El bronce huele a vida para el maestro Guillermo Salazar González, quien durante 51 años se ha dedicado a fundir el metal y convertirlo en impresionantes esculturas que están presentes en las principales avenidas de Durango, México, Cuba, Brasil, solo por mencionar algunos países.
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Cada mes el maestro Salazar, como es conocido en Durango, visita su natal Poanas, donde recorre las veredas que de niño caminó para cuidar las vacas de su familia y sentarse a dibujar los matorrales, “rumbo al cerro donde pastaba el ganado está mi ombligo sembrado, bajo un nopal, se está secando pero pondré una penca para tener un nuevo nopal”, narró el escultor quien puntualizó que el ombligo fue sembrado por su padre y cada vez que pasaban por el lugar le recodaba que ahí estaba su origen.
Cuenta la tradición oral que enterrar o quemar el ombligo en la casa o algún lugar significa siempre estar unido a la familia o a la tierra que los vio nacer, por lo que estar en constante contacto con la raíz y regresar a su tierra, a Salazar le trae recuerdos que lo nutren y le hacen saber de dónde surgió.
Con diversas condecoraciones a nivel nacional, Guillermo Salazar, no olvida cómo se adentró en el mundo de la escultura, pues a sus escasos seis años era el hijo que ayudaba en la parcela a su padre y al concluir la jornada regresaban a casa para cocer vasijas de barro, “mi padre tenía un taller de cerámica, vendía ollas y cazuelas para poder mantener a 14 hijos, yo lo ayudaba, recuerdo que todos los concursos de zona de primaria los ganaba, todos los lunes estaban mis dibujos en el periódico mural, hasta que un día gané el primer lugar en Villa Unión y el jefe de zona, el profesor Othón García me preguntó que si me gustaría estudiar pintura y ahí me di cuenta que había una escuela en la capital”.
A los 12 años y después de haber concluido la primaria el maestro Salazar llegó a la capital, bajo la invitación de Juan Pulgarín para que conociera la Escuela de Pintura, lo presentó con Marcos Martínez, maestro de la hoy Escuela de Pintura, Escultura y Artesanía de la UJED (EPEA), quien lo llevó con el Maestro Francisco Montoya de la Cruz, quien le dio una hoja de máquina y un lápiz para ver cómo dibujaba. Salazar hizo lo que se le pidió y al revisarlo el muralista expresó “a chinelas”, palabra predilecta al sorprenderse y desde entonces formó parte del grupo de escultores y fundidores de la Escuela de Pintura, ganaba 60 pesos por semana y de ahí inició una vida que a la fecha disfruta entre el bronce, el fuego y la historia.
¿Cuál fue la primera escultura de Guillermo Salazar que salió de Durango?
“La primera pieza que salió de México fue una escultura de John Wayne, pues a través de Pedro Ávila Nevárez, quien me pidió la pieza para regalársela al actor. En ese tiempo Jonhn Wayne se hospedaba en el hotel México Courts, le llevamos la escultura y al ver la pieza se sorprendió y quiso pagarme, metió la mano a la bolsa y sacó una feriecita que no se completaba ni el dólar”, narró el artista entre risa.
A partir de ese momento la carrera de Salazar fue algo extraordinario, “porque yo tenía ganas de ser alguien en la vida, a eso vine. Mi papá siempre me decía ‘oye hijo, siempre debes hacer cosas que la gente común no hace’ y era lo que yo pensaba, yo quería destacar”, indicó.
Con dicha premisa ha conquistado peldaños como el primer lugar en escultura a nivel nacional, ha montado exposiciones en diversos países como Estados Unidos, Italia, Argentina, España, Brasil entre muchos más.
¿Por qué se quedó a vivir en Durango?
Durango me necesita, pues Durango necesita quien se encargue de esto y yo ya tenía mi taller aquí, es una gran aventura que inicié a los 12 años, por mi taller han pasado muchos exalumnos de la escuela de Pintura. Durango es rico en talentos pero pasan desapercibidos y quedan en el anonimato, debido a que no hay un atractivo, algo que los motive, y el taller tiene esa encomienda de motivar y ser parte del equipo de escultores y fundidores de Durango.
