/ sábado 8 de enero de 2022

Albert Camus… continúa

Estimado lector, traté y trato de hacer una metáfora sobre el libro de Albert Camus, La Peste, con las increíbles coincidencias en el contexto de la pandemia que continúa aquejándonos.

Quien haya leído este libro o esté por leerlo, habrá identificado o estará por identificar las enormes coincidencias de lo que está aconteciendo en casi todas las ciudades del mundo merced a los impactos del Coronavirus y ahora con sus variantes.

En el libro se aprecia la metodología en cuanto a los protocolos de salud que se llevaron en aquel entonces con mucha semejanza a los actuales, corría el año 1918 en la ciudad de Oran, Argelia.

El caso es que me centré en el comportamiento colectivo. Primero por parte de las autoridades de Oran en identificar que algo estaba pasando y que algo estaba mal, el diagnostico un tanto cuanto tardío, era la temible y letal Peste.

Las primeras medidas de higiene, salud y seguridad, el endurecimiento de las mismas, la preparación apresurada de doctores, enfermeras y camilleros. Preparación de los hospitales, camas, medicamento y los incipientes aparatos de la época.

La situación fue que el problema se desbordó y lo que resultó fue la insuficiencia para hacer frente a la peste. Las consecuencias fueron funestas.

Lo que más me sorprendió fue el comportamiento de los ciudadanos. En un principio el desconocimiento, la incredulidad, la indiferencia.

Luego llegó la preocupación, la angustia y la desesperación y dentro de la desesperación, tocó su tiempo a la depresión y finalmente la esperanza, no de que pasara pronto la peste, sino de sobrevivirla… y ¡VIVIR!

Había desconcierto y desinformación, enojo, ira e impotencia porque no se atendía a familiares.

La mayor parte no alcanzaban a despedir a sus difuntos, muchos no sabían a dónde iban a parar los restos de sus familiares más queridos, los más afortunados podían dar un acto fúnebre muy exiguo, pero al fin, funeral y la suerte de despedirse y saber el espacio que ocuparía su cuerpo.

Las razones eran obvias, entre otras la insuficiencia. Existía un solo periódico que daba la información, pero después apareció otro porque uno ya no era capaz de alcanzar una mayor cobertura

En el confinamiento, lo que más se sentía era la separación entre los miembros de la familia.

Una gran cantidad de hombres pensaba que si el virus entraba por la boca y llegaba al estómago, no habría virus que aguantara alcohol alguno, la población de “borrachos” aumentó.

Con la tecnología actual de comunicación, nos podemos enterar del estatus que guardan nuestras familias y amigos, de lo que pasa en nuestra ciudad, en nuestra región, en nuestro país y en el mundo.

Si no nos cuidamos con este nuevo ataque de las variantes del coronavirus, estaremos confinados de manera más fuerte en nuestros hogares, extrañaremos de una manera u otra “el despertar de nuestra ciudad”, el silencio campeará más, pero por otro lado tendremos la oportunidad de poner más atención en el día y la noche, del sol, la luna y las estrellas, de las aves. Podremos admirar mejor el crepúsculo y el ocaso en el horizonte.

Parafraseando a Albert Camus, aprendamos que “ya no habrá destinos individuales, sino historia colectiva provocada por el coronavirus y sentimientos de unión compartidos por todo el mundo”.

Aprendamos a no estar en actitud reactiva, unámonos y seamos proactivos con acciones positivas al lado de nuestro prójimo. ¡Quédate en casa! ¡Hasta la próxima!

Estimado lector, traté y trato de hacer una metáfora sobre el libro de Albert Camus, La Peste, con las increíbles coincidencias en el contexto de la pandemia que continúa aquejándonos.

Quien haya leído este libro o esté por leerlo, habrá identificado o estará por identificar las enormes coincidencias de lo que está aconteciendo en casi todas las ciudades del mundo merced a los impactos del Coronavirus y ahora con sus variantes.

En el libro se aprecia la metodología en cuanto a los protocolos de salud que se llevaron en aquel entonces con mucha semejanza a los actuales, corría el año 1918 en la ciudad de Oran, Argelia.

El caso es que me centré en el comportamiento colectivo. Primero por parte de las autoridades de Oran en identificar que algo estaba pasando y que algo estaba mal, el diagnostico un tanto cuanto tardío, era la temible y letal Peste.

Las primeras medidas de higiene, salud y seguridad, el endurecimiento de las mismas, la preparación apresurada de doctores, enfermeras y camilleros. Preparación de los hospitales, camas, medicamento y los incipientes aparatos de la época.

La situación fue que el problema se desbordó y lo que resultó fue la insuficiencia para hacer frente a la peste. Las consecuencias fueron funestas.

Lo que más me sorprendió fue el comportamiento de los ciudadanos. En un principio el desconocimiento, la incredulidad, la indiferencia.

Luego llegó la preocupación, la angustia y la desesperación y dentro de la desesperación, tocó su tiempo a la depresión y finalmente la esperanza, no de que pasara pronto la peste, sino de sobrevivirla… y ¡VIVIR!

Había desconcierto y desinformación, enojo, ira e impotencia porque no se atendía a familiares.

La mayor parte no alcanzaban a despedir a sus difuntos, muchos no sabían a dónde iban a parar los restos de sus familiares más queridos, los más afortunados podían dar un acto fúnebre muy exiguo, pero al fin, funeral y la suerte de despedirse y saber el espacio que ocuparía su cuerpo.

Las razones eran obvias, entre otras la insuficiencia. Existía un solo periódico que daba la información, pero después apareció otro porque uno ya no era capaz de alcanzar una mayor cobertura

En el confinamiento, lo que más se sentía era la separación entre los miembros de la familia.

Una gran cantidad de hombres pensaba que si el virus entraba por la boca y llegaba al estómago, no habría virus que aguantara alcohol alguno, la población de “borrachos” aumentó.

Con la tecnología actual de comunicación, nos podemos enterar del estatus que guardan nuestras familias y amigos, de lo que pasa en nuestra ciudad, en nuestra región, en nuestro país y en el mundo.

Si no nos cuidamos con este nuevo ataque de las variantes del coronavirus, estaremos confinados de manera más fuerte en nuestros hogares, extrañaremos de una manera u otra “el despertar de nuestra ciudad”, el silencio campeará más, pero por otro lado tendremos la oportunidad de poner más atención en el día y la noche, del sol, la luna y las estrellas, de las aves. Podremos admirar mejor el crepúsculo y el ocaso en el horizonte.

Parafraseando a Albert Camus, aprendamos que “ya no habrá destinos individuales, sino historia colectiva provocada por el coronavirus y sentimientos de unión compartidos por todo el mundo”.

Aprendamos a no estar en actitud reactiva, unámonos y seamos proactivos con acciones positivas al lado de nuestro prójimo. ¡Quédate en casa! ¡Hasta la próxima!

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