/ viernes 17 de mayo de 2019

No seguimos el buen ejemplo del vecino

“El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas”.- Concepción Arenal

Mucho del contenido de este artículo ya la había expresado anteriormente, en el año de 2012, pero deseo volverlo a manifestar, toda vez que en estos días se dio a conocer en las redes, sobre la forma en que recibieron los menonitas las tierras que se les brindaron para que hicieran sus colonias de labores agrícolas.

Ha de haber sido con la idea de que no lograran absolutamente nada, dada la pésima calidad de las heredades en las que los instalaron, más no obstante eso y sin apoyos gubernamentales, con su gran disposición de entrega al trabajo, hicieron de sus posesiones verdaderos vergeles. Y señala el video de las redes sociales mencionado que, tal vez sea la causa por la que no existe la motivación de nuestros agricultores, ejidatarios y demás campesinos, que siempre el gobierno los ha acostumbrado a recibir participaciones y si les llega a faltar, vuelven a pedir, y aunque no tengan alguna razón legal, hasta toman cacetas y cobran por su cuenta el peaje que no les corresponde.

Mientras estuve desempeñándome como notario público número dos, en la ciudad de Santiago Papasquiaro, un candidato de fines de siglo pasado me encomendó la constitución de una Sociedad de Producción Rural, de tal suerte que, con las autorizaciones correspondientes y atendiendo la petitoria, acordamos que la totalidad de miembros que integrarían la persona moral firmarían en el poblado donde habitaban, que es un lugar aledaño a las granjas menonitas dentro del municipio de Santiago Papasquiaro, pero colindantes con el municipio de Nuevo Ideal, para lo cual habría que acudir al lugar en una fecha, que para tal efecto se determinó.

Llegado el día, el líder que deseaba el aglutinamiento de aquellas personas por razones de la política de su partido, me condujo en su vehículo a la comunidad aquella, para lo cual, tuvimos que pasar antes por las alquerías menonitas, en las que se destacaba la vida rebosante de sus campos totalmente sembrados y hasta adornados con flores de varias especies, árboles que daban sombra, con calles bien trazadas y dimensiones apropiadas, casas alineadas y hasta orientadas correctamente simbolizando comodidad.

Hombres, mujeres y niños, laborando con sus utensilios de agricultura de campo, o atendiendo al ganado, caminos dispuestos para transitar, y todo aquello que se puede apreciar de gente que trabaja y pugna por vivir mejor.

Después de transitar por esas huertas en las que se reafirmaba que, para poder vivir bien, era necesario el trabajo y la colaboración de sus habitantes, traspaso la línea divisoria para llegar a la población donde nos esperaban las personas que firmarían en el protocolo del notario, en la creación de la sociedad requerida, territorio que emanaba un ambiente áspero, agreste y huraño, campos desolados y desérticos, sus caminos con hundimientos y sin reparaciones, con sus moradas tristes, derruidas y de mal aspecto, y más adelante en el lugar acordado, sentados en una especie de banqueta y rodeados de latas de cervezas consumidas, esperaban a la mayoría de los que integrarían la sociedad pretendida.

Por supuesto la indisciplina era característica en sus moradores, pues no obstante la hora acordada, algunos aún no llegaban, mientras a otros se les apreciaba en su figura y aliento los estragos de lo que conocemos como “la cruda realidad”. Se procedió a llamar a los interesados, quienes previa identificación firmaban, pocos lo hacían con agilidad, otros temblorosos y muchos más con mayor dificultad, pero varios también, por no saber firmar estampaban su huella y firmaba a ruego otras personas.

Al concluir, le expresaron al político interesado en reunirlos: -Ahora sí, ya unidos y con la fuerza que el político aconsejó, estarían en mayores posibilidades de pedir y que les dieran las tierras de sus vecinos los menonitas, pues a decir de los campesinos, eran las tierras buenas y mejores, mientras que las tierras que ellos tenían, eran las malas y de peor calidad.

