/ lunes 8 de julio de 2024

Exhacienda de Dolores, lugar emblemático en la época colonial de Durango

La exhacienda está ubicada a escasos minutos del centro de la ciudad, actualmente es propiedad de un empresario minero y fabricante de mezcal

La ciudad de Durango es emblemática por las historias y leyendas que resguarda, aunado que muchas éstas se desarrollan en lugares que actualmente se siguen preservando, por lo que trasladan a los visitantes al pasado, en este caso a una época colonial.

Una de estos imponentes lugares es la exhacienda de Dolores, ubicada a escasos minutos del centro de la ciudad, rumbo a la carretera México, la cual actualmente es propiedad de Jaime Gutiérrez, destacado empresario minero y fabricante del popular mezcal "Lágrimas de Dolores".

Su historia data del año de 1819, cuando la finca era parte de los expolios del obispo y fue adquirida por el comerciante Francisco Gómez Sañudo, quien ya era propietario del rancho de Olea, adjunto a Dolores Gómez Sañudo, quien compró más tierras a José Toribio Minjares, propietario de la Loma de Quiñones, para ampliarla. Para el año de 1836 ésta apareció como propiedad de la testamentaría de la señora Josefa Alcalde Viuda de Sañudo y fue comprada en 1844 por el licenciado Ramón Ávila, así lo indica la publicación impresa del sábado 8 de julio del año 2000 de El Sol de Durango.

Las fértiles tierras de migajan arenoso arcilloso formadas por el acarreo del Río tunal, hicieron que la hacienda se convirtiera en una de las más ricas de la región / Foto: archivo / El Sol de Durango



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Asimismo, destaca que a la muerte de este abogado en el año de 1877, la hacienda fue dividida en acciones que se repartieron entre los hijos Luis, Bailo, Ignacia y María Landa; por su parte Luis estuvo casado con la señora Dalila Salas de quién tomó el nombre la estación de ferrocarril que tocó la hacienda. Mientras que en 1923 la hacienda pasó a manos de los hermanos Salvador, Luis, Juan Bautista, Pedro, Teresa, Carmen, Josefina, Rosa y Asunción Ávila Salas.

En torno a las características de su construcción, cabe destacar que el casco de la hacienda, arquitectónicamente pertenece a la época porfiriana de finales del siglo XIX / Foto: archivo / El Sol de Durango

Las fértiles tierras de migaja arenoso y arcilloso formadas por el acarreo del Río tunal, hicieron que la hacienda se convirtiera en una de las más ricas de la región, de hecho sus propietarios fueron de los primeros en invertir en maquinaria agrícola de la cual todavía aún subsiste una trilladora. Además funcionó en la hacienda una fábrica de aguardiente “Proskan” de la que todavía permanecen algunos vestigios.

En torno a las características de su construcción, cabe destacar que el casco de la hacienda, arquitectónicamente pertenece a la época porfiriana de finales del siglo XIX a principios del siglo XX, misma que en sus tiempos de gloria fue una hacienda agrícola dedicada a la producción de granos básicos.

La capilla como todas las de su época que aún por motivos diversos, se encuentran en abandono motivo de saqueo y destrucción, por lo que lamentablemente no se cuentan con imágenes recientes, que en otros tiempos decoraban su interior y mostraban la representación de la fe católica de quienes habitaron nuestras tierras en tiempos pasados.

La ciudad de Durango es emblemática por las historias y leyendas que resguarda, aunado que muchas éstas se desarrollan en lugares que actualmente se siguen preservando, por lo que trasladan a los visitantes al pasado, en este caso a una época colonial.

Una de estos imponentes lugares es la exhacienda de Dolores, ubicada a escasos minutos del centro de la ciudad, rumbo a la carretera México, la cual actualmente es propiedad de Jaime Gutiérrez, destacado empresario minero y fabricante del popular mezcal "Lágrimas de Dolores".

Su historia data del año de 1819, cuando la finca era parte de los expolios del obispo y fue adquirida por el comerciante Francisco Gómez Sañudo, quien ya era propietario del rancho de Olea, adjunto a Dolores Gómez Sañudo, quien compró más tierras a José Toribio Minjares, propietario de la Loma de Quiñones, para ampliarla. Para el año de 1836 ésta apareció como propiedad de la testamentaría de la señora Josefa Alcalde Viuda de Sañudo y fue comprada en 1844 por el licenciado Ramón Ávila, así lo indica la publicación impresa del sábado 8 de julio del año 2000 de El Sol de Durango.

Las fértiles tierras de migajan arenoso arcilloso formadas por el acarreo del Río tunal, hicieron que la hacienda se convirtiera en una de las más ricas de la región / Foto: archivo / El Sol de Durango



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Asimismo, destaca que a la muerte de este abogado en el año de 1877, la hacienda fue dividida en acciones que se repartieron entre los hijos Luis, Bailo, Ignacia y María Landa; por su parte Luis estuvo casado con la señora Dalila Salas de quién tomó el nombre la estación de ferrocarril que tocó la hacienda. Mientras que en 1923 la hacienda pasó a manos de los hermanos Salvador, Luis, Juan Bautista, Pedro, Teresa, Carmen, Josefina, Rosa y Asunción Ávila Salas.

En torno a las características de su construcción, cabe destacar que el casco de la hacienda, arquitectónicamente pertenece a la época porfiriana de finales del siglo XIX / Foto: archivo / El Sol de Durango

Las fértiles tierras de migaja arenoso y arcilloso formadas por el acarreo del Río tunal, hicieron que la hacienda se convirtiera en una de las más ricas de la región, de hecho sus propietarios fueron de los primeros en invertir en maquinaria agrícola de la cual todavía aún subsiste una trilladora. Además funcionó en la hacienda una fábrica de aguardiente “Proskan” de la que todavía permanecen algunos vestigios.

En torno a las características de su construcción, cabe destacar que el casco de la hacienda, arquitectónicamente pertenece a la época porfiriana de finales del siglo XIX a principios del siglo XX, misma que en sus tiempos de gloria fue una hacienda agrícola dedicada a la producción de granos básicos.

La capilla como todas las de su época que aún por motivos diversos, se encuentran en abandono motivo de saqueo y destrucción, por lo que lamentablemente no se cuentan con imágenes recientes, que en otros tiempos decoraban su interior y mostraban la representación de la fe católica de quienes habitaron nuestras tierras en tiempos pasados.

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