“Del escuchar procede la sabiduría” Proverbio italiano
Uno de los planteamientos que queda pendiente para la sociedad mexicana en general, a partir del aluvión que representó la pasada jornada comicial del 2 de junio, es el del procesamiento de las diferencias y, específicamente, la necesidad de que las minorías escuchen a las mayorías, una vez que se calmen los ánimos y que los encontronazos entre unos y otros simplemente den lugar a un sentido en pos de la comunidad tan necesario como inevitable, al menos en el papel. El mandato de las y los votantes fue absolutamente claro y en ese tenor es como hay que asimilarlo, entenderlo y captarlo, en todos sus términos: por un muy amplio porcentaje, la apuesta fue por la continuidad del régimen político actual, el cual ha enarbolado a los programas sociales y al combate a la corrupción como dos de sus principales objetivos.
Las mayorías hablaron con contundencia y rotundidad, mientras que algunas de las minorías mostraron su rechazo ante los resultados. Algunos sectores de esas minorías se jactan, no sin cierta prepotencia, de ser ilustradas en sí mismas sólo por razón de su ideología política, rechazando o incluso insultando a las 6 de cada 10 personas electoras que ratificaron el proyecto de gobierno de la llamada Cuarta Transformación.
El mandato de las mayorías fue claro: la continuidad del proyecto lopezobradorista al que, definitivamente, la próxima presidenta Claudia Sheinbaum deberá imprimirle su sello propio. Para articular un proyecto alternativo de nación, esos sectores, lo primero que deben hacer, es razonar y entender, quieran o no, la decisión mayoritaria. Una vez que ello ocurra, sin duda estarán en condiciones de urdir sus planteamientos lejos de los impulsos, las emociones y el desenfreno. Un llamado a la concordia, sin duda alguna, es fundamental para que tanto los que favorecieron con el voto a la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México como los que no,
¿Tienen razón las mayorías? Nadie lo puede saber. Pero lo que sí es dable constatar empíricamente es su visión de país, el modelo de nación que desea y su conformidad o no con los gobiernos en turnos a partir de los resultados que arrojan las urnas. Por eso es que escuchar es el primer paso hacia el diálogo, siempre con el derecho a disentir por delante, el cual desde luego no se puede soslayar.
Dentro de las minorías está, asimismo, una oposición política que debe replantear muchas de sus maneras de hacer política, pues de 2018 a la fecha se ha dedicado, en buena medida, al ataque, la agresión y la confrontación sin presentar propuestas definidas de lo que pudiera ser una alternativa al proyecto de MORENA y sus aliados. Necesitamos una oposición fuerte, pero este requerimiento sólo puede materializarse si se pasa del discurso a los hechos, de la narrativa a las acciones prácticas. Ni el PAN, ni el PRI ni el prácticamente extinto PRD han formulado programas consistentes y viables para el electorado, por lo que deben regenerar muchos de sus esfuerzos en pos de la objetividad y la practicidad. A todas y todos nos conviene que así sea, pero veremos si las y los actores políticos nacionales están a la altura de las circunstancias.
Escuchar, para concluir, es el primer paso para razonar y entender el resultado de una elección que a muchas personas tomó por sorpresa, especialmente a aquellas que ninguneaban la capacidad discursiva y política del presidente saliente y lo atractivo de una figura y una candidatura como la de la próxima presidenta, lo cual ya es mucho decir en términos democráticos.