/ viernes 21 de junio de 2024

Psicología actual

Dosis de vida en el suicidio

Normalmente durante la juventud se tiene un nivel óptimo de desarrollo físico, tenemos fuerza, resistencia y energía como nunca en nuestra vida, además nos encontramos inmersos en un proceso entre el paso de la adolescencia a los primeros años de la adultez, en la cual empezamos a establecer relaciones sociales estrechas y a tomar decisiones, por ejemplo, la elección de una profesión, practicar algún deporte, elección de una pareja y de un estilo de vida, sin dejar a un lado, lo más importante, el ajuste psicológico del joven, todo eso se lee muy bien y sin ningún problema, sin embargo la realidad para cada uno de nosotros es muy diferente al estereotipo ideal.

Actualmente, en nuestro transcurso de vida presentamos diversas crisis adaptativas y de crecimiento donde nuestra mentalidad inmadura por sus múltiples procesos de desarrollo es invadida por varios factores que provocan en nosotros incertidumbre emocional y confusión mental prolongándolo en varias ocasiones a la desesperanza en cualquier edad y a esa sensación de vacío o de no importar a nadie ni importarnos nada. Una palabra frecuente que traduce esto es “suicidio”, y que se ha hecho viral desafortunadamente, cuantas noticias alcanzamos a escuchar que conlleva este término y no sólo eso sino la claudicación emocional de esas sensaciones negativas y tramposas mentalmente que logran provocar ese torbellino emocional en el que ha tomado la decisión de llevarlo a cabo y en quienes el resto de su vida en su familia dejarán esa marca con grietas emocionales continuas.

Los factores de riesgo para conducir al suicidio son la presencia de trastornos mentales, predisposición genéticas, historia de maltrato o abusos, divorcio, desempleo, alta reciente de hospital psiquiátrico, intentos de suicidio anteriores, abuso de alcohol u otras sustancias, ideas suicidas persistentes; el aspecto mental nuevamente se hace presente en nuestra familia humana y nos insiste en no disfrazar estos decesos y aquellos que aún no son suicidios tratarlos pues tienen la esperanza de recobrar su salud mental.

Hay que asumir que el estado actual para predecir el suicidio y su prevención por sus intervenciones son escasas. Pero más allá de caer en el nihilismo, la situación nos plantea un interesante reto y pone de manifiesto la necesidad de un cambio en la aproximación al problema del suicidio.

“Psicología personalizada” más que estratificada pudiera darnos algo de dosis de vida, necesitamos sumar esfuerzos para aumentar la concientización de los peligros emocionales que rodean a los nuestros, nuestro reto encontrar otra manera de resolver esos sentimientos intolerables y fomentar el acudir con su médico de familia o su especialista de salud mental (psicoterapeuta) y dejarse ayudar constituye el factor más valioso para la prevención.

¿Qué podemos hacer? Apoyarnos en familia, apoyarnos socialmente, desarrollar nuestras habilidades de comunicación, buscar soluciones para resolver nuestros problemas de manera adaptada, buscar ayuda cuando surjan dificultades, trabajar la autoestima, y también, velar por nuestra salud mental todo el tiempo, recuperemos nuestra tranquilidad, vivir para mejorar, vivir con salud mental.

Dosis de vida en el suicidio

Normalmente durante la juventud se tiene un nivel óptimo de desarrollo físico, tenemos fuerza, resistencia y energía como nunca en nuestra vida, además nos encontramos inmersos en un proceso entre el paso de la adolescencia a los primeros años de la adultez, en la cual empezamos a establecer relaciones sociales estrechas y a tomar decisiones, por ejemplo, la elección de una profesión, practicar algún deporte, elección de una pareja y de un estilo de vida, sin dejar a un lado, lo más importante, el ajuste psicológico del joven, todo eso se lee muy bien y sin ningún problema, sin embargo la realidad para cada uno de nosotros es muy diferente al estereotipo ideal.

Actualmente, en nuestro transcurso de vida presentamos diversas crisis adaptativas y de crecimiento donde nuestra mentalidad inmadura por sus múltiples procesos de desarrollo es invadida por varios factores que provocan en nosotros incertidumbre emocional y confusión mental prolongándolo en varias ocasiones a la desesperanza en cualquier edad y a esa sensación de vacío o de no importar a nadie ni importarnos nada. Una palabra frecuente que traduce esto es “suicidio”, y que se ha hecho viral desafortunadamente, cuantas noticias alcanzamos a escuchar que conlleva este término y no sólo eso sino la claudicación emocional de esas sensaciones negativas y tramposas mentalmente que logran provocar ese torbellino emocional en el que ha tomado la decisión de llevarlo a cabo y en quienes el resto de su vida en su familia dejarán esa marca con grietas emocionales continuas.

Los factores de riesgo para conducir al suicidio son la presencia de trastornos mentales, predisposición genéticas, historia de maltrato o abusos, divorcio, desempleo, alta reciente de hospital psiquiátrico, intentos de suicidio anteriores, abuso de alcohol u otras sustancias, ideas suicidas persistentes; el aspecto mental nuevamente se hace presente en nuestra familia humana y nos insiste en no disfrazar estos decesos y aquellos que aún no son suicidios tratarlos pues tienen la esperanza de recobrar su salud mental.

Hay que asumir que el estado actual para predecir el suicidio y su prevención por sus intervenciones son escasas. Pero más allá de caer en el nihilismo, la situación nos plantea un interesante reto y pone de manifiesto la necesidad de un cambio en la aproximación al problema del suicidio.

“Psicología personalizada” más que estratificada pudiera darnos algo de dosis de vida, necesitamos sumar esfuerzos para aumentar la concientización de los peligros emocionales que rodean a los nuestros, nuestro reto encontrar otra manera de resolver esos sentimientos intolerables y fomentar el acudir con su médico de familia o su especialista de salud mental (psicoterapeuta) y dejarse ayudar constituye el factor más valioso para la prevención.

¿Qué podemos hacer? Apoyarnos en familia, apoyarnos socialmente, desarrollar nuestras habilidades de comunicación, buscar soluciones para resolver nuestros problemas de manera adaptada, buscar ayuda cuando surjan dificultades, trabajar la autoestima, y también, velar por nuestra salud mental todo el tiempo, recuperemos nuestra tranquilidad, vivir para mejorar, vivir con salud mental.

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