/ viernes 16 de noviembre de 2018

En cartera

Lástima. Rodríguez Nájera nos ha manifestado que no piensa escribir otro libro, que probablemente las anécdotas que se quedaron en el tintero las escriba y las obsequie a sus amigos como hojas sueltas, en copias fotostáticas, ni un libro más.

Asistimos a la presentación del libro “Mis Testimonios de Gratitud” del Mtro. Ing. Enrique Rodríguez Nájera, en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad Juárez. Ahí nos saludamos y me obsequió su libro. Nos volvimos a saludar en la conmemoración del 37 aniversario de la fundación del Sistema Estatal de Telesecundarias, y ahí acordamos un desayuno, donde intercambiamos libros y dedicatorias.

Bastante amena la plática con anécdotas desde estudiante de secundaria y vocacional (de 1951 a 1956) en el Instituto Tecnológico de Durango, donde convivió con mis hermanos Sergio y Óscar y cultivó una sólida amistad, y recuerda cómo se conocieron y los menciona gratamente en la página 59 del libro en comento, también se refiere a mi hermano Héctor con quien se frecuentaba en la Ciudad de México. Fue compañero en secundaria de mi cuñado Enrique Calderón Ramírez.

Nace en la ciudad de Durango, Dgo., el 7 de septiembre de 1938. Su madre, la señora Candelaria Nájera tenía una tienda (hace mención en varias ocasiones a los dichos y consejos de su madre que le decía) y su padre don Alberto Rodríguez se dedicaba a la compra y venta de maíz y frijol. Estudió la primaria en la escuela “José Ramón Valdez” en la población de Francisco I. Madero, Dgo.

En el Instituto Politécnico Nacional estudió Ingeniería Metalúrgica en la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas (ESIQIE), concluyó sus estudios en 1961 y se tituló el 31 de agosto de 1964 y la Maestría en Administración en la Universidad del Valle de México, obtuvo el grado en 1974.

Fue director fundador de la Escuela Técnica Industrial y Comercial No. 101, Subdirector de Educación Tecnológica Industrial en el país de la SEP, primer coordinador del Comité Promotor del Desarrollo del Estado de Durango, director de Minería del Gobierno del Estado de Durango, director fundador del Sistema Estatal de Telesecundarias (director de 1981 a 1986) y vocal ejecutivo del Fondo de la Vivienda del Magisterio Estatal. En 1962 inició sus labores docentes en el ITD.

La presentación del libro es de Socorro Soto, directora del Instituto de Cultura del Estado de Durango y el prólogo de Óscar Jiménez Luna, director de la Biblioteca Pública Central del Estado “Lic. José Ignacio Gallegos Caballero”.

Honor a quien honor merece. 70 años, que cumplió el mes de septiembre como jugador activo de basquetbol, ininterrumpidamente, desde septiembre de 1948. Vicepresidente y presidente del equipo profesional “Leñadores de Durango”, logrando campeonatos nacionales en los años 1979, 1981 y 1987.

Siempre ha mencionado su gratitud y reconocimiento al licenciado Ángel Rodríguez Solórzano, ingeniero Mariano Cuéller Guerrero, don Fermín Núñez, empresario forestal quien lo becó durante su carrera, al profesor Enrique W. Sánchez, al maestro Francisco Montoya de la Cruz, al doctor Héctor Mayagoitia Domínguez; a don Rodolfo Acevedo, gran deportista y decano del grupo de basquetbolistas.

Coincido con el prologuista de la obra, Óscar Jiménez Luna: “El Ing. Enrique Rodríguez Nájera supo en sus primeros años lo que era la tierra fértil, la semilla que promete, las lluvias que levantan con vigor al maíz y al frijol. El verde extraordinario que se multiplica por los cuatro costados de la hectárea, como una parcela asimismo llena de esperanza. Para llegar después a recoger las mazorcas doradas para el bienestar de los suyos. Porque nunca ha dejado de ser un hombre de campo. Sigue siendo un sembrador. Cultivar es educar. Y ahora, con merecida justicia, rodeado de auténtica estimación y respeto, le han llegado los tiempos de la buena cosecha”.