Respondiendo el político, (al estilo cotidiano de los de su gremio), que lo importante era que le brindaran a él su apoyo para ganar la elección y que, no tan sólo las tierras de los menonitas se podrían conseguir para beneficio de ellos, sino muchas cosas más.

De regreso a Santiago Papasquiaro, le pregunté al político aquél, si de verdad pretendían quitarles las tierras a los menonitas, o causarles algún perjuicio en sus comunidades, respondiéndome, que no, que eran especulaciones de los “güevones” de los ejidatarios y que si las tierras de los menones, eran prósperas y fructificaban, había sido por causa de la tenacidad y perseverancia de ellos, mientras que los ejidatarios, sólo estaban acostumbrados a pedir, quienes además se conformaban con lo que el gobierno les daba.

Vino a mi mente aquella frase de Napoleón: “La masa busca al líder, no porque lo estime sino por interés; y el líder acepta a la masa por vanidad o por necesidad”. De igual manera John Kenneth Galbraith, manifestó: “Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”.

Desgraciadamente en nuestro país, la gente se sigue conformando con despensas, láminas y costales de cemento, sobre todo en épocas de campañas políticas, pero no se hace nada para sacarlos de su atraso, por educarlos al menos un poco y enseñarles la realidad. Capacitarlos para trabajar honestamente sin pretender lucros indebidos y a costa de otros. Pero actualmente, que se está regalando dinero a “ninis”, que se obsequia dinero, aunque no se demuestre su buen uso o respuesta positiva, lo que se está logrando es, acostumbrar más a la holgura de todos aquellos que ya se saben atenidos en la recepción de una determinada cuota, no obstante que, a más de 490 años antes de Cristo, el filósofo chino Lao-tsé, nos enseñó que: -“Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida”. A estas fechas, se continúa nutriendo por jornadas a nuestra gente, pero no se le dan las herramientas adecuadas para enseñarlos pescar por cuenta propia, aunque el buen ejemplo se tenga en los vecinos.

“El mejor homenaje que puede tributarse a las personas buenas es imitarlas”.- Concepción Arenal

Mucho del contenido de este artículo ya la había expresado anteriormente, en el año de 2012, pero deseo volverlo a manifestar, toda vez que en estos días se dio a conocer en las redes, sobre la forma en que recibieron los menonitas las tierras que se les brindaron para que hicieran sus colonias de labores agrícolas.

Ha de haber sido con la idea de que no lograran absolutamente nada, dada la pésima calidad de las heredades en las que los instalaron, más no obstante eso y sin apoyos gubernamentales, con su gran disposición de entrega al trabajo, hicieron de sus posesiones verdaderos vergeles. Y señala el video de las redes sociales mencionado que, tal vez sea la causa por la que no existe la motivación de nuestros agricultores, ejidatarios y demás campesinos, que siempre el gobierno los ha acostumbrado a recibir participaciones y si les llega a faltar, vuelven a pedir, y aunque no tengan alguna razón legal, hasta toman cacetas y cobran por su cuenta el peaje que no les corresponde.

Mientras estuve desempeñándome como notario público número dos, en la ciudad de Santiago Papasquiaro, un candidato de fines de siglo pasado me encomendó la constitución de una Sociedad de Producción Rural, de tal suerte que, con las autorizaciones correspondientes y atendiendo la petitoria, acordamos que la totalidad de miembros que integrarían la persona moral firmarían en el poblado donde habitaban, que es un lugar aledaño a las granjas menonitas dentro del municipio de Santiago Papasquiaro, pero colindantes con el municipio de Nuevo Ideal, para lo cual habría que acudir al lugar en una fecha, que para tal efecto se determinó.

Llegado el día, el líder que deseaba el aglutinamiento de aquellas personas por razones de la política de su partido, me condujo en su vehículo a la comunidad aquella, para lo cual, tuvimos que pasar antes por las alquerías menonitas, en las que se destacaba la vida rebosante de sus campos totalmente sembrados y hasta adornados con flores de varias especies, árboles que daban sombra, con calles bien trazadas y dimensiones apropiadas, casas alineadas y hasta orientadas correctamente simbolizando comodidad.

