/ miércoles 13 de marzo de 2019

Más de 65 años de trabajo, Pedro Rocha y Sida, periodista y personaje

Cubrió para El Sol de Durango las Olimpiadas de Los Ángeles, en 1984

Primera de dos partes

Llegó a la redacción de El Sol de Durango siendo apenas un adolescente, seguro sin pensar que se convertiría como este diario, en el decano de los periodistas de la entidad.

Luego de haber visto casi de todo para la nota periodística en más de 65 años de historia, incluyendo los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 con sus hazañas deportivas, así como trágicos accidentes o crímenes que cimbraron a la sociedad de Durango, es su turno ahora para platicarles a los lectores de El Sol, parte de su vida.

Se trata, señoras y señores de Pedro Rocha y Sida, un auténtico icono del quehacer periodístico de Durango, quien luego de entregarse en cuerpo y alma, contribuyendo con su esfuerzo y su grano de arena para que este cotidiano que es y seguirá siendo su segunda casa, continúe en la preferencia de los duranguenses, alcanza una nueva etapa en su vida.

Y en este momento, Rocha y Sida, jefe de Información de El Sol de Durango desde 1973 y hasta el pasado 31 de enero, narra cómo arribó a colaborar primero en las páginas de El Sol, pero además las vivencias periodísticas en estos poco más de 13 lustros y tan solo como un anticipo de lo que platicará más delante, un ejemplo: aquel 25 de noviembre de 1965, cuando en esta ciudad se instaló el primer semáforo tipo americano en 5 de Febrero y Carlos León de la Peña, así como la apertura en este mismo año, del Monte de Piedad.

De entrada, vale comentar que Pedro es hijo de los señores Eliseo Rocha y doña Carmen Sida de Rocha. El 17 de febrero de 1966 contrajo nupcias con Gloria Espinoza, en una ceremonia efectuada en el puerto de Acapulco, precisamente en un templo ubicado en Pie de la Cuesta. Habrían de casarse el día 14, el mero día del amor y la amistad que entonces ya se celebraba, sin embargo, algo ocurrió y el acto se pospuso tres días.

De esa unión nacieron cuatro hijos: Sergio, Jorge Eduardo quien falleció a los tres meses, Sergio Arturo y Pedro.

Rocha y Sida durante algún tiempo creyó que había nacido en Canatlán, de donde son originarios sus padres, sin embargo, su acta de nacimiento precisa que vio la primera luz en esta capital y su primer domicilio fue en calle Patoni 214, pasando Paloma, casi esquina con Gómez Palacio. Poco más tarde se mudaron a calle Fresno, donde pasó toda su infancia junto con sus amigos Gustavo Lerma, Efrén Pérez, los hermanos Robles, Felipe Rodríguez, Manuel y José Bermúdez, José Durán Valenzuela, Miguel Arellano y Pepe Parga, entre otros muchos.

Desde esos años, el niño Pedro se mostraba ya inquieto y organizaba actividades deportivas con sus vecinos como carreras pedestres, así como con centros de llantas viejas impulsadas por los competidores con una vara de madera.

Esa inquietud también quedó de manifiesto en el curso de su instrucción primaria, pues desfiló por varias. Primero en el Instituto Durango, atendiendo el deseo de doña Carmen que quiso siempre que estudiara en colegio. De ahí que sus hermanas estuvieron en el Teresa de Ávila entonces llamado Academia Nueva. Aunque en el Instituto Durango trabó amistad con otros chiquillos que ahí encontró, como Elías Bechelani, Nicolás Navarro, Toño Muguiro, Juan y Carlos Gutiérrez Castrellón, no se sintió a gusto porque aquellos eran “ricarditos”, y emigró.

Continuó luego en la primaria Ingeniero Miguel Ángel de Quevedo donde se encontró con El Santo, así era el apelativo del maestro Manuel Galindo Higuera, quien fue su mentor en Educación Física y le enseñó algunos secretos del volibol. Sin embargo solamente jugaban este deporte los niños de quinto y sexto grado. Él no podía participar porque estaba en cuarto, motivo por el cual optó por echar porras. Empero, a la directora Eulalia de la Hoya no le gustó el escándalo que armaba y lo expulsó. Hubo de buscar una opción más.

Don Eliseo le recomendó que fuera a la escuela Bruno Martínez. Ahí, bajo la tutela del maestro Santiago Cardoza, comenzó a tomar parte en la elaboración del periódico mural “La Estrella Escolar” y se acrecentó su interés por el tema periodístico, a la par que crecía liderando los equipos de volibol.

