Hace cinco años, en el mes de octubre, conocido también como mes rosa debido a la prevención del cáncer de mama, que Socorro Soto Alanís, acudió a la Plaza de Armas de la capital duranguense, pero en esta ocasión no a leer poesía o a manifestarse como en muchas ocasiones lo había hecho, ni tampoco a pasear con su familia, sino a la unidad móvil para hacerse la mastografía.
“Nunca conocí el pánico, ni en mis peores pesadillas de niña, hasta el momento que detecté una bolita arriba de mi seno derecho, primero como todo ser humano pensé que no era nada delicado, pero al pasar de los días supe que no era una invención, así que como ingeniera le di el valor a la ciencia y acudí a realizarme estudios”.
Tras practicarse los análisis de rigor, a Socorro le dijeron que de no comunicarse con ella, todo estaría bien. Pasaron los días y de pronto su celular sonó con el número de quien no quería ver, era para informarle que el resultado era sospechoso, que tenía que acudir a recogerlos. “Empecé a temblar, de ahí iniciaron mis días, semanas y meses de pánico”, recordó la actual directora del Instituto de Cultura del Estado de Durango (ICED) con voz entrecortada.
Como derechohabiente del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), la también escritora acudió para ser diagnosticada y tratada de manera oportuna, pero se encontró con la historia de siempre, acudir a cita.
De inicio el protocolo tardaría cerca de dos meses, ante ello se plantó afuera de la oficina del director y con estudios en mano le pidió que se le atendiera de manera puntual, debido a que el caso lo ameritaba, “desde ahí médicos, enfermeras, laboratoristas, me trataron muy bien, hasta llegar con el oncólogo, recuerdo la larga fila de mujeres esperando ser consultadas, la angustia, el miedo en el rosto de todas estaba presente, quieres borrar ese titulo de tu mente y al mismo momento te llenas de vitalidad e inteligencia, para seguir adelante”.
Después de confirmar la noticia de que el tumor existía el siguiente paso tal y como lo dijo el oncólogo era operar y analizarlo, procedimientos que finalmente confirmaron el cáncer de mama.
Las madrugadas para Socorro fueron los momentos más difíciles, debido a que la angustia se apoderaba de ella, rezaba para calmar la inquietud o meditaba hasta llegar el punto de quiebre de tirarse al suelo y entregarse al cielo, acto que meses después desembocara en un poemario.
“En esos momentos te das cuenta de lo insignificante que eres y que no puedes resolver nada”, pero ahora esos días se han quedado atrás ya que Soto Alanís se hizo fuerte principalmente por su familia y círculo de amigos, además de los miles de comentarios que sus redes sociales recibieron y en cada uno de ellos la vibra positiva estaba presente.
Cerca de un año Socorro convivo con la muerte, al estar en el proceso de quimioterapia un día recostada en su cama, inició a regenerarse al igual que su organismo lo hacía con el tratamiento, “así que me maquille, me puse mi turbante y salí a sentir el sol y el aire, a sentirme viva, sin importarme lo que pensaran de mi, fui a las presentaciones de libros, cursos y todo aquello que me interesara”.
Después de cinco años Socorro Soto recibió la noticia que tanto anhelaba “ha vencido al cáncer” por tanto invitó a todas las mujeres a explorar su cuerpo y de encontrar una bolita en forma de lenteja o frijol acudir de inmediato a revisión, ya que la detección temprana tiene un resultado positivo.
En Socorro, la cultura fue un acompañamiento y también un desahogo para su estado de ánimo, la también poeta aprovechó estos momentos de frustración, desconsuelo e incertidumbre para sacar adelante una obra que a la fecha sigue a la espera de ser publicada. Cuando lo haga seguro será un gran apoyo para quienes como ella libran una batalla contra el cáncer de mama.