Hombres, mujeres y niños, laborando con sus utensilios de agricultura de campo, o atendiendo al ganado, caminos dispuestos para transitar, y todo aquello que se puede apreciar de gente que trabaja y pugna por vivir mejor.

Después de transitar por esas huertas en las que se reafirmaba que, para poder vivir bien, era necesario el trabajo y la colaboración de sus habitantes, traspaso la línea divisoria para llegar a la población donde nos esperaban las personas que firmarían en el protocolo del notario, en la creación de la sociedad requerida, territorio que emanaba un ambiente áspero, agreste y huraño, campos desolados y desérticos, sus caminos con hundimientos y sin reparaciones, con sus moradas tristes, derruidas y de mal aspecto, y más adelante en el lugar acordado, sentados en una especie de banqueta y rodeados de latas de cervezas consumidas, esperaban a la mayoría de los que integrarían la sociedad pretendida.

Por supuesto la indisciplina era característica en sus moradores, pues no obstante la hora acordada, algunos aún no llegaban, mientras a otros se les apreciaba en su figura y aliento los estragos de lo que conocemos como “la cruda realidad”. Se procedió a llamar a los interesados, quienes previa identificación firmaban, pocos lo hacían con agilidad, otros temblorosos y muchos más con mayor dificultad, pero varios también, por no saber firmar estampaban su huella y firmaba a ruego otras personas.

Al concluir, le expresaron al político interesado en reunirlos: -Ahora sí, ya unidos y con la fuerza que el político aconsejó, estarían en mayores posibilidades de pedir y que les dieran las tierras de sus vecinos los menonitas, pues a decir de los campesinos, eran las tierras buenas y mejores, mientras que las tierras que ellos tenían, eran las malas y de peor calidad.

Respondiendo el político, (al estilo cotidiano de los de su gremio), que lo importante era que le brindaran a él su apoyo para ganar la elección y que, no tan sólo las tierras de los menonitas se podrían conseguir para beneficio de ellos, sino muchas cosas más.

De regreso a Santiago Papasquiaro, le pregunté al político aquél, si de verdad pretendían quitarles las tierras a los menonitas, o causarles algún perjuicio en sus comunidades, respondiéndome, que no, que eran especulaciones de los “güevones” de los ejidatarios y que si las tierras de los menones, eran prósperas y fructificaban, había sido por causa de la tenacidad y perseverancia de ellos, mientras que los ejidatarios, sólo estaban acostumbrados a pedir, quienes además se conformaban con lo que el gobierno les daba.

Vino a mi mente aquella frase de Napoleón: “La masa busca al líder, no porque lo estime sino por interés; y el líder acepta a la masa por vanidad o por necesidad”. De igual manera John Kenneth Galbraith, manifestó: “Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”.

Desgraciadamente en nuestro país, la gente se sigue conformando con despensas, láminas y costales de cemento, sobre todo en épocas de campañas políticas, pero no se hace nada para sacarlos de su atraso, por educarlos al menos un poco y enseñarles la realidad. Capacitarlos para trabajar honestamente sin pretender lucros indebidos y a costa de otros. Pero actualmente, que se está regalando dinero a “ninis”, que se obsequia dinero, aunque no se demuestre su buen uso o respuesta positiva, lo que se está logrando es, acostumbrar más a la holgura de todos aquellos que ya se saben atenidos en la recepción de una determinada cuota, no obstante que, a más de 490 años antes de Cristo, el filósofo chino Lao-tsé, nos enseñó que: -“Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida”. A estas fechas, se continúa nutriendo por jornadas a nuestra gente, pero no se le dan las herramientas adecuadas para enseñarlos pescar por cuenta propia, aunque el buen ejemplo se tenga en los vecinos.

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