“No creo en los estilos me gusta empezar a manchar y manchar”, es así como se definió Manuel Valles Gómez, pintor escultor y artesano, maestro para muchos, gran amigo para otros.
Durango pierde a un gran artista, sus obras se hicieron parte de lo cotidiano, camuflagedas en vialidades y parques, Manuel deja hoy un gran legado en la plástica, pues partió a otro plano.
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Nació un primero de noviembre de 1959, así lo narró en una transmisión durante la pandemia para mostrar parte de su trayectoria, en el taller “La Cueva”. Creó infinidad de piezas, “me considero más pintor que escultor”, dijo, sin embargo sus grandes obras están a vista de todos.
Basta simplemente con tomar carretera a Gómez Palacio, 12 árboles secos, fueron el lienzo para que Manuel tallara a Durango desde sus costumbres, mitos, hasta las tradiciones, de ahí que “canto a la vida” es otra de las obras que lo caracterizan en la ciudad, pues el tallado del árbol habla de la familia durangueña.
La chatarra también es parte de los materiales que utilizaba el artesano, sus máscaras en fibra de palma que llevan una curaduría, narran historias coloridas bajo materiales naturales y vistosos.
De naturaleza sencilla, Manuel Valles Gómez, se formó de la mano de los grandes como lo fueron Francisco Montoya de la Cruz y Guillermo Bravo Morán.
Llevó en alto el nombre de Durango en todo México y parte del mundo, con más de 68 exposiciones individuales y colectivas, Manuel era reconocido por su dibujo libre, como lo demostró en su exposición “Mujeres de agua y tierra”.
Los temas libres eran su sello, sin embargo siempre estuvo comprometido con la documentación antes de iniciar una nueva historia en el lienzo o a través del material que transformaría.
Este jueves los artistas plásticos darán un reconocimiento póstumo en el Museo Guillermo Ceniceros en punto de la 10:00 horas.