Marco Antonio Ortiz Nava, mejor conocido como “el Gato”, es un árbitro duranguense que llegó a las grandes ligas del futbol mexicano gracias a su dedicación y tenacidad para conseguir sus objetivos. Es uno de los 10 silbantes mexicanos que cuentan con un gafete internacional otorgado por la FIFA, el cual le permite ser seleccionado para pitar en torneos internacionales, de ahí que el Mundial de Qatar 2022 se encuentre en la mira de este personaje oriundo de Durango.
Calificado por la crítica como un personaje controversial a la hora de silbar un encuentro; al interior de su hogar, el Gato Ortiz es como cualquier otro mexicano que disfruta de estas fiestas navideñas, de ahí que desde su perspectiva diciembre es sin duda “el mejor mes del año”.
Lo es desde que era niño cuando se reunía con toda su familia para pedir posada en las casas del barrio donde vive sus abuelas, y es que así es Durango, un lugar donde los vecinos se vuelven parte de tu propia familia, por eso mantiene muy presente el recuerdo de esas tardes donde quebraban piñatas, comían dulces y disfrutaban de los juegos.
Despertar en la mañana del 25 de diciembre y correr junto a sus primos para descubrir lo que les había traído Santa Claus o el Niño Dios, forman parte de esos recuerdos que a la fecha permanecen parte de sus experiencias.
Las abuelas, siempre caracterizadas por ser las mejores anfitrionas, debido a su vasta experiencia en la cocina y en la alimentación de grandes familias, fueron para Marco el mayor referente de la cocina navideña ya que ese pavo relleno, la pierna y por supuesto los tamales y el atole se convirtieron en el menú de todos los años “en esa temporada está permitido todo”, cuenta con picardía.
Esta navidad el Gato Ortiz, deja de lado las canchas para meterse a la cocina y cambiar el silbato y el uniforme de árbitro por el mandil, el cuchillo y la tabla, pues pese a que lo practica en pocas ocasiones, le gusta apoyar en la cocina mientras preparan la cena navideña.
Si bien es cierto que son María Edith, su “madre santa”; acompañada de doña Guadalupe, su abuela materna a quien con cariño llama “chiky”; doña Yoli, su abuela paterna y su esposa Miriam, las que están de lleno en la cocina, en ocasiones le asignan tareas como embarrar las hojas de maíz para los tamales y picar los ingredientes que lleva el relleno del pavo.
“Colaborar en este tipo de cosas siempre es algo divertido”, reconoció nostálgico, pues recuerda que mientras apoyaba en la elaboración del relleno del pavo aprovechaba para robarse algún ingrediente y comer a escondidas de su esposa y su madre, quienes lo reprenden cada vez que lo hace “la verdad me gusta comer mientras preparo algo”.
Mientras que en el caso de los tamales le gusta apoyar al momento de embarrar las hojas de tamal y rellenarlos con los ingredientes tradicionales como carne de puerco en chile rojo, o envolver en un morralito el tamal dulce con pasas.