Pedro siempre ha permanecido ligado al deporte.

Don Rodrigo Morales, quien fungía como jefe de Redacción de El Sol, era amigo de la familia, lo saludó en la Plaza de Armas. Sucede que a Pedro la faltaba un resultado deportivo para el periódico escolar, le comentó a Don Rodri que buscaría un diario nada menos que con el Chunco para completar su información, y entonces el redactor le sugirió que fuera a practicar con él. No le dijo dos veces, al día siguiente ya estaban pergeñando sus primeras notas, era mediados de junio de 1953, y cuatro meses después, todavía con 14 años de edad, pasó formalmente a la nómina de El Sol de Durango, entonces eslabón de la Organización Periodística García Valseca, como ayudante de Deportes.

La buena estrella siempre le ha seguido. Para iniciar en este matutino, le tocó como instructor Raymundo Milán, cronista estelar de Deportes de El Sol, quien además era ahijado de doña Carmen, factor que fue útil para que la enseñanza fuera más rápida. Por cierto que acababa de terminar en esos días su ciclo en este periódico el conocido Gilberto Niebla, especialista en deportes, también de los fundadores del Decano del Periodismo Estatal.

La primera semana completa de octubre de este año 1953 fue maravillosa para Rocha y Sida, al recibir su primer sueldo de 25 pesos.

Entonces Pedro dio cuenta de información sobresaliente, pues exactamente al cobrar su primer sueldo, coincidencia, fue aprobado en México el voto femenino, el 17 de octubre de este año, en que la mujer mexicana adquirió plenitud de derechos civiles y políticos conforme a las reformas constitucionales y quedó lista no solamente para ejercer el voto, sino además para postularse a puestos de elección.

Pedro no batalló con la máquina de escribir. Había una Remington en su casa y en esta practicaba desde antes. De manera que acariciaba las teclas, no las golpeaba, como sí hacían otros de sus compañeros como Raúl López, quien aporreaba el teclado. Aquí fue Raymundo Milán que le quitó la manía de encorvarse al escribir; con una fuerte palmada en la espalda y la frase ¡enderézate pinacate!, le corrigió.

Le tocó un equipote de redacción, pues estaban redactores de muy buen nivel como López Calvo, Salvador Vázquez, Emilio Mátar, Antonio Norman Fuentes, Rodolfo Sánchez, “Lupo” Salazar, y en la fotografía precisamente don Fernando Gaytán Serrano. Más tarde coincidiría con Agapito Salazar, Leopoldo Mendívil, Fernando y Gregorio Meraz, Alfonso y Jorge Blanco, Rubén Escárzaga, Gabriel Ontiveros, Agustín Herrera, “Nepo” Romero, Roberto Herrera, Roberto González, Armando Mendívil, entre otros.

Dos décadas después de su llegada a El Sol, en 1973, durante la dirección de otro experimentado periodista como es Daniel Ramos Nava, fue nombrado Jefe de Información, puesto que ejerció, como ya se indica, durante los últimos 46 años, pues el pasado 31 de enero terminó su ciclo activo en este diario, aunque seguirá su colaboración aportando experiencia a través de algunas columnas y reportajes o entrevistas, es decir, seguirá siendo de El Sol.

Ciertamente en aquel 1973 el Instituto Tecnológico de Durango, pionero de la educación técnica en provincia, cumple sus primeros 25 años de fundación. En más de cuestiones académicas, inicia actividades el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UJED en las instalaciones de la Prepa Nocturna, que también estrena edificio en Paloma y Apartado.

También en este año, Luis Echeverría Álvarez entrega a Durango el primer Instituto Tecnológico Agropecuario.

De sus compañeros de trabajo en otras áreas, Pedro recuerda a Tanilo Silva en el taller, a Juan González como responsable de distribución, Moisés Ibarra formador de textos con linotipos en el antiguo sistema caliente. Desde luego al Tapatío, Jesús Alvarado Durán, de quien aprendió mucho en redacción pues éste tenía talento sobresaliente a la hora de cabecear.

También a Héctor Vega Franco, quien era reportero y dejó el periódico para terminar su carrera de abogado.

Del “Chale” González, Jefe de Publicidad, la remembranza es especial pues afirma que era un “cuate a todo dar”.

Otro dato sobresaliente de Pedro Rocha es la amistad que enlazó nada menos que con el presidente de Organización Editorial Mexicana (OEM), Don Mario Vázquez Raña. Rocha viajó algunas veces con él en su jet particular.

