/ domingo 19 de julio de 2020

"Monumento al libro" constituye un sitio histórico de enorme trascendencia

El Monumento a los Insurgentes, es un homenaje a los insurgentes prehendidos el 21 de marzo de 1811, en compañía de Don Miguel Hidalgo y Costilla en Acatita de Baján

Aunque la estructura hoy es utilizada como vil retrete, depósito de basura y sostén de puestos de vendimias los domingos, y es conocida por la mayoría simplemente como “monumento al libro”, este mausoleo localizado en las inmediaciones de la Explanada de Los Insurgentes, es un merecido homenaje a un grupo de insurrectos que al lado del Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, ofrendaron su vida en aras de la libertad, al ser ejecutados en Pie de la Cuesta y sepultados nada menos que en el Santuario de Guadalupe.

De manera general, este entorno del Santuario de Guadalupe y la explanada de Los Insurgentes, constituye un sitio histórico de enorme trascendencia, que sin embargo, en contraparte, desde hace alrededor de cuatro décadas, ha sido secuestrado por un grupo extenso de comerciantes que domingo a domingo se apodera de la zona, para convertirla sí, en un sitio importante de abasto, pero también de un sinnúmero de inconformidades por parte de los vecinos, ya que las molestias son más que los beneficios.

El Monumento a los Insurgentes, es un homenaje a los insurgentes prehendidos el 21 de marzo de 1811, en compañía de Don Miguel Hidalgo y Costilla en Acatita de Baján, sacrificados en Durango y sepultados en el presbiterio del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe el 17 de julio de 1812.

El sacrificio se llevó a cabo apenas a unos kilómetros de la ciudad de Durango, a unos pasos de la hoy carretera a Parral, en un sitio llamado Cuesta de los Insurgentes, donde se yergue un obelisco conmemorativo que, de igual manera es ignorado por las autoridades y que incluso, está vedado al paso de la ciudadanía.

Los insurgentes muertos en este episodio de la historia de la Independencia fueron: El teniente general del Ejército Insurgente, Mariano Balleza, el tesorero del Ejército, Ignacio Hidalgo y Muñoz, Pedro Bustamante, Carlos Medina, Bernardo Conde, Ignacio Jimémez –nombre de éste, apenas visible en la cantera gracias a la acción de personas inadaptadas y a la indolencia de administraciones municipales- que ningún cuidado tienen en la preservación de este importante sitio.

En propio monumento, añade en su segunda fase, la lista de los insurgentes sacrificados en Durango el 16 de marzo de 1811 y en este caso inhumados en el camposanto del Santuario:

José María Gutiérrez, José Hermenegildo Casas, José Francisco del Río, Juan Manuel Valles, Pedro Beltrán Meza y Juan Nepomuceno López.

Este gran monumento, hoy convertido en sitio para tirar basura, amarrar lazos para puestos de vendimias, e incluso, como se anota antes, para que personas inconscientes realicen sus necesidades fisiológicas ante la mirada pasiva de la autoridad, fue entregado al pueblo de Durango un día 16 de septiembre del año 1957 por el entonces gobernador del Estado, Francisco González de la Vega.

Por cierto que el texto final de este mausoleo, que rinde honores a los insurgentes caídos aquí en Durango en el mencionado punto, debe llamar poderosamente la atención a los responsables de conservar este tipo de monumentos, al afirmar: “Respetuoso homenaje del pueblo y gobierno de Durango a los héroes de la Libertad”.

Aunque la estructura hoy es utilizada como vil retrete, depósito de basura y sostén de puestos de vendimias los domingos, y es conocida por la mayoría simplemente como “monumento al libro”, este mausoleo localizado en las inmediaciones de la Explanada de Los Insurgentes, es un merecido homenaje a un grupo de insurrectos que al lado del Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, ofrendaron su vida en aras de la libertad, al ser ejecutados en Pie de la Cuesta y sepultados nada menos que en el Santuario de Guadalupe.

De manera general, este entorno del Santuario de Guadalupe y la explanada de Los Insurgentes, constituye un sitio histórico de enorme trascendencia, que sin embargo, en contraparte, desde hace alrededor de cuatro décadas, ha sido secuestrado por un grupo extenso de comerciantes que domingo a domingo se apodera de la zona, para convertirla sí, en un sitio importante de abasto, pero también de un sinnúmero de inconformidades por parte de los vecinos, ya que las molestias son más que los beneficios.

El Monumento a los Insurgentes, es un homenaje a los insurgentes prehendidos el 21 de marzo de 1811, en compañía de Don Miguel Hidalgo y Costilla en Acatita de Baján, sacrificados en Durango y sepultados en el presbiterio del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe el 17 de julio de 1812.

El sacrificio se llevó a cabo apenas a unos kilómetros de la ciudad de Durango, a unos pasos de la hoy carretera a Parral, en un sitio llamado Cuesta de los Insurgentes, donde se yergue un obelisco conmemorativo que, de igual manera es ignorado por las autoridades y que incluso, está vedado al paso de la ciudadanía.

Los insurgentes muertos en este episodio de la historia de la Independencia fueron: El teniente general del Ejército Insurgente, Mariano Balleza, el tesorero del Ejército, Ignacio Hidalgo y Muñoz, Pedro Bustamante, Carlos Medina, Bernardo Conde, Ignacio Jimémez –nombre de éste, apenas visible en la cantera gracias a la acción de personas inadaptadas y a la indolencia de administraciones municipales- que ningún cuidado tienen en la preservación de este importante sitio.

En propio monumento, añade en su segunda fase, la lista de los insurgentes sacrificados en Durango el 16 de marzo de 1811 y en este caso inhumados en el camposanto del Santuario:

José María Gutiérrez, José Hermenegildo Casas, José Francisco del Río, Juan Manuel Valles, Pedro Beltrán Meza y Juan Nepomuceno López.

Este gran monumento, hoy convertido en sitio para tirar basura, amarrar lazos para puestos de vendimias, e incluso, como se anota antes, para que personas inconscientes realicen sus necesidades fisiológicas ante la mirada pasiva de la autoridad, fue entregado al pueblo de Durango un día 16 de septiembre del año 1957 por el entonces gobernador del Estado, Francisco González de la Vega.

Por cierto que el texto final de este mausoleo, que rinde honores a los insurgentes caídos aquí en Durango en el mencionado punto, debe llamar poderosamente la atención a los responsables de conservar este tipo de monumentos, al afirmar: “Respetuoso homenaje del pueblo y gobierno de Durango a los héroes de la Libertad”.

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