/ domingo 11 de noviembre de 2018

[Video] Don Luis Guerrero llevó el cine a todo público

La televisión, primero, y los videocasetes y el sistema de renta de los mismos terminaron con su negocio

Durango no pintaba aún como la “Tierra del Cine”, pero don Luis Guerrero Guerrero ya proyectaba tanto en esta capital como en otros municipios desde finales de los años 40, las cintas en auge de la época, incluso en ocasiones, estrenos que aún no llegaban a las salas de moda.

Guerrero Guerrero, su esposa y sus hijos, abrieron a El Sol de Durango la puerta de su casa en calle Costa, donde ha vivido casi toda su vida y ahí vino el cúmulo de recuerdos, de historias y anécdotas que, sin duda alguna, habrán de provocar la añoranza y hasta la lágrima en muchos que de niños y de jóvenes, disfrutaron de las funciones que don Luis, hoy de 92 años de edad, exhibía.

Originario de Morelia, Michoacán, Luis Guerrero llegó a Durango a los cinco años de edad y así comenzó su recorrido en estas tierras, donde a los 17 años de edad comenzó a trabajar en la mina del Cerro de Mercado, para primero descubrir sus dotes deportivas en muy buen nivel.

Poco más tarde contrajo nupcias con su compañera de vida, doña Ana, y vinieron los hijos y con ellos, la necesidad obvia de más ingresos económicos.

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Fue su hermano Juan Guerrero quien emprendió el oficio. Luego le tocó a nuestro entrevistado llevar cine como ya se indica, no solamente a colonias y escuelas de esta ciudad, sino a municipios aledaños. Era Pueblo Nuevo uno de los que mayor aceptación tenían para su espectáculo, que también se hacía en Llano Grande, Chupaderos, El Pueblito, Colonia Hidalgo, Labor de Guadalupe, El Nayar, entre otros.

Aquí, en la colonia Hipódromo, en el Santuario de Guadalupe,
y en más escuelas primarias de otros rumbos citadinos, en las que un salón de clase se convertía en sala de cine para brindar diversión a los infantes ávidos de emociones; en las cintas de El Santo, el Enmascarado de Plata, el recinto se volvía una auténtica arena, al momento en que el luchador entraba en acción intensa, era estruendosa la voz a coro de los menores: “¡Santo! ¡Santo!”.

Invariablemente el bien se imponía a las malas artes

Con energía, no obstante su edad, don Luis revive aquellos momentos en las rancherías, cuando anunciaba las películas en perifoneo. Iniciaba con música, para ser precisos con la Marcha de Zacatecas y luego con su voz: “señoras y señores, amigos, muy buenas tardes, esta noche les vamos a presentar, primeramente, Allá en el rancho grande”. Pero le ponía ambientación a su anuncio, y a través del altavoz seguía él mismo la copla: “había una rancherita, que alegre me decía, que alegre me decía, te voy hacer tus calzones, como los usa el ranchero…”.

Le tocó en esta historia proyectar películas como ya se indica, de actualidad, de moda, y las protagonizaban actores como Mario Almada o Eric del Castillo.

Recordó cintas como El Cortado, Todo por nada, y una más que -dice- pegó con tubo: El Criminal.

Obviamente al anunciar cada función, don Luis le ponía su sabor, la pimienta, para hacerlas más atractivas y lo lograba, pues difícilmente quedaban sillas vacías a la hora de la exhibición.

El costo de entrada, en los primeros años centavos, y ya en las funciones de final de la centuria, los años ochenta, cinco pesos.

Y es que, su éxito radicó en que la televisión no se conocía. Con la llegada de esta tecnología, comenzó la decadencia del negocio. Primero los aparatos blanco y negro y luego, el color, para prácticamente darle la puntilla.

Como se indica antes, nuestro anfitrión fue minero del Cerro de Mercado a muy corta edad. Ahí, además del trabajo, encontró una disciplina que se tornó en otro de sus amores, el beisbol. Fue su manager nada menos que José María López. Luego de entrenar duro durante varios meses, siempre sobre el montículo, pues Chema, de los expertos de la pelota caliente de aquellos años en la ciudad de Durango, le vio sus dotes de lanzador.

Un día, López le llamó por su apodo: “Chato, vas a pichar y ya con uniforme”. Aquel anuncio le significó exaltación, emotividad. Iba a debutar y lo haría precisamente contra Estibadores. Narra como si fuera ayer el momento en que recibió el jersey. Aquí, recuerda que había dentro de la novena minera un pelotero norteamericano que disfrutaba fumar marihuana.