En 1984, el director Ramos Nava preguntó a Rocha si hablaba inglés y le pidió se preparara porque al día siguiente viajaría a concentrarse en la Ciudad de México, para luego ir a Los Ángeles, donde se llevarían a cabo los Juegos Olímpicos. Lo haría como reportero acreditado por OEM, en atención precisamente a la instrucción de Vázquez Raña.

De entrada, en el centro del país, en las instalaciones de OEM, encontró caras poco amables, sin embargo con el paso de los días se hizo cuate de los demás reporteros que cubrirían el evento internacional.

Rocha y Sida pudo escuchar el Himno Nacional Mexicano en California, cuando ganaron medalla los mexicanos Ernesto Canto y Raúl González en caminata, Daniel Aceves en lucha grecorromana, Héctor López Colín en boxeo y Manuel Youshimatz en ciclismo.

Ahí en Los Ángeles, Pedro logró burlar la férrea vigilancia que imperó en estos Juegos para situarse dentro de una reunión exclusiva para altos mandos. En un momento dado se encontró junto a don Mario Vázquez Raña, quien sorprendido le preguntó cómo había llegado hasta el lugar. Ahí el presidente de OEM le presentó a Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional.

Luego, caminando por el Memorial Coliseum de Los Ángeles, en un punto había una docena de pianos de cola. Osado como es, Pedro se puso frente a uno de éstos instrumentos, aunque sin tocarlo. Alguien que llegó, y sin cuestionar por qué se encontraba ahí, sí le interrogó si sabía tocar y en inglés le indicaba “play”, “play please”. Sorprendido y confundido, Rocha respondió que no, que él no jugaba, al menos no ahí. Aquel personaje fue más explícito y tocó unas teclas. Entonces entendió Pedro que quería escucharlo y ejecutó algunas notas de Manhattan. “Ohhh my God… excelent… thank you very much”, exclamó aquel individuo, quien simplemente quería probar afinación.

En este mismo escenario, Rocha y Sida vio como un hombre llegó volando y aterrizó al centro del Memorial Coliseum. Era el primer vuelo conocido de un jet pack y el hecho sorprendió al mundo.

En la segunda parte, Pedro platica sobre algunos de los sucesos que estremecieron Durango, algunos de los cuales, por cierto y a propósito de la nota más sobresaliente que le correspondió ordenar el pasado mes de enero, relativos a accidentes aéreos.


Primera de dos partes

Llegó a la redacción de El Sol de Durango siendo apenas un adolescente, seguro sin pensar que se convertiría como este diario, en el decano de los periodistas de la entidad.

Luego de haber visto casi de todo para la nota periodística en más de 65 años de historia, incluyendo los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 con sus hazañas deportivas, así como trágicos accidentes o crímenes que cimbraron a la sociedad de Durango, es su turno ahora para platicarles a los lectores de El Sol, parte de su vida.

Se trata, señoras y señores de Pedro Rocha y Sida, un auténtico icono del quehacer periodístico de Durango, quien luego de entregarse en cuerpo y alma, contribuyendo con su esfuerzo y su grano de arena para que este cotidiano que es y seguirá siendo su segunda casa, continúe en la preferencia de los duranguenses, alcanza una nueva etapa en su vida.

Y en este momento, Rocha y Sida, jefe de Información de El Sol de Durango desde 1973 y hasta el pasado 31 de enero, narra cómo arribó a colaborar primero en las páginas de El Sol, pero además las vivencias periodísticas en estos poco más de 13 lustros y tan solo como un anticipo de lo que platicará más delante, un ejemplo: aquel 25 de noviembre de 1965, cuando en esta ciudad se instaló el primer semáforo tipo americano en 5 de Febrero y Carlos León de la Peña, así como la apertura en este mismo año, del Monte de Piedad.

De entrada, vale comentar que Pedro es hijo de los señores Eliseo Rocha y doña Carmen Sida de Rocha. El 17 de febrero de 1966 contrajo nupcias con Gloria Espinoza, en una ceremonia efectuada en el puerto de Acapulco, precisamente en un templo ubicado en Pie de la Cuesta. Habrían de casarse el día 14, el mero día del amor y la amistad que entonces ya se celebraba, sin embargo, algo ocurrió y el acto se pospuso tres días.

De esa unión nacieron cuatro hijos: Sergio, Jorge Eduardo quien falleció a los tres meses, Sergio Arturo y Pedro.

