José Luis González es poeta duranguense, aunque nació en Michoacán allá por 1944, su vida transcurre en la ciudad de los Revueltas y en cada una de las páginas de su libro, "El ciclo de los días" hay una cadencia y un compás que reflejan el decir y el sentir de su condición de ciudadano duranguense. Fundó hace una década, con su hijo Lisandro, la Librería Alfarabía en el centro histórico de la capital, ha traducido los sonetos de Luis de Camoens- su hija Betsabé heredó la cercanía por la lengua portuguesa- y a lo largo de su periplo juvenil viajó por el continente americano, un poeta como decía Rilke se hace de muchas ciudades, viajes y amores, la escritura es un pulso vital y José Luis González ha compartido la densidad de sus experiencias líricas en un libro denso, clarividente y de una transparencia absoluta.
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Presentación literaria
Este miércoles 31 de enero, en el marco de la programación del Aula de Literatura del Instituto de Bellas Artes de la UJED, el poeta José Luis González compartirá el estreno de su libro de poemas, "El ciclo de los días", editado en 2021, un volumen poético que contiene la estela provisoria de sus viajes y romances.
Con este libro de versos, el autor rompe su silencio habitual y cotidiano de la Librería Alfarabía, donde transcurre su jornada laboral, ofreciendo a los ciudadanos un hermoso caudal de libros de ocasión y joyas literarias. Además de sabio lector, librero y trabajador jubilado de Infonavit, además de padre y de emprendedor cultural, José Luis González es poeta.
Y es que en el actual panorama literario mexicano, este libro que se presenta en el noble patio central del Instituto de Bellas Artes de la UJED, a partir de las 19 horas, se postula como una audaz alquimia que desafía a los clichés y a los rumbos comerciales de la escritura posmoderna.
Hay en el mundo poético de José Luis González un hermoso vaivén de lugares y de testimonios que dotan a su poemario de una savia panamericana, como otros poetas mayores del siglo XX, como los chilenos Pablo Neruda o Gonzalo Rojas, en la escritura poética del duranguense hay una elemental búsqueda de la verdad, el amor es una espina dorsal que vaga de principio a fin en su libr, cada viaje circunda el infinito de los días y los paisajes son fecundos, indivisibles y benefactores para una experiencia vívida de la lectura.
El ciclo de los días
Antes y después de Marcel Proust y su búsqueda del tiempo perdido, muchos autores han configurado la memoria de su infancia como el mejor espacio de creación, los primeros paisajes y el despertar a la vida constituyen la fuente primigenia para la labor de la poesía, un género que puede ser tanto un factor para enriquecer el conocimiento del mundo, como un referente de comunicación esencial, más aún en una sociedad donde la ceguera, como preconizó José Saramago, se está convirtiendo en una patología global.
En el libro de José Luis González, desde su pórtico de inicio, las campanas y los campos, muy a la manera de Antonio Machado, suscitan el porvenir de una escritura lírica capaz de evocar con vigor los más remotos sentimientos de un escritor que ya ha entrado en la edad marcada por la sabiduría y el silencio íntimo de los días. De la vida de José Luis González se sabe que pasó su infancia en Cotija de Michoacán, sus padres se encontraban en este lugar cuya toponimia de origen chichimeca indica el lugar donde la garganta está más ensanchada, linda al norte con Jiquilpan y Villamar, y al este con Tocumbo, nombres del territorio mexicano que evocan la magia ancestral y el mito de caminantes como Juan Rulfo.
En la selva de Darién
Y es que el libro "El ciclo de los días" de José Luis González es un itinerario absoluto por su existencia, como la buena literatura de todos los tiempos, cada página contiene la posibilidad de un hallazgo, esa perla que se insinúa en la imagen creada de unos versos.
El poeta, fue testigo en su devenir como estudiante de los sucesos del 68, atravesó el continente hasta consumar el exilio providencial, vivió y amó en Buenos Aires, huyó de la dictadura y también hizo suyo el cielo de Montevideo y de Brasil, hay entre los poemas de José Luis González una abundancia de sonidos y de sentires que hacen del libro una prueba de fe sobre la libertad esencial de la condición humana. Son bellos los pasos del escritor por la Selva del Darién en 1969, entre aldeas como Boca de Cupe, Pucro, Yaviza o Paya, hay poemas sobre lo mítico que abarcan desde el cíclope a Penélope, hay efemérides, boulevares, declaraciones de amor y un viaje sideral por rincones de la memoria y de la vida que hacen del poeta duranguense un verdadero libro abierto.
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