Previo a su debut, comenzó una charla con el extranjero que precisamente consumía un cigarro de ésos. Al jovencito Luis le alcanzaron a pegar los “humazos”. Subió a la loma de los disparos y dominó, basado en curvas y rectas, virtud de su sobresaliente velocidad. Ganó el duelo y aclara que nada tuvo que ver la influencia de los humos, porque luego siguió generando victorias para los “patas rojas”. El rubio estadunidense con algo de sorna, le preguntó: “¿cómo sentirte, Chato?”.

Y es que, luego le tocó subir a lanzar contra Otinapa, un equipo plagado de estrellas, de hecho, profesionales como Julio Pérez Azcuí y otros, que patrocinaba el industrial maderero Fermín Núñez. Jugaron en aquella comunidad serrana, fue una tarde de lluvia intensa, lo cual no fue un obstáculo para que se efectuara el duelo, pues cuando la precipitación amainó, se derramó combustible sobre el terreno de juego, se prendió fuego. Minutos más tarde al diamante estaba listo y se cantó el play ball.

No ganó el partido, perdieron por la mínima diferencia y le quedó la satisfacción de propinarle sendos ponches a cuatro de los peloteros de paga de aquella escuadra de Otinapa. Por su calidad, “el Chato” fue invitado por Pérez Azcuí a integrarse a la novena selección de Durango. Le fue otorgado el permiso en el Cerro de Mercado, con sueldo íntegro; fueron concentrados en un hotel de avenida 20 de Noviembre, para luego hacer el viaje a la Sultana del Norte, donde fue aquel torneo inaugurado con una presentación artística encabezada por Rosita Quintana y Pedro Infante.

Para volver al asunto principal de la charla, don Luis platica que conserva aún varios de los proyectores que utilizó en las funciones. Ahí, en el patio de su casa, enseñó un aparato que todavía funciona, un flamante RCA Víctor.

Aclara que no siempre hizo sus proyecciones con la protección de un techo, pues muchas veces lo hizo a la intemperie. Igualmente ello no fue obstáculo para que no quedaran sillas vacías.

Recuerda que en calle Costa proyectó muchas veces, algunas gratuitas, para los vecinos y menciona otras cintas exitosas, como Espaldas Mojadas, Los Valientes de Guerrero, El gran gorila, Los Desarraigados, La Furia del Rey de la Selva, El Planeta de los Simios, Cascabelito, El Fantasma de la Casa Roja.

Don Luis llevó cine varias ocasiones al Centro de Readaptación Social

En esta época más reciente, los años setenta, al Cereso llevaron la película El Ahorcado. Por desgracia, recuerda, un preso se quitó la vida, colgándose. Lamentable casualidad.

Varios fueron los vehículos en que se transportaba. Sin embargo, está en su mente aquel Ford cincuentas, en cuya carrocería dibujó algunas caricaturas, entre las que sobresalió la del Pájaro Loco.

Otro de los datos enriquecedores del espectáculo, fue aquel en que la Pepsi patrocinaba el show y obsequiaba un refresco a cada uno de los asistentes. Algunas veces hizo lo propio el Barrilito.

La falta de energía eléctrica en algunas comunidades no era obstáculo para que la función se diera, pues cuando así se requería, Luis se acompañaba de una moderna planta de luz, que echaba a andar con cran.

No es guasa aquello de que en múltiples ocasiones trajo estrenos primero que los cines. Obviamente la osadía le costó el veto de algunas empresas, lo cual tampoco obstó para que el show continuara, pues se contrataba con otras empresas en Coahuila, Nuevo León o Aguascalientes.

Luis Guerrero y su esposa, doña Ana María Salazar de Guerrero, son papás de Jesús, del “Nenuco” Luis Gustavo, de Javier, Miguel, Sergio y María del Sagrado Corazón. Todos ellos reconocen el esfuerzo que por muchos años realizó su jefe y le están eternamente agradecidos.

Como se anota antes, la llegada de la tele comenzó a dar al traste con el negocio, sin embargo fueron los videocasetes y el sistema de renta de los mismos, los que concluyeron esta historia de vida, de tal forma que los proyectores se ubicaron en la casa paterna y otros con los hermanos, cuidados como piezas de museo, donde lo más importante es que don Luis permanece vital, entusiasta y con deseos de seguir anunciando cintas como Allá en el Rancho Grande.

