/ domingo 28 de abril de 2024

El ordenador de Yuang

En esta vida no es necesario saberlo todo. Existen sucesos que es mejor dejarlos en lo más oculto de sus orígenes, pues las lenguas dicen que buscar es encontrar y a veces ese hallazgo puede ser el más horrible de tus miedos.

El otoño del año 2022 estaba cercano, las últimas ondas de calor se disipaban a lo largo de la oficina y la sensación de vivir en una normalidad paralela a la pandemia se veía como un sueño cada vez más palpable. Todos los cubículos de investigación periodística parecían divisiones de algún centro espacial abandonado y es que, a esas horas de la noche, lo único que podía escucharse en esa gran oficina del periódico local del pueblo norte, era el sistema de ventilación crujiendo y alguno que otro ordenador encendido y luchando por no colapsar en medio de las altas temperaturas. Sid había decidido quedarse horas extras, no por un sueldo proporcional, –porque además de que no lo había, no se lo otorgarían por quedarse las horas sentada sabría Dios a que tantas cosas frente al ordenador–, sino porque ella, a menudo solía buscar respuestas de las verdaderas causas relacionadas con la muerte de su amigo Yuang Long, ocurrida dos años atrás en el año de la pandemia. Las buscaba en las redes, en su cabeza y esa vez, lo hizo en un sitio equivocado, en el ordenador del fallecido Yuang.

La extraña muerte de su amigo Yuang Long fue inverosímil y por eso ella nunca quitó el ojo del renglón, pues deseaba conocer la verdadera causa y no esa chorada de un suicidio. Y es que todo se dio de manera extraña, inexplicable y fuera de razón. Les cuento tal y cómo ocurrió.

El día 21 de abril del 2020, el mundo volvía de la primera cuarentena y ellos dos, de cubrir una nota relacionada con la estadística de infectados de Coronavirus en el hospital local del Pueblo Norte. Caminaban juntos por la avenida principal con dirección a la oficina central del periódico para vaciar la información a los ordenadores. Las lámparas solares ya bañaban de luz la oscuridad del camino y el bullicio de la ciudad renacía con alguno que otro camión de transporte público abordado a penas con cinco o seis usuarios que volvían a buscar el pan de cada día. Sid y Yuang caminaban juntos, pero a la vez separados por un metro de distancia y a pesar de ser buenos amigos, no incumplían las normas de sanidad impuestas por los servicios de salud. Sid dibujaba una mirada despreocupada, con algo de esperanza, pero Yuang Long mostraba un par de ojos estresados, confundidos y de no traer mascarilla, su aspecto sería el de una persona horrorizada.

–Olvidé a mi escarabajo en la oficina Sid. Estoy preocupado. En esta pandemia no le he dado de comer y por nada debí haberlo dejado morir de hambre.

–Pero solo es un escarabajo, no pasa nada Yuang. Además, el clima en la oficina aún no comienza a ser tan despiadado, verás que todo estará bien, quizá se alimentó de la hierba que tiene en su terrario.

–No debí romper esa regla, lo he arruinado, pero mira Sid, hagamos lo siguiente:

Debo entrar primero al edificio y ofrecerle comida a mi pobre mascota y luego claro, puedes entrar tú, porque el día de mañana todos se reintegran al trabajo y no quiero un desastre ni incomodarles, maldita sea Sid, maldita sea la hora en que olvidé dejarlo solo en la oficina. –Sid no entendía mucho todo ese cuento del escarabajo abandonado, pero respetaba las creencias de Yuang, porque quizá para un oriental, un escarabajo tendría el mismo valor que un perro para un occidental, por eso, ella sacó la llave del edificio central, abrió, desactivó las alarmas y vio que el sistema de cámaras no funcionaba, no le dio importancia, pues durante la cuarentena pudo haber sido desactivado por error. La gran puerta de cristal se abrió como una boca, Sid se hizo a un lado para abrir paso, encendió las primeras dos pastillas eléctricas y dejó entrar primero a Yuang para que resolviera la mala situación de su rara mascota. Él, sin esperar alguna otra señal de aprobación, avanzó a tumbos hasta la puerta secundaria que conectaba al área de cubículos, giró a la izquierda y desapareció de la vista de Sid en menos de cuatro segundos. Ella se quedó sentada en la silla de recepción, mirando algunos papeles fechados de 2019, pensó en un antes y un después, luego sin desearlo, tuvo una mala sensación, sintió la piel erizada y se antojó desprotegida bajo una luz led parpadeante, sintió deseos de seguir a Yuang, pero respetar el cuento ese del escarabajo desnutrido la obligó a seguir ahí sentada haciendo nada, con la mirada clavada en los cristales del edificio y viendo como las luces de algunos carros proyectaban sombras largas de los postes de luz sobre el piso marmoleado del lobby. Sus piernas temblaron un poco, luego en el fondo del edificio donde se encontraban los cubículos y Yuang, pudo escuchar un sonido crujiente como si alguien pisara a un escarabajo, no se le vino nada a la mente, más que eso, la imagen de Yuang lamentándose y pisando el cadáver de su escarabajo. Sid se antojó nerviosa, giró su cabeza hacia el pasillo, le pareció ver un destello resplandecer en el área de cubículos y recordó alguna serie de ciencia ficción, pero quizá solo había sido algún reflejo del exterior, guardó la calma, porque un periodista debe evitar la sugestión antes del pánico y achacó la escena a eso, solo era un reflejo de la calle. Por un momento quiso salir de ese sitio y correr, pero ella también tenía que vaciar toda la información periodística de los días de trabajo desde casa. No se movió de la silla, parecía una estatua y ahí sin quererlo, sospechó que jamás volvería a ver con vida a su buen amigo. Pasaron cerca de veinte minutos y ella lanzó un grito a Yuang:

–Amigo Yuang, ¿estás bien? –Gritó con fuerza, pero solo el eco fue quien se encargó de responderle. Se paró de la silla como si fuera un maniquí viviente y accionó las últimas cuatro pastillas eléctricas para encender el resto del edificio, atravesó la puerta de acceso y caminó por el pasillo hasta el área de cubículos. Sid atravesó la primera fila de ordenadores, también la segunda, vio uno papeles tirados, pero no les tomó importancia, por fin caminó hasta la tercera y en el fondo, en el último cubículo, pudo ver un hilo de sangre correr hacia sus pies como si fuera una serpiente a punto de morderla, ella llevó sus manos a la boca y cuando levantó su mirada, pudo ver a Yuang sentado de espaldas, inerte. Sid caminó sin pisar el hilo de sangre y sacó su teléfono móvil para grabar posibles evidencias y cuando llegó a menos de cincuenta centímetros de su amigo, notó que no había movimientos de respiración, con su pie derecho giró la silla y pudo ver a Yuang con dos bolígrafos enterrados en los ojos, con el rostro pálido, la boca abierta y la lengua morada, a su lado sobre el escritorio, se encontraba el terrario vacío, sin su dueño, sin el escarabajo. Sid pegó un grito que pudo escucharse en todo el edificio y a metros a la redonda, llamó de inmediato al 911 y después de una investigación de rutina en la escena y del rigor mortis del cadáver, se llegó a la conclusión de que el joven periodista Yuang Long se había suicidado enterrándose los bolígrafos en los ojos.

Sid fue detenida un par de horas, le retiraron el video de evidencia y luego de ser liberada, se le asignó atención médica y a los pocos días, se le proporcionó terapia psicológica por un buen tiempo para tratar de olvidar ese mal trago. El periódico siguió operando bajo las normas de una pandemia, pero para los trabajadores era un martirio ver el espacio de Yuang tan vacío como si de un lugar maldito se tratara. Los rumores no se hicieron esperar y entre chismes y realidad ocurrieron sucesos inesperados. Uno de los guardias decía que la silla donde murió Yuang se desplazaba de un extremo a otro y se movía como si alguien la ocupara, también en algunas ocasiones el ordenador amanecía encendido o en modo de reposo. Más de siete empleados renunciaron por haber visto a ese ordenador moviéndose como si fuera un ser vivo y otros siguieron con mal sabor de boca y la idea de estar conviviendo con un fantasma. Para Sid fue distinto, pues más allá de pensar en historias de fantasmas o en el chismerío laboral, ella tenía un objetivo: saber qué había sucedido en realidad. Pasó el tiempo, la pandemia se fue disolviendo, también un poco el recuerdo de Yuang.

