/ miércoles 8 de junio de 2022

¿Hasta dónde la libertad de matar?

La masacre ocurrida en Uvalde, Texas, muestra la necesidad urgente de restablecer el tejido social, en todo el mundo. Ese que se ha perdido, no solamente entre padres e hijos, sino también en las escuelas y en los sitios públicos.

Lo ocurrido con este joven que acude a una escuela y mata a 19 niños y niñas, y a dos maestras de esa comunidad, da cuenta de cómo la infancia de este menor transcurre de manera violenta, lo cual no es justificación para lo ocurrido, pero sí es necesaria una revisión de la fragilidad de la salud mental de las actuales generaciones. Así como de los daños que provoca la violencia en todas sus formas.

Hemos sido testigos de cómo una institución policiaca quedó inactiva por casi una hora, y que quizá una mejor actuación pudo evitar la muerte de todos esos infantes que dejaron en la orfandad a sus padres, además de dolor e incredulidad social.

En Durango, 17% de las personas internadas en el Hospital Psiquiátrico son menores de edad y en el país más de dos millones sufren de depresión. Cabe señalar que la pandemia de Covid-19, dejó nuestra salud mental más resquebrajada como resultado del confinamiento de más de 2 años, cambios de hábitos y deterioro económico.

Lejos de acostumbrarnos a las matanzas que son una constante en algunas entidades de los Estados Unidos de Norteamérica, y en donde hemos a menores de edad o jóvenes autores de las mismas sufrieron violencia y decidieron privar a otros de la vida; lo ocurrido en Texas, nos coloca frente a todos los pendientes que tenemos como sociedad.

No puedo dejar de mencionar entre las causas de estas tragedias, que las considero problemas de responsabilidad global, las leyes y el pensamiento norteamericano de tener dentro de sus artículos personales armas de todos los calibres para “defenderse de los malos”. Confío en que pronto la ciudadanía de ese país del Norte reflexione y rectifique en estas condiciones de vida.

Por lo pronto nosotros debemos experimentar en cabeza ajena, seguir modificando leyes que en décadas no se movieron, aplicándolas, no permitiendo la impunidad y sobre todo fomentando el cuidado de nuestra infancia y proveerla de condiciones sociales justas y equitativas.

La masacre ocurrida en Uvalde, Texas, muestra la necesidad urgente de restablecer el tejido social, en todo el mundo. Ese que se ha perdido, no solamente entre padres e hijos, sino también en las escuelas y en los sitios públicos.

Lo ocurrido con este joven que acude a una escuela y mata a 19 niños y niñas, y a dos maestras de esa comunidad, da cuenta de cómo la infancia de este menor transcurre de manera violenta, lo cual no es justificación para lo ocurrido, pero sí es necesaria una revisión de la fragilidad de la salud mental de las actuales generaciones. Así como de los daños que provoca la violencia en todas sus formas.

Hemos sido testigos de cómo una institución policiaca quedó inactiva por casi una hora, y que quizá una mejor actuación pudo evitar la muerte de todos esos infantes que dejaron en la orfandad a sus padres, además de dolor e incredulidad social.

En Durango, 17% de las personas internadas en el Hospital Psiquiátrico son menores de edad y en el país más de dos millones sufren de depresión. Cabe señalar que la pandemia de Covid-19, dejó nuestra salud mental más resquebrajada como resultado del confinamiento de más de 2 años, cambios de hábitos y deterioro económico.

Lejos de acostumbrarnos a las matanzas que son una constante en algunas entidades de los Estados Unidos de Norteamérica, y en donde hemos a menores de edad o jóvenes autores de las mismas sufrieron violencia y decidieron privar a otros de la vida; lo ocurrido en Texas, nos coloca frente a todos los pendientes que tenemos como sociedad.

No puedo dejar de mencionar entre las causas de estas tragedias, que las considero problemas de responsabilidad global, las leyes y el pensamiento norteamericano de tener dentro de sus artículos personales armas de todos los calibres para “defenderse de los malos”. Confío en que pronto la ciudadanía de ese país del Norte reflexione y rectifique en estas condiciones de vida.

Por lo pronto nosotros debemos experimentar en cabeza ajena, seguir modificando leyes que en décadas no se movieron, aplicándolas, no permitiendo la impunidad y sobre todo fomentando el cuidado de nuestra infancia y proveerla de condiciones sociales justas y equitativas.

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