Durango no pintaba aún como la “Tierra del Cine”, pero don Luis Guerrero Guerrero ya proyectaba tanto en esta capital como en otros municipios desde finales de los años 40, las cintas en auge de la época, incluso en ocasiones, estrenos que aún no llegaban a las salas de moda.

Guerrero Guerrero, su esposa y sus hijos, abrieron a El Sol de Durango la puerta de su casa en calle Costa, donde ha vivido casi toda su vida y ahí vino el cúmulo de recuerdos, de historias y anécdotas que, sin duda alguna, habrán de provocar la añoranza y hasta la lágrima en muchos que de niños y de jóvenes, disfrutaron de las funciones que don Luis, hoy de 92 años de edad, exhibía.

Originario de Morelia, Michoacán, Luis Guerrero llegó a Durango a los cinco años de edad y así comenzó su recorrido en estas tierras, donde a los 17 años de edad comenzó a trabajar en la mina del Cerro de Mercado, para primero descubrir sus dotes deportivas en muy buen nivel.

Poco más tarde contrajo nupcias con su compañera de vida, doña Ana, y vinieron los hijos y con ellos, la necesidad obvia de más ingresos económicos.

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Fue su hermano Juan Guerrero quien emprendió el oficio. Luego le tocó a nuestro entrevistado llevar cine como ya se indica, no solamente a colonias y escuelas de esta ciudad, sino a municipios aledaños. Era Pueblo Nuevo uno de los que mayor aceptación tenían para su espectáculo, que también se hacía en Llano Grande, Chupaderos, El Pueblito, Colonia Hidalgo, Labor de Guadalupe, El Nayar, entre otros.

Aquí, en la colonia Hipódromo, en el Santuario de Guadalupe,
y en más escuelas primarias de otros rumbos citadinos, en las que un salón de clase se convertía en sala de cine para brindar diversión a los infantes ávidos de emociones; en las cintas de El Santo, el Enmascarado de Plata, el recinto se volvía una auténtica arena, al momento en que el luchador entraba en acción intensa, era estruendosa la voz a coro de los menores: “¡Santo! ¡Santo!”.

Invariablemente el bien se imponía a las malas artes

Con energía, no obstante su edad, don Luis revive aquellos momentos en las rancherías, cuando anunciaba las películas en perifoneo. Iniciaba con música, para ser precisos con la Marcha de Zacatecas y luego con su voz: “señoras y señores, amigos, muy buenas tardes, esta noche les vamos a presentar, primeramente, Allá en el rancho grande”. Pero le ponía ambientación a su anuncio, y a través del altavoz seguía él mismo la copla: “había una rancherita, que alegre me decía, que alegre me decía, te voy hacer tus calzones, como los usa el ranchero…”.

Le tocó en esta historia proyectar películas como ya se indica, de actualidad, de moda, y las protagonizaban actores como Mario Almada o Eric del Castillo.

Recordó cintas como El Cortado, Todo por nada, y una más que -dice- pegó con tubo: El Criminal.

Obviamente al anunciar cada función, don Luis le ponía su sabor, la pimienta, para hacerlas más atractivas y lo lograba, pues difícilmente quedaban sillas vacías a la hora de la exhibición.

El costo de entrada, en los primeros años centavos, y ya en las funciones de final de la centuria, los años ochenta, cinco pesos.

Y es que, su éxito radicó en que la televisión no se conocía. Con la llegada de esta tecnología, comenzó la decadencia del negocio. Primero los aparatos blanco y negro y luego, el color, para prácticamente darle la puntilla.

Como se indica antes, nuestro anfitrión fue minero del Cerro de Mercado a muy corta edad. Ahí, además del trabajo, encontró una disciplina que se tornó en otro de sus amores, el beisbol. Fue su manager nada menos que José María López. Luego de entrenar duro durante varios meses, siempre sobre el montículo, pues Chema, de los expertos de la pelota caliente de aquellos años en la ciudad de Durango, le vio sus dotes de lanzador.

Un día, López le llamó por su apodo: “Chato, vas a pichar y ya con uniforme”. Aquel anuncio le significó exaltación, emotividad. Iba a debutar y lo haría precisamente contra Estibadores. Narra como si fuera ayer el momento en que recibió el jersey. Aquí, recuerda que había dentro de la novena minera un pelotero norteamericano que disfrutaba fumar marihuana.