El propio autor de la obra, en la invitación que nos hizo llegar señala: “Al final lo único que cuenta es el amor, la amistad, el afecto, el cariño, el apoyo y el aprecio que hayamos sido capaces de otorgar a las personas con las que hemos convivido a través del tiempo y la única recompensa, es la felicidad que recibimos al poder contribuir de alguna manera al bienestar y felicidad de los demás; siempre como una acción voluntaria, fraternal, solidaria y de servicio, que no debe considerarse en ningún caso como un favor”.

Socorro Soto Alanís señala: Lo cierto es que tiene razón el gran poeta Dylan Thomas cuando nos sentencia “La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque, aún no ha tocado tierra” y aquí estamos con los años encima y con los recuerdos de aquel territorio entrañable que fue nuestra infancia… celebramos este racimo de cuartillas que Rodríguez Nájera nos obsequia.

A través de estas líneas lo saludo con el afecto de siempre, estimado Enrique Rodríguez Nájera, comparto su felicidad y orgullo en la presentación de sus “Testimonios de Gratitud”, acompañado de su apreciable familia, su esposa María Teresa Gándara Moreno, sus hijos Enrique, Nelia Elma, Norma Teresita y Hugo Alberto y por supuesto sus hijos políticos y nietos. Expreso mi gratitud por el obsequio y la extensa e inmerecida dedicatoria que tuvo a bien escribir.

Lástima. Rodríguez Nájera nos ha manifestado que no piensa escribir otro libro, que probablemente las anécdotas que se quedaron en el tintero las escriba y las obsequie a sus amigos como hojas sueltas, en copias fotostáticas, ni un libro más.

Fue el primero y último. “Estoy cerrando círculos… ofreciendo disculpas con quien haya discrepancias o se sienta ofendido con o sin razón”, fue uno de sus últimos propósitos que señaló en nuestra convivencia mañanera con un aromático y sabroso café de por medio.


Lástima. Rodríguez Nájera nos ha manifestado que no piensa escribir otro libro, que probablemente las anécdotas que se quedaron en el tintero las escriba y las obsequie a sus amigos como hojas sueltas, en copias fotostáticas, ni un libro más.

Asistimos a la presentación del libro “Mis Testimonios de Gratitud” del Mtro. Ing. Enrique Rodríguez Nájera, en el Instituto de Bellas Artes de la Universidad Juárez. Ahí nos saludamos y me obsequió su libro. Nos volvimos a saludar en la conmemoración del 37 aniversario de la fundación del Sistema Estatal de Telesecundarias, y ahí acordamos un desayuno, donde intercambiamos libros y dedicatorias.

Bastante amena la plática con anécdotas desde estudiante de secundaria y vocacional (de 1951 a 1956) en el Instituto Tecnológico de Durango, donde convivió con mis hermanos Sergio y Óscar y cultivó una sólida amistad, y recuerda cómo se conocieron y los menciona gratamente en la página 59 del libro en comento, también se refiere a mi hermano Héctor con quien se frecuentaba en la Ciudad de México. Fue compañero en secundaria de mi cuñado Enrique Calderón Ramírez.

Nace en la ciudad de Durango, Dgo., el 7 de septiembre de 1938. Su madre, la señora Candelaria Nájera tenía una tienda (hace mención en varias ocasiones a los dichos y consejos de su madre que le decía) y su padre don Alberto Rodríguez se dedicaba a la compra y venta de maíz y frijol. Estudió la primaria en la escuela “José Ramón Valdez” en la población de Francisco I. Madero, Dgo.

En el Instituto Politécnico Nacional estudió Ingeniería Metalúrgica en la Escuela Superior de Ingeniería Química e Industrias Extractivas (ESIQIE), concluyó sus estudios en 1961 y se tituló el 31 de agosto de 1964 y la Maestría en Administración en la Universidad del Valle de México, obtuvo el grado en 1974.