Ahora vuelvo al otoño del año 2022 y al inicio de este relato. Sid vivía más tranquila, empleados nuevos llegaron al periódico local y la horrible muerte del joven oriental se convertía en un recuerdo difuso para algunos, pero no para Sid, porque siempre al dormir veía la imagen de Yuang con ese par de bolígrafos enterrados en los ojos, a veces esa imagen cobraba vida y el chico se levantaba de la silla y la perseguía con la lengua arrastrando hasta el piso, eso le asustaba, pero también la motivaba a encontrar una respuesta más allá del suicidio. Esa tarde del 31 de octubre del año 2022 cuando todos se habían marchado a sus casas, ella por primera vez se atrevió a presionar el botón de encendido del ordenador de Yuang. La sensación térmica en el edificio se elevaba a unos 38 grados y sus manos estaban húmedas, el ventilador chillaba en lo alto y parecía ser la carcajada de una bruja. Sid miró alrededor y se cercioró de que nadie la observara y aunque sabía que el sistema de monitoreo se había reforzado desde el incidente, no le importó y se sentó en el cubículo de su viejo amigo Yuang. El ordenador lanzó una melodía corta y se pudo ver una barra debajo del logo de la manzana, espero unos segundos y apareció la pantalla de inicio. La configuración del ordenador seguía en el idioma japones, abrió el historial de búsqueda y desplegó la pestaña para traducir al español y fue en ese momento cuando comenzó a entender la muerte de Yuang:

RITUAL KODOKU: Después de haber conseguido más de cinco insectos en el cementerio, el creyente deberá colocarlos en un mismo deposito, habrá una lucha entre ellos y el insecto sobreviviente será adoptado por el creyente y por medio de un ritual de magia oscura, un espíritu entrará al cuerpo del bicho, así, el nuevo amo podrá pedir abundancia y protección, pero si un día deja de alimentarlo, la ira del espíritu despertará, su amo no verá la sangre derramar y la muerte será la reina en el sitio de la venganza. “vuelve de la niebla, vuelve a respirar, deja tu descanso y ven para matar” (repetirlo en voz alta por tres veces en el sitio donde el amo del insecto pereció)

Sid de forma inconsciente leyó el ritual en voz alta, para colmo lo repitió las tres veces y después de eso el ventilador en el techo dejó de chillar, la luz de los cubículos parpadeó y luego se todo el edificio se fundió en oscuridad apenas lamida por los últimos rayos del sol y la pantalla del ordenador dibujó un glitch con tonos rojos, verdes y azules. La luz del monitor bañaba el rostro pálido de Sid. El teclado y el monitor comenzaron a vibrar, por un momento Sid creyó que la computadora estaba cobrando vida. La pantalla pareció derretirse, el plasma se convirtió en un líquido color rojo parecido al hierro fundido y del centro nacieron unas patas iguales a las de un escarabajo, después se fueron convirtiendo en una mano que se fue acercando al cuello de Sid, ella pudo ver salir del monitor un rostro arrugado, de ojos rasgados y pocos cabellos llenos de algo parecido a la saliva. Esa entidad llevaba una túnica blanca y estaba frente a Sid rodeándole el cuello con ambas manos. Sid dejó de tener control de la situación, pues más allá de sentir miedo por estar frente a un fantasma, sintió deseos de arrancarse los ojos, porque la mirada de ese ser, era lo más espantoso que un ser humano pudiese vivir. La cosa proyectaba llamaradas y chispazos de lo que realmente era el infierno. La entidad abrió la boca llena de hambre y de ella emergió un escarabajo con rostro humano que comenzó a burlarse del pánico de Sid quien ahora era dueña de la maldición. Ella no corrió, no lloró, no luchó y lo único que pudo hacer, fue tomar dos bolígrafos del cubículo contiguo para enterrarlos en sus ojos. Sid no vio la sangre derramar, pero en los últimos momentos de su conciencia, supo que su amigo Yuang no se había suicidado. Las cámaras de seguridad volvieron a fallar, el ordenador regresó a su forma original, no había pistas de una entidad vomitada por un monitor, sólo la mujer con los ojos perforados. La nota periodística seguro hablará de un nuevo suicidio dentro de las instalaciones del periódico local del pueblo norte o quizá de un posible asesino con un método excéntrico. La verdad no la sabrán, pero queda una pequeña duda, ¿quién será el próximo dueño de la maldición en el pueblo norte?