¿De todas sus obras, qué escultura le gusta más?
El General Villa Ecuestre, que está frente a Central Camionera, pues fue un trabajo de titanes, fue una gran experiencia, un trabajo extenuante por tres años.
Hoy siento tristeza al verla, la obra de arte sea mural, dibujo, grabado o escultura debe de disfrutarla la sociedad, el pueblo, el mundo, más una figura de esas dimensiones.
Pido en este Centenario de la muerte de mi General Villa que se cambie de ahí, está escondida olvidada, la han desmantelado, me han pedido que vuelva a poner tientos a la silla o las cadenas, es muy lamentable que hasta las letras se hayan robado, somos ingratos con varias figuras de Durango que han dado al mundo su talento.
Entre las esculturas que el maestro Salazar exhibe en la Ciudad se encuentra la pieza de Carlos León de la Peña e Isauro Venzor, quienes crearon el suero antialacránico, pues diariamente amanecían 18 cadáveres en el anfiteatro debido a la picadura de los alacranes, actualmente dicha escultura se puede apreciar frente al Hospital General 450.
¿Qué significa Durango para Guillermo Salazar?
Un gran compromiso, significa donde nací gracias a Dios, algo que no pagamos con nada, ese algo hay que darle brillo y que aparezca en todos lados.
¿Cuál es su sitio favorito?
Mi municipio, no pasa un mes que no vaya a mi municipio, se me viene a la mete cómo el trabajo fuerte del campesino mal pagado e ignorado está presente aunque no debe ser así, son los que nos dan de comer, siembran para que la sociedad coma, y su cosecha se la compran muy barata. Acordarme de mi escuela, mis amigos y la gente que dio ejemplo de vida, los campesinos con la filosofía que es increíble. El poanese es extraordinario, yo lo admiro.
¿A qué huele el bronce?
A vida, a algo extraordinario, pues hay que hacerse amigo con los materiales utilizados para tener obra en bronce.
Una persona una vez me pidió fundirle cierta cantidad de oro, se sorprendió tanto cuando se empezó a fundir y le dije no te acerques a la boca del cocedor te vas a quemar las retinas, por las temperaturas altas y me respondió ‘¿no ves el oro, no sientes bonito verlo?’, y le dije no, en primer lugar no es mío y en segundo lugar siento más bonito fundir cinco kilos de bronce, porque de ahí voy a hacer una obra que va a disfrutar la sociedad eso es más bonito que ver chorrear el oro.
Para que las obras del maestro Salazar tengan vida lleva a cabo cuatro reglas: debe tener parecido con la persona que realizará en la escultura, el carácter del personaje, el gesto que los caracteriza, “sino no trascienden, es decir, no tienen vida. Además debe estar implícito en la obra la personalidad del escultor, pintor o dibujante, sino están presentes no trascienden a la posteridad, lo cual es lo que busca el artistas, trascender, yo pocas veces firmó mi obra y mi firma ahí está es una tarjeta de presentación, en cada pieza está mi personalidad”, explicó.
Actualmente junto a su equipo de trabajo conformado por su familia, realiza proyectos importantes como exposiciones fuera de Durango, además de una que se mostrará en Biblioteca para el Congreso del Estado donde cerca de 30 esculturas en bronce lo representarán, además de “mi General Villa, que se va a los Pinos, pues el bisnieto, Francisco Villa García, se ha dado a la tarea de difundir su imagen y estamos realizando la pieza “Pancho Villa y la Revolución”, la cual se comprende de las figuras del Centauro del Norte y Nelly Campobello de niña, pues en Los Pinos hace falta una escultura del General”, dijo.
El sentido social del maestro escultor siempre está presente, pues su taller de fundición ha sido parte del programa federal Jóvenes Construyendo el Futuro, en el cual ha capacitado a más de 16 aprendices en la técnica de Fundición Artística.
Día a día, Guillermo Salazar González, busca trascender a través de piezas que más que narrar una historia preservan el legado de un pueblo que lucha por la igualdad.