Previo a su debut, comenzó una charla con el extranjero que precisamente consumía un cigarro de ésos. Al jovencito Luis le alcanzaron a pegar los “humazos”. Subió a la loma de los disparos y dominó, basado en curvas y rectas, virtud de su sobresaliente velocidad. Ganó el duelo y aclara que nada tuvo que ver la influencia de los humos, porque luego siguió generando victorias para los “patas rojas”. El rubio estadunidense con algo de sorna, le preguntó: “¿cómo sentirte, Chato?”.

Y es que, luego le tocó subir a lanzar contra Otinapa, un equipo plagado de estrellas, de hecho, profesionales como Julio Pérez Azcuí y otros, que patrocinaba el industrial maderero Fermín Núñez. Jugaron en aquella comunidad serrana, fue una tarde de lluvia intensa, lo cual no fue un obstáculo para que se efectuara el duelo, pues cuando la precipitación amainó, se derramó combustible sobre el terreno de juego, se prendió fuego. Minutos más tarde al diamante estaba listo y se cantó el play ball.

No ganó el partido, perdieron por la mínima diferencia y le quedó la satisfacción de propinarle sendos ponches a cuatro de los peloteros de paga de aquella escuadra de Otinapa. Por su calidad, “el Chato” fue invitado por Pérez Azcuí a integrarse a la novena selección de Durango. Le fue otorgado el permiso en el Cerro de Mercado, con sueldo íntegro; fueron concentrados en un hotel de avenida 20 de Noviembre, para luego hacer el viaje a la Sultana del Norte, donde fue aquel torneo inaugurado con una presentación artística encabezada por Rosita Quintana y Pedro Infante.

Para volver al asunto principal de la charla, don Luis platica que conserva aún varios de los proyectores que utilizó en las funciones. Ahí, en el patio de su casa, enseñó un aparato que todavía funciona, un flamante RCA Víctor.

Aclara que no siempre hizo sus proyecciones con la protección de un techo, pues muchas veces lo hizo a la intemperie. Igualmente ello no fue obstáculo para que no quedaran sillas vacías.

Recuerda que en calle Costa proyectó muchas veces, algunas gratuitas, para los vecinos y menciona otras cintas exitosas, como Espaldas Mojadas, Los Valientes de Guerrero, El gran gorila, Los Desarraigados, La Furia del Rey de la Selva, El Planeta de los Simios, Cascabelito, El Fantasma de la Casa Roja.

Don Luis llevó cine varias ocasiones al Centro de Readaptación Social

En esta época más reciente, los años setenta, al Cereso llevaron la película El Ahorcado. Por desgracia, recuerda, un preso se quitó la vida, colgándose. Lamentable casualidad.

Varios fueron los vehículos en que se transportaba. Sin embargo, está en su mente aquel Ford cincuentas, en cuya carrocería dibujó algunas caricaturas, entre las que sobresalió la del Pájaro Loco.

Otro de los datos enriquecedores del espectáculo, fue aquel en que la Pepsi patrocinaba el show y obsequiaba un refresco a cada uno de los asistentes. Algunas veces hizo lo propio el Barrilito.

La falta de energía eléctrica en algunas comunidades no era obstáculo para que la función se diera, pues cuando así se requería, Luis se acompañaba de una moderna planta de luz, que echaba a andar con cran.

No es guasa aquello de que en múltiples ocasiones trajo estrenos primero que los cines. Obviamente la osadía le costó el veto de algunas empresas, lo cual tampoco obstó para que el show continuara, pues se contrataba con otras empresas en Coahuila, Nuevo León o Aguascalientes.

Luis Guerrero y su esposa, doña Ana María Salazar de Guerrero, son papás de Jesús, del “Nenuco” Luis Gustavo, de Javier, Miguel, Sergio y María del Sagrado Corazón. Todos ellos reconocen el esfuerzo que por muchos años realizó su jefe y le están eternamente agradecidos.

Como se anota antes, la llegada de la tele comenzó a dar al traste con el negocio, sin embargo fueron los videocasetes y el sistema de renta de los mismos, los que concluyeron esta historia de vida, de tal forma que los proyectores se ubicaron en la casa paterna y otros con los hermanos, cuidados como piezas de museo, donde lo más importante es que don Luis permanece vital, entusiasta y con deseos de seguir anunciando cintas como Allá en el Rancho Grande.

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