Rocha y Sida durante algún tiempo creyó que había nacido en Canatlán, de donde son originarios sus padres, sin embargo, su acta de nacimiento precisa que vio la primera luz en esta capital y su primer domicilio fue en calle Patoni 214, pasando Paloma, casi esquina con Gómez Palacio. Poco más tarde se mudaron a calle Fresno, donde pasó toda su infancia junto con sus amigos Gustavo Lerma, Efrén Pérez, los hermanos Robles, Felipe Rodríguez, Manuel y José Bermúdez, José Durán Valenzuela, Miguel Arellano y Pepe Parga, entre otros muchos.

Desde esos años, el niño Pedro se mostraba ya inquieto y organizaba actividades deportivas con sus vecinos como carreras pedestres, así como con centros de llantas viejas impulsadas por los competidores con una vara de madera.

Esa inquietud también quedó de manifiesto en el curso de su instrucción primaria, pues desfiló por varias. Primero en el Instituto Durango, atendiendo el deseo de doña Carmen que quiso siempre que estudiara en colegio. De ahí que sus hermanas estuvieron en el Teresa de Ávila entonces llamado Academia Nueva. Aunque en el Instituto Durango trabó amistad con otros chiquillos que ahí encontró, como Elías Bechelani, Nicolás Navarro, Toño Muguiro, Juan y Carlos Gutiérrez Castrellón, no se sintió a gusto porque aquellos eran “ricarditos”, y emigró.

Continuó luego en la primaria Ingeniero Miguel Ángel de Quevedo donde se encontró con El Santo, así era el apelativo del maestro Manuel Galindo Higuera, quien fue su mentor en Educación Física y le enseñó algunos secretos del volibol. Sin embargo solamente jugaban este deporte los niños de quinto y sexto grado. Él no podía participar porque estaba en cuarto, motivo por el cual optó por echar porras. Empero, a la directora Eulalia de la Hoya no le gustó el escándalo que armaba y lo expulsó. Hubo de buscar una opción más.

Don Eliseo le recomendó que fuera a la escuela Bruno Martínez. Ahí, bajo la tutela del maestro Santiago Cardoza, comenzó a tomar parte en la elaboración del periódico mural “La Estrella Escolar” y se acrecentó su interés por el tema periodístico, a la par que crecía liderando los equipos de volibol.

Pedro siempre ha permanecido ligado al deporte.

Don Rodrigo Morales, quien fungía como jefe de Redacción de El Sol, era amigo de la familia, lo saludó en la Plaza de Armas. Sucede que a Pedro la faltaba un resultado deportivo para el periódico escolar, le comentó a Don Rodri que buscaría un diario nada menos que con el Chunco para completar su información, y entonces el redactor le sugirió que fuera a practicar con él. No le dijo dos veces, al día siguiente ya estaban pergeñando sus primeras notas, era mediados de junio de 1953, y cuatro meses después, todavía con 14 años de edad, pasó formalmente a la nómina de El Sol de Durango, entonces eslabón de la Organización Periodística García Valseca, como ayudante de Deportes.

La buena estrella siempre le ha seguido. Para iniciar en este matutino, le tocó como instructor Raymundo Milán, cronista estelar de Deportes de El Sol, quien además era ahijado de doña Carmen, factor que fue útil para que la enseñanza fuera más rápida. Por cierto que acababa de terminar en esos días su ciclo en este periódico el conocido Gilberto Niebla, especialista en deportes, también de los fundadores del Decano del Periodismo Estatal.

La primera semana completa de octubre de este año 1953 fue maravillosa para Rocha y Sida, al recibir su primer sueldo de 25 pesos.

Entonces Pedro dio cuenta de información sobresaliente, pues exactamente al cobrar su primer sueldo, coincidencia, fue aprobado en México el voto femenino, el 17 de octubre de este año, en que la mujer mexicana adquirió plenitud de derechos civiles y políticos conforme a las reformas constitucionales y quedó lista no solamente para ejercer el voto, sino además para postularse a puestos de elección.

Pedro no batalló con la máquina de escribir. Había una Remington en su casa y en esta practicaba desde antes. De manera que acariciaba las teclas, no las golpeaba, como sí hacían otros de sus compañeros como Raúl López, quien aporreaba el teclado. Aquí fue Raymundo Milán que le quitó la manía de encorvarse al escribir; con una fuerte palmada en la espalda y la frase ¡enderézate pinacate!, le corrigió.

