que desconfían, se desinteresan o se oponen a Jesús, hay un grupo que lo acepta por dos motivos muy distintos: por revelación de Dios, y porque, desde un punto de vista religioso, se sienten agobiados, cargados, y encuentran alivio en Jesús y su mensaje. Al final, este grupo aparecerá como la familia de Jesús, sus hermanos, sus hermanas y su madre.
Dicho lo anterior podemos entender mejor el pasaje de este domingo. El Evangelio que hemos escuchado contiene una acción de gracias, una enseñanza y una invitación, puntualizó el pastor en su primer misa con público a partir de que se decretó el cierre de templos por la pandemia.