Comenzó su oficio cuando despuntaba la segunda mitad del siglo pasado y el Santuario de Guadalupe en la ciudad de Durango aun no era parroquia. Hoy suma más de seis décadas haciendo lo único que sabe hacer, que es sacar fotografías en actos religiosos y sociales.
Se trata del fotógrafo pionero en este arte de atrapar el tiempo en papel. Su nombre es José Luis García Ríos, quien de manera amable comparte su historia con los lectores de El Sol de Durango.
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Nació el 24 de febrero de 1944 en el estado de Zacatecas, para ser precisos, en Chalchihuites y a muy temprana edad se trasladó con su familia a la ciudad de Durango. Diez años tenía apenas el pequeño José Luis y recuerda como si fuera ayer, los domicilios en los que ha vivido: Primero en Ayuntamiento y Pereyra, de donde mudaron a la calle Artesanos de la colonia Obrera. Regresaron algunos años de nuevo a Ayuntamiento 524, la casa de la familia De la Hoya que al parecer aun viven ahí. Enseguida, en esfuerzo conjunto con hermanos y padres, adquirieron un terreno en la parte media del cerro de Guadalupe aun en breña, donde edificaron su vivienda, a unos pasos precisamente del Santuario de Guadalupe y donde transcurre la mayor parte de su vida.
Instalado en esta zona del norte citadino, sin la posibilidad de ir a la escuela, ni siquiera a la primeria, la necesidad le hizo observar alternativas para ayudar en la economía familiar. Fue cuando a la edad de 16 años, con ahorros y el apoyo de su papá, logró hacerse de su primera cámara, una Kodak Retina Reflex, la mejor de la época, un equipo nuevo, que le costó 100 pesos y ahí comenzó la historia.
Pionero en el arte de la fotografía en Durango
Además de ejercer su oficio, que le generó grandes satisfacciones y no solamente económicas, se dio el tiempo para que al paso de los años trabara amistad con cientos de familias de las colonias aledañas al Santuario, que no eran muchas, pues apenas estaban la Maderera, parte de Morga, Benjamín Méndez, parte de la Guadalupe, etcétera, lo demás hacia al norte era despoblado.
José Luis mantiene en su “disco duro” información importante. Y es que, por ejemplo, recuerda que cuando comenzó a sacar fotos al término de las ceremonias religiosas como bodas, quinceañeras, bautizos y demás, el Santuario no tenía aun categoría de parroquia. En esos ayeres, solamente figuraban como tales San Miguel, Analco y Santa Ana.
Luego, menciona los nombres de los párrocos del Santuario, uno de los templos más antiguos y que encierra grandes episodios de la historia, sobre todo ligados a la Guerra de Independencia, Raúl de Jesús Moreno, Benigno Rodríguez, Antonio Mier, por cierto el iniciador del Nuevo Santuario de Guadalupe; Pascual Lizardo, José Luis Badillo y actualmente, Javier Almeida. Afirma que todos grandes personas que sin dificultad alguna le dieron oportunidad de hacer su trabajo.
Reconoce que no sufrió en el cambio del formato análogo a las cámaras digitales, tuvo que adaptarse al cambio de inmediato, pues hay que reiterar que la fotografía fue y es su forma de vida. Aquí, destaca que ya nadie trabaja 35 milímetros, ya no hay rollos. Los últimos que lo estuvieron haciendo fueron De Llano y Foto Muebles Plaza, que ya pasaron a la historia.
El momento que cambió su vida
Hace 27 años sufrió un accidente severo del que sobrevivió gracias a su constitución física y a su salud, pues siempre ha cuidado sus hábitos alimenticios. Sin embargo, luego de trasladarse históricamente en moto en bici, hoy tiene que hacerlo a pie dada la rigidez de una de sus extremidades, lo que de ninguna manera es obstáculo para continuar su trabajo.
De los pasajes históricos vividos, subraya que le tocó ver el nacimiento y la consolidación del Nuevo Santuario de Guadalupe, del cual tomó infinidad de fotos desde la cimentación.
Desde luego, su inicio fue con fotos solamente en blanco y negro durante varios años hasta que llegó el color, que cambió radicalmente la calidad y consecuentemente el interés de las personas por sacarse una foto.
De las inmediaciones del Santuario recordó aquel resbaladero natural, una piedra enorme que fue labrada a fuerza de uso por generaciones que lo utilizaron como juego y que ahí dejaron parte de sus prendas de vestir, que a la postre provocaron el consabido regaño de los papás al ver la ropa destrozada en zona de posaderas.
Luego, entonces no se habían inventado las danzas aun, de tal forma que la fiesta del 12 de diciembre, se daba con una sola peregrinación con miles de fieles que caminaban desde el panteón de Oriente por 20 de Noviembre y hasta los pies de la Virgen, pasando desde luego por catedral y por lo que es hoy la explanada de Los Insurgentes que no contaba aun con pavimento, donde las familias que habitaban las inmediaciones cultivaban cientos de rosales, que en aquellos otoños del siglo pasado engalanaban con su aroma y sus colores el arribo a rendir pleitesía a la Patrona de México.
José Luis hoy en día es feliz al lado de sus hijas y sus nietos. Destaca que el no haber tenido estudios y abrazar la fotografía como su quehacer cotidiano, le generó una forma de vida honesta, agradable, tranquila, y que no cambiaría por nada sus vivencias.