Por la noche, si te sitúas al costado de la Catedral Basílica Menor de la Inmaculada Concepción, en el Centro Histórico de Durango, y específicamente sobre la calle Constitución, desde donde se encuentra un espacio dedicado a este atractivo histórico, quizá podrás ver la silueta de la monja Beatriz, la protagonista de la leyenda más contada en el estado duranguense.
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De frente a esta historia de gran popularidad, El Sol de Durango se dio a la tarea de investigar ¿qué pasó en realidad con la famosa monja?, o bien, ¿en realidad existió Beatriz?, y aquí te contamos lo que pudimos conocer.
Es el presbítero Alejandro Bacio Longoria, licenciado en Historia de la Iglesia y encargado del Archivo Histórico en la Arquidiócesis de Durango, quien brindó detalles sobre esta historia que pertenece al dominio público duranguense, es básicamente patrimonio de la ciudad.
Comenzó por contar que en su momento la historia fue retomada por el ya fallecido Manuel Lozoya Cigarroa, quien dejó de herencia varios libros con múltiples leyendas duranguenses.
Enseguida, dijo, “un archivo histórico fehaciente, un documento como tal que certifique la existencia de Beatriz, pues no se tiene”.
Pero, lo que sí se tiene es sobre la actividad de las diferentes órdenes religiosas, aunado a otros documentos sobre las mismas religiosas, pero no uno que hable de la existencia de Beatriz. “…puede haber algo en el archivo del Estado, en lo referente a la época de la intervención francesa, ya que la leyenda de Beatriz se da en ese tiempo, entre 1862 y 1867, que es el período que dura la intervención”.
Explicó Bacio Longoria que tiempo antes, con las Guerras de Reforma y la Ley Juárez, se dio una exclaustración, donde muchas monjas fueron expulsadas de sus conventos, y mucho material y archivos fue destruido.
“Así que si hubo alguna notificación o algo, pues lamentablemente habrá sido destruida, es lo que históricamente sabemos. Que existe la leyenda, eso sí, la mayoría de los duranguenses la conocen”.
Ésta es la leyenda…
“Beatriz era una joven que incluso vivía a espaldas del Arzobispado, entre Francisco I. Madero y Negrete, en la esquina. Hay un lugar que se llama El Hostal de la Monja, porque según ahí vivió”, comenzó a narrar el padre Alejandro Bacio para El Sol de Durango.
Beatriz había quedado en la orfandad por diferentes circunstancias. Alrededor de los años 1862 llegó un destacamento francés a la ciudad de Durango.
“Hubo un enfrentamiento y uno de ellos tocó a la puerta de donde vivía Beatriz, ella le abrió, lo auxilió, y se trataba del soldado llamando Fernando, o probablemente Ferdinand. Ella curó sus heridas, y a partir de ahí según la leyenda, inició una relación, un amorío, un noviazgo”.
Una vez que Ferdinand se recupera, le promete a Beatriz que solamente irá a cumplir una misión, y regresará por ella para poder huir los dos, escapar juntos de la ciudad.
La leyenda cuenta que Ferdinand sale corriendo y Beatriz, subió a la torre más alta de Catedral para contemplar cuándo él regresara.
Beatriz hasta entonces no era monja, pues de acuerdo al presbítero, su amor era tanto que éste la motivó a hacerse religiosa con el fin de tener acceso a la torre y por observar cuando él estuviera de vuelta.
“Pasaron los meses, los años, y Fernando no regresaba. Probablemente Fernando fue emboscado, asesinado. Beatriz pasó de la espera, a la angustia y desesperación, y un día decidió también, desesperada, quitarse la vida para poder reunirse con su amado”.
La leyenda señala que Beatriz, desde lo más alto de la torre se lanzó en un arranque de desesperación por no saber qué pasaba con su amado Fernando.
La silueta de la monja puede ser observada
Si bien es común que por la noche muchos duranguenses se acerquen a buscar la silueta de la monja de Catedral, Alejandro Bacio Longoria explica que la luminosidad de la luna y el claroscuro de la noche, provocan que se forme una silueta.
Algunos señalan que con lo iluminada que se encuentra actualmente Catedral ya no es tan fácil distinguirla, pero antes, con menos iluminación, cuando tenía una luz sutil, era más fácil observar la silueta de la monja.