En esta vida no es necesario saberlo todo. Existen sucesos que es mejor dejarlos en lo más oculto de sus orígenes, pues las lenguas dicen que buscar es encontrar y a veces ese hallazgo puede ser el más horrible de tus miedos.

El otoño del año 2022 estaba cercano, las últimas ondas de calor se disipaban a lo largo de la oficina y la sensación de vivir en una normalidad paralela a la pandemia se veía como un sueño cada vez más palpable. Todos los cubículos de investigación periodística parecían divisiones de algún centro espacial abandonado y es que, a esas horas de la noche, lo único que podía escucharse en esa gran oficina del periódico local del pueblo norte, era el sistema de ventilación crujiendo y alguno que otro ordenador encendido y luchando por no colapsar en medio de las altas temperaturas. Sid había decidido quedarse horas extras, no por un sueldo proporcional, –porque además de que no lo había, no se lo otorgarían por quedarse las horas sentada sabría Dios a que tantas cosas frente al ordenador–, sino porque ella, a menudo solía buscar respuestas de las verdaderas causas relacionadas con la muerte de su amigo Yuang Long, ocurrida dos años atrás en el año de la pandemia. Las buscaba en las redes, en su cabeza y esa vez, lo hizo en un sitio equivocado, en el ordenador del fallecido Yuang.

La extraña muerte de su amigo Yuang Long fue inverosímil y por eso ella nunca quitó el ojo del renglón, pues deseaba conocer la verdadera causa y no esa chorada de un suicidio. Y es que todo se dio de manera extraña, inexplicable y fuera de razón. Les cuento tal y cómo ocurrió.

El día 21 de abril del 2020, el mundo volvía de la primera cuarentena y ellos dos, de cubrir una nota relacionada con la estadística de infectados de Coronavirus en el hospital local del Pueblo Norte. Caminaban juntos por la avenida principal con dirección a la oficina central del periódico para vaciar la información a los ordenadores. Las lámparas solares ya bañaban de luz la oscuridad del camino y el bullicio de la ciudad renacía con alguno que otro camión de transporte público abordado a penas con cinco o seis usuarios que volvían a buscar el pan de cada día. Sid y Yuang caminaban juntos, pero a la vez separados por un metro de distancia y a pesar de ser buenos amigos, no incumplían las normas de sanidad impuestas por los servicios de salud. Sid dibujaba una mirada despreocupada, con algo de esperanza, pero Yuang Long mostraba un par de ojos estresados, confundidos y de no traer mascarilla, su aspecto sería el de una persona horrorizada.

–Olvidé a mi escarabajo en la oficina Sid. Estoy preocupado. En esta pandemia no le he dado de comer y por nada debí haberlo dejado morir de hambre.

–Pero solo es un escarabajo, no pasa nada Yuang. Además, el clima en la oficina aún no comienza a ser tan despiadado, verás que todo estará bien, quizá se alimentó de la hierba que tiene en su terrario.

–No debí romper esa regla, lo he arruinado, pero mira Sid, hagamos lo siguiente:

Debo entrar primero al edificio y ofrecerle comida a mi pobre mascota y luego claro, puedes entrar tú, porque el día de mañana todos se reintegran al trabajo y no quiero un desastre ni incomodarles, maldita sea Sid, maldita sea la hora en que olvidé dejarlo solo en la oficina. –Sid no entendía mucho todo ese cuento del escarabajo abandonado, pero respetaba las creencias de Yuang, porque quizá para un oriental, un escarabajo tendría el mismo valor que un perro para un occidental, por eso, ella sacó la llave del edificio central, abrió, desactivó las alarmas y vio que el sistema de cámaras no funcionaba, no le dio importancia, pues durante la cuarentena pudo haber sido desactivado por error. La gran puerta de cristal se abrió como una boca, Sid se hizo a un lado para abrir paso, encendió las primeras dos pastillas eléctricas y dejó entrar primero a Yuang para que resolviera la mala situación de su rara mascota. Él, sin esperar alguna otra señal de aprobación, avanzó a tumbos hasta la puerta secundaria que conectaba al área de cubículos, giró a la izquierda y desapareció de la vista de Sid en menos de cuatro segundos. Ella se quedó sentada en la silla de recepción, mirando algunos papeles fechados de 2019, pensó en un antes y un después, luego sin desearlo, tuvo una mala sensación, sintió la piel erizada y se antojó desprotegida bajo una luz led parpadeante, sintió deseos de seguir a Yuang, pero respetar el cuento ese del escarabajo desnutrido la obligó a seguir ahí sentada haciendo nada, con la mirada clavada en los cristales del edificio y viendo como las luces de algunos carros proyectaban sombras largas de los postes de luz sobre el piso marmoleado del lobby. Sus piernas temblaron un poco, luego en el fondo del edificio donde se encontraban los cubículos y Yuang, pudo escuchar un sonido crujiente como si alguien pisara a un escarabajo, no se le vino nada a la mente, más que eso, la imagen de Yuang lamentándose y pisando el cadáver de su escarabajo. Sid se antojó nerviosa, giró su cabeza hacia el pasillo, le pareció ver un destello resplandecer en el área de cubículos y recordó alguna serie de ciencia ficción, pero quizá solo había sido algún reflejo del exterior, guardó la calma, porque un periodista debe evitar la sugestión antes del pánico y achacó la escena a eso, solo era un reflejo de la calle. Por un momento quiso salir de ese sitio y correr, pero ella también tenía que vaciar toda la información periodística de los días de trabajo desde casa. No se movió de la silla, parecía una estatua y ahí sin quererlo, sospechó que jamás volvería a ver con vida a su buen amigo. Pasaron cerca de veinte minutos y ella lanzó un grito a Yuang:

–Amigo Yuang, ¿estás bien? –Gritó con fuerza, pero solo el eco fue quien se encargó de responderle. Se paró de la silla como si fuera un maniquí viviente y accionó las últimas cuatro pastillas eléctricas para encender el resto del edificio, atravesó la puerta de acceso y caminó por el pasillo hasta el área de cubículos. Sid atravesó la primera fila de ordenadores, también la segunda, vio uno papeles tirados, pero no les tomó importancia, por fin caminó hasta la tercera y en el fondo, en el último cubículo, pudo ver un hilo de sangre correr hacia sus pies como si fuera una serpiente a punto de morderla, ella llevó sus manos a la boca y cuando levantó su mirada, pudo ver a Yuang sentado de espaldas, inerte. Sid caminó sin pisar el hilo de sangre y sacó su teléfono móvil para grabar posibles evidencias y cuando llegó a menos de cincuenta centímetros de su amigo, notó que no había movimientos de respiración, con su pie derecho giró la silla y pudo ver a Yuang con dos bolígrafos enterrados en los ojos, con el rostro pálido, la boca abierta y la lengua morada, a su lado sobre el escritorio, se encontraba el terrario vacío, sin su dueño, sin el escarabajo. Sid pegó un grito que pudo escucharse en todo el edificio y a metros a la redonda, llamó de inmediato al 911 y después de una investigación de rutina en la escena y del rigor mortis del cadáver, se llegó a la conclusión de que el joven periodista Yuang Long se había suicidado enterrándose los bolígrafos en los ojos.

Sid fue detenida un par de horas, le retiraron el video de evidencia y luego de ser liberada, se le asignó atención médica y a los pocos días, se le proporcionó terapia psicológica por un buen tiempo para tratar de olvidar ese mal trago. El periódico siguió operando bajo las normas de una pandemia, pero para los trabajadores era un martirio ver el espacio de Yuang tan vacío como si de un lugar maldito se tratara. Los rumores no se hicieron esperar y entre chismes y realidad ocurrieron sucesos inesperados. Uno de los guardias decía que la silla donde murió Yuang se desplazaba de un extremo a otro y se movía como si alguien la ocupara, también en algunas ocasiones el ordenador amanecía encendido o en modo de reposo. Más de siete empleados renunciaron por haber visto a ese ordenador moviéndose como si fuera un ser vivo y otros siguieron con mal sabor de boca y la idea de estar conviviendo con un fantasma. Para Sid fue distinto, pues más allá de pensar en historias de fantasmas o en el chismerío laboral, ella tenía un objetivo: saber qué había sucedido en realidad. Pasó el tiempo, la pandemia se fue disolviendo, también un poco el recuerdo de Yuang.