Le tocó un equipote de redacción, pues estaban redactores de muy buen nivel como López Calvo, Salvador Vázquez, Emilio Mátar, Antonio Norman Fuentes, Rodolfo Sánchez, “Lupo” Salazar, y en la fotografía precisamente don Fernando Gaytán Serrano. Más tarde coincidiría con Agapito Salazar, Leopoldo Mendívil, Fernando y Gregorio Meraz, Alfonso y Jorge Blanco, Rubén Escárzaga, Gabriel Ontiveros, Agustín Herrera, “Nepo” Romero, Roberto Herrera, Roberto González, Armando Mendívil, entre otros.

Dos décadas después de su llegada a El Sol, en 1973, durante la dirección de otro experimentado periodista como es Daniel Ramos Nava, fue nombrado Jefe de Información, puesto que ejerció, como ya se indica, durante los últimos 46 años, pues el pasado 31 de enero terminó su ciclo activo en este diario, aunque seguirá su colaboración aportando experiencia a través de algunas columnas y reportajes o entrevistas, es decir, seguirá siendo de El Sol.

Ciertamente en aquel 1973 el Instituto Tecnológico de Durango, pionero de la educación técnica en provincia, cumple sus primeros 25 años de fundación. En más de cuestiones académicas, inicia actividades el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UJED en las instalaciones de la Prepa Nocturna, que también estrena edificio en Paloma y Apartado.

También en este año, Luis Echeverría Álvarez entrega a Durango el primer Instituto Tecnológico Agropecuario.

De sus compañeros de trabajo en otras áreas, Pedro recuerda a Tanilo Silva en el taller, a Juan González como responsable de distribución, Moisés Ibarra formador de textos con linotipos en el antiguo sistema caliente. Desde luego al Tapatío, Jesús Alvarado Durán, de quien aprendió mucho en redacción pues éste tenía talento sobresaliente a la hora de cabecear.

También a Héctor Vega Franco, quien era reportero y dejó el periódico para terminar su carrera de abogado.

Del “Chale” González, Jefe de Publicidad, la remembranza es especial pues afirma que era un “cuate a todo dar”.

Otro dato sobresaliente de Pedro Rocha es la amistad que enlazó nada menos que con el presidente de Organización Editorial Mexicana (OEM), Don Mario Vázquez Raña. Rocha viajó algunas veces con él en su jet particular.

En 1984, el director Ramos Nava preguntó a Rocha si hablaba inglés y le pidió se preparara porque al día siguiente viajaría a concentrarse en la Ciudad de México, para luego ir a Los Ángeles, donde se llevarían a cabo los Juegos Olímpicos. Lo haría como reportero acreditado por OEM, en atención precisamente a la instrucción de Vázquez Raña.

De entrada, en el centro del país, en las instalaciones de OEM, encontró caras poco amables, sin embargo con el paso de los días se hizo cuate de los demás reporteros que cubrirían el evento internacional.

Rocha y Sida pudo escuchar el Himno Nacional Mexicano en California, cuando ganaron medalla los mexicanos Ernesto Canto y Raúl González en caminata, Daniel Aceves en lucha grecorromana, Héctor López Colín en boxeo y Manuel Youshimatz en ciclismo.

Ahí en Los Ángeles, Pedro logró burlar la férrea vigilancia que imperó en estos Juegos para situarse dentro de una reunión exclusiva para altos mandos. En un momento dado se encontró junto a don Mario Vázquez Raña, quien sorprendido le preguntó cómo había llegado hasta el lugar. Ahí el presidente de OEM le presentó a Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional.

Luego, caminando por el Memorial Coliseum de Los Ángeles, en un punto había una docena de pianos de cola. Osado como es, Pedro se puso frente a uno de éstos instrumentos, aunque sin tocarlo. Alguien que llegó, y sin cuestionar por qué se encontraba ahí, sí le interrogó si sabía tocar y en inglés le indicaba “play”, “play please”. Sorprendido y confundido, Rocha respondió que no, que él no jugaba, al menos no ahí. Aquel personaje fue más explícito y tocó unas teclas. Entonces entendió Pedro que quería escucharlo y ejecutó algunas notas de Manhattan. “Ohhh my God… excelent… thank you very much”, exclamó aquel individuo, quien simplemente quería probar afinación.

En este mismo escenario, Rocha y Sida vio como un hombre llegó volando y aterrizó al centro del Memorial Coliseum. Era el primer vuelo conocido de un jet pack y el hecho sorprendió al mundo.

En la segunda parte, Pedro platica sobre algunos de los sucesos que estremecieron Durango, algunos de los cuales, por cierto y a propósito de la nota más sobresaliente que le correspondió ordenar el pasado mes de enero, relativos a accidentes aéreos.


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