/ domingo 9 de junio de 2024

Abrumadora victoria de la continuidad

“En la vida algunas veces se gana, otras veces se aprende”

-John Maxwell


En contra de lo que algunas voces de la comentocracia, de una supuesta sociedad civil que como tal nunca existió y, sobre todo, de los partidos políticos de oposición, no hubo una contienda electoral en el sentido estricto de la expresión sino un referéndum abrumadoramente mayoritario para el régimen gobernante. Tal mayoría fue aplastante desde la perspectiva que se vea, pues sólo unas cuantas casas encuestadoras se animaron a decir que la candidata ganadora habría resultar victoriosa por más de 30 puntos de diferencia; igualmente, sólo dos o tres ilusas empresas demoscópicas se atrevieron a “pronosticar” que la candidata de la oposición ganaría la elección, lo cual, como se vio en los hechos, dista y mucho de la realidad. Tal realidad fue una sola: 6 de cada 10 personas prefirieron la continuidad de la llamada Cuarta Transformación.

Vayamos aún más lejos: la coalición ganadora está rozando la mayoría calificada en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, lo cual implica que una inmensa mayoría de los votantes no sólo refrendó el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador sino que, además, decidió cederle un amplio control a su partido político y aliados, con la posibilidad de llevar a cabo reformas a la Constitución sin necesidad de negociar con la oposición, lo cual se decidirá de forma definitiva en el seno de la jurisdicción electoral. Todavía más: si acaso la 4T no lograra por sí sola esa mayoría calificada, se quedaría muy cerca de conseguirla a través de algunas o algunos congresistas de Movimiento Ciudadano, institución partidista que ha estado vacilante en cuanto a su mayor o menor cercanía al oficialismo, sin importar que, coloquial y musicalmente hablando, vendieran caro su amor.

Incluso, no sería extraño que integrantes del PAN, PRI o del casi extinto PRD pudieran apoyar ciertos proyectos de la próxima presidenta Claudia Sheinbaum. Este baño de realidad para la oposición debe obligarla a construir un proyecto de país que sea más atractivo para las y los sufragantes. Claro que nos conviene una oposición fuerte, pues los contrapesos siempre serán importante en los procesos de transformación política. Pero una oposición fuerte debe ser, por principio de cuentas, una oposición responsable, y queda claro que de 2018 a la fecha, con el tsunami que ha representado la 4T, ello simplemente ha brillado por su ausencia.

Reconociendo que hay múltiples problemas en el país, tales como la inseguridad, la falta de un crecimiento económico mucho más sostenido o algunos problemas de corrupción que se siguen suscitando en el aparato gubernamental, aún así la elección de 2024 reafirmó la confianza en un modelo de gobierno que rompió, desde 2018, con todo un sistema pero también con una narrativa.

Los primeros dieciocho años de la alternancia se quedaron sólo en un cúmulo de expectativas no cumplidas. Y no es que con MORENA dichas expectativas se hayan ya satisfecho, pero al menos hay un cierto sentido social de esperanza en la mayoría de las y los mexicanos. Llega una mujer por vez primera a la silla del águila y ese es otro gran tema en la política mexicana e incluso a nivel latinoamericano e incluso mundial, pues la próxima titular del Poder Ejecutivo tiene la capacidad para convertirse en una líder global de izquierda, cuya agenda reivindique no sólo los programas sociales sino la generalidad de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, sin dejar de lado los derechos civiles y políticos clásicos. La apuesta es grande pero ojalá que le vaya bien a Sheinbaum y, por ende, a México.

“En la vida algunas veces se gana, otras veces se aprende”

-John Maxwell


En contra de lo que algunas voces de la comentocracia, de una supuesta sociedad civil que como tal nunca existió y, sobre todo, de los partidos políticos de oposición, no hubo una contienda electoral en el sentido estricto de la expresión sino un referéndum abrumadoramente mayoritario para el régimen gobernante. Tal mayoría fue aplastante desde la perspectiva que se vea, pues sólo unas cuantas casas encuestadoras se animaron a decir que la candidata ganadora habría resultar victoriosa por más de 30 puntos de diferencia; igualmente, sólo dos o tres ilusas empresas demoscópicas se atrevieron a “pronosticar” que la candidata de la oposición ganaría la elección, lo cual, como se vio en los hechos, dista y mucho de la realidad. Tal realidad fue una sola: 6 de cada 10 personas prefirieron la continuidad de la llamada Cuarta Transformación.

Vayamos aún más lejos: la coalición ganadora está rozando la mayoría calificada en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, lo cual implica que una inmensa mayoría de los votantes no sólo refrendó el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador sino que, además, decidió cederle un amplio control a su partido político y aliados, con la posibilidad de llevar a cabo reformas a la Constitución sin necesidad de negociar con la oposición, lo cual se decidirá de forma definitiva en el seno de la jurisdicción electoral. Todavía más: si acaso la 4T no lograra por sí sola esa mayoría calificada, se quedaría muy cerca de conseguirla a través de algunas o algunos congresistas de Movimiento Ciudadano, institución partidista que ha estado vacilante en cuanto a su mayor o menor cercanía al oficialismo, sin importar que, coloquial y musicalmente hablando, vendieran caro su amor.

Incluso, no sería extraño que integrantes del PAN, PRI o del casi extinto PRD pudieran apoyar ciertos proyectos de la próxima presidenta Claudia Sheinbaum. Este baño de realidad para la oposición debe obligarla a construir un proyecto de país que sea más atractivo para las y los sufragantes. Claro que nos conviene una oposición fuerte, pues los contrapesos siempre serán importante en los procesos de transformación política. Pero una oposición fuerte debe ser, por principio de cuentas, una oposición responsable, y queda claro que de 2018 a la fecha, con el tsunami que ha representado la 4T, ello simplemente ha brillado por su ausencia.

Reconociendo que hay múltiples problemas en el país, tales como la inseguridad, la falta de un crecimiento económico mucho más sostenido o algunos problemas de corrupción que se siguen suscitando en el aparato gubernamental, aún así la elección de 2024 reafirmó la confianza en un modelo de gobierno que rompió, desde 2018, con todo un sistema pero también con una narrativa.

Los primeros dieciocho años de la alternancia se quedaron sólo en un cúmulo de expectativas no cumplidas. Y no es que con MORENA dichas expectativas se hayan ya satisfecho, pero al menos hay un cierto sentido social de esperanza en la mayoría de las y los mexicanos. Llega una mujer por vez primera a la silla del águila y ese es otro gran tema en la política mexicana e incluso a nivel latinoamericano e incluso mundial, pues la próxima titular del Poder Ejecutivo tiene la capacidad para convertirse en una líder global de izquierda, cuya agenda reivindique no sólo los programas sociales sino la generalidad de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, sin dejar de lado los derechos civiles y políticos clásicos. La apuesta es grande pero ojalá que le vaya bien a Sheinbaum y, por ende, a México.