Ahora vuelvo al otoño del año 2022 y al inicio de este relato. Sid vivía más tranquila, empleados nuevos llegaron al periódico local y la horrible muerte del joven oriental se convertía en un recuerdo difuso para algunos, pero no para Sid, porque siempre al dormir veía la imagen de Yuang con ese par de bolígrafos enterrados en los ojos, a veces esa imagen cobraba vida y el chico se levantaba de la silla y la perseguía con la lengua arrastrando hasta el piso, eso le asustaba, pero también la motivaba a encontrar una respuesta más allá del suicidio. Esa tarde del 31 de octubre del año 2022 cuando todos se habían marchado a sus casas, ella por primera vez se atrevió a presionar el botón de encendido del ordenador de Yuang. La sensación térmica en el edificio se elevaba a unos 38 grados y sus manos estaban húmedas, el ventilador chillaba en lo alto y parecía ser la carcajada de una bruja. Sid miró alrededor y se cercioró de que nadie la observara y aunque sabía que el sistema de monitoreo se había reforzado desde el incidente, no le importó y se sentó en el cubículo de su viejo amigo Yuang. El ordenador lanzó una melodía corta y se pudo ver una barra debajo del logo de la manzana, espero unos segundos y apareció la pantalla de inicio. La configuración del ordenador seguía en el idioma japones, abrió el historial de búsqueda y desplegó la pestaña para traducir al español y fue en ese momento cuando comenzó a entender la muerte de Yuang:

RITUAL KODOKU: Después de haber conseguido más de cinco insectos en el cementerio, el creyente deberá colocarlos en un mismo deposito, habrá una lucha entre ellos y el insecto sobreviviente será adoptado por el creyente y por medio de un ritual de magia oscura, un espíritu entrará al cuerpo del bicho, así, el nuevo amo podrá pedir abundancia y protección, pero si un día deja de alimentarlo, la ira del espíritu despertará, su amo no verá la sangre derramar y la muerte será la reina en el sitio de la venganza. “vuelve de la niebla, vuelve a respirar, deja tu descanso y ven para matar” (repetirlo en voz alta por tres veces en el sitio donde el amo del insecto pereció)

Sid de forma inconsciente leyó el ritual en voz alta, para colmo lo repitió las tres veces y después de eso el ventilador en el techo dejó de chillar, la luz de los cubículos parpadeó y luego se todo el edificio se fundió en oscuridad apenas lamida por los últimos rayos del sol y la pantalla del ordenador dibujó un glitch con tonos rojos, verdes y azules. La luz del monitor bañaba el rostro pálido de Sid. El teclado y el monitor comenzaron a vibrar, por un momento Sid creyó que la computadora estaba cobrando vida. La pantalla pareció derretirse, el plasma se convirtió en un líquido color rojo parecido al hierro fundido y del centro nacieron unas patas iguales a las de un escarabajo, después se fueron convirtiendo en una mano que se fue acercando al cuello de Sid, ella pudo ver salir del monitor un rostro arrugado, de ojos rasgados y pocos cabellos llenos de algo parecido a la saliva. Esa entidad llevaba una túnica blanca y estaba frente a Sid rodeándole el cuello con ambas manos. Sid dejó de tener control de la situación, pues más allá de sentir miedo por estar frente a un fantasma, sintió deseos de arrancarse los ojos, porque la mirada de ese ser, era lo más espantoso que un ser humano pudiese vivir. La cosa proyectaba llamaradas y chispazos de lo que realmente era el infierno. La entidad abrió la boca llena de hambre y de ella emergió un escarabajo con rostro humano que comenzó a burlarse del pánico de Sid quien ahora era dueña de la maldición. Ella no corrió, no lloró, no luchó y lo único que pudo hacer, fue tomar dos bolígrafos del cubículo contiguo para enterrarlos en sus ojos. Sid no vio la sangre derramar, pero en los últimos momentos de su conciencia, supo que su amigo Yuang no se había suicidado. Las cámaras de seguridad volvieron a fallar, el ordenador regresó a su forma original, no había pistas de una entidad vomitada por un monitor, sólo la mujer con los ojos perforados. La nota periodística seguro hablará de un nuevo suicidio dentro de las instalaciones del periódico local del pueblo norte o quizá de un posible asesino con un método excéntrico. La verdad no la sabrán, pero queda una pequeña duda, ¿quién será el próximo dueño de la maldición en el pueblo norte?

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