Fue director fundador de la Escuela Técnica Industrial y Comercial No. 101, Subdirector de Educación Tecnológica Industrial en el país de la SEP, primer coordinador del Comité Promotor del Desarrollo del Estado de Durango, director de Minería del Gobierno del Estado de Durango, director fundador del Sistema Estatal de Telesecundarias (director de 1981 a 1986) y vocal ejecutivo del Fondo de la Vivienda del Magisterio Estatal. En 1962 inició sus labores docentes en el ITD.

La presentación del libro es de Socorro Soto, directora del Instituto de Cultura del Estado de Durango y el prólogo de Óscar Jiménez Luna, director de la Biblioteca Pública Central del Estado “Lic. José Ignacio Gallegos Caballero”.

Honor a quien honor merece. 70 años, que cumplió el mes de septiembre como jugador activo de basquetbol, ininterrumpidamente, desde septiembre de 1948. Vicepresidente y presidente del equipo profesional “Leñadores de Durango”, logrando campeonatos nacionales en los años 1979, 1981 y 1987.

Siempre ha mencionado su gratitud y reconocimiento al licenciado Ángel Rodríguez Solórzano, ingeniero Mariano Cuéller Guerrero, don Fermín Núñez, empresario forestal quien lo becó durante su carrera, al profesor Enrique W. Sánchez, al maestro Francisco Montoya de la Cruz, al doctor Héctor Mayagoitia Domínguez; a don Rodolfo Acevedo, gran deportista y decano del grupo de basquetbolistas.

Coincido con el prologuista de la obra, Óscar Jiménez Luna: “El Ing. Enrique Rodríguez Nájera supo en sus primeros años lo que era la tierra fértil, la semilla que promete, las lluvias que levantan con vigor al maíz y al frijol. El verde extraordinario que se multiplica por los cuatro costados de la hectárea, como una parcela asimismo llena de esperanza. Para llegar después a recoger las mazorcas doradas para el bienestar de los suyos. Porque nunca ha dejado de ser un hombre de campo. Sigue siendo un sembrador. Cultivar es educar. Y ahora, con merecida justicia, rodeado de auténtica estimación y respeto, le han llegado los tiempos de la buena cosecha”.

El propio autor de la obra, en la invitación que nos hizo llegar señala: “Al final lo único que cuenta es el amor, la amistad, el afecto, el cariño, el apoyo y el aprecio que hayamos sido capaces de otorgar a las personas con las que hemos convivido a través del tiempo y la única recompensa, es la felicidad que recibimos al poder contribuir de alguna manera al bienestar y felicidad de los demás; siempre como una acción voluntaria, fraternal, solidaria y de servicio, que no debe considerarse en ningún caso como un favor”.

Socorro Soto Alanís señala: Lo cierto es que tiene razón el gran poeta Dylan Thomas cuando nos sentencia “La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque, aún no ha tocado tierra” y aquí estamos con los años encima y con los recuerdos de aquel territorio entrañable que fue nuestra infancia… celebramos este racimo de cuartillas que Rodríguez Nájera nos obsequia.

A través de estas líneas lo saludo con el afecto de siempre, estimado Enrique Rodríguez Nájera, comparto su felicidad y orgullo en la presentación de sus “Testimonios de Gratitud”, acompañado de su apreciable familia, su esposa María Teresa Gándara Moreno, sus hijos Enrique, Nelia Elma, Norma Teresita y Hugo Alberto y por supuesto sus hijos políticos y nietos. Expreso mi gratitud por el obsequio y la extensa e inmerecida dedicatoria que tuvo a bien escribir.

Lástima. Rodríguez Nájera nos ha manifestado que no piensa escribir otro libro, que probablemente las anécdotas que se quedaron en el tintero las escriba y las obsequie a sus amigos como hojas sueltas, en copias fotostáticas, ni un libro más.

Fue el primero y último. “Estoy cerrando círculos… ofreciendo disculpas con quien haya discrepancias o se sienta ofendido con o sin razón”, fue uno de sus últimos propósitos que señaló en nuestra convivencia mañanera con un aromático y sabroso café de por medio.


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