/ jueves 22 de agosto de 2019

EN CARTERA

A 500 años de la conquista, cara o cruz: Hernán Cortés (Primera de dos partes)

El 18 de noviembre de 1518 zarpó de Santiago de Cuba la flotilla al mando de Hernán Cortés, cuyos integrantes -547 hombres (518 infantes, 16 jinetes y 13 arcabuceros) en un inicio- llevarían a cabo la conquista de los territorios que se convertirían en el Virreinato de la Nueva España.

Derrotar a todo un imperio en lo que se conoce como una de las luchas con mayor inferioridad numérica de la historia, sigue siendo una interrogante para los historiadores. En tan sólo 2 años, los barbudos y hambrientos colonizadores consiguieron derrotar al imperio más violento que había conocido América, el azteca.

El conquistador extremeño tomó una decisión radical que marcaría el desenlace: o ricos o no volverían y, así, destruyeron los navíos con intención de derrumbar el Estado mexicano.

Conformado por 15 millones de habitantes y controlado desde la ciudad-estado de Tenochtitlan, cuyos orígenes se fechan en el siglo XIV, creían en los sacrificios y en el poder de inmolarse voluntariamente para satisfacer a Huichilobos, su principal deidad, tal y como explica el historiador mexicano Carlos Pereira. En la región, cada año se sacrificaban a 30,000 personas capturadas de tribus vecinas en ceremonias donde las ofrendas humanas eran habituales.

Entonces, Cortés se aprovechó del odio y del temor de los lugareños para ganarse la confianza de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, quienes formaron parte del reducido ejército de los españoles. En los pueblos a los que arriban, se enteran del resentimiento y odio que los aztecas concitan pues los tienen sojuzgados y les cobran grandes tributos. Con perfidia florentina, Cortés va construyendo alianzas, armando intrigas y dividiendo a las naciones originarias.

A pesar de su reducido ejército, las armas y las novedosas (para el momento) tácticas traídas desde Europa, así como las enfermedades contraídas desde el “Viejo Mundo”, provocaron el asedio final de la capital mexicana. La viruela fue el gran “aguerrido” de los españoles, que junto con el sarampión, las fiebres tifoideas y la gripe se cobraron 100,000 vidas aztecas por cada 100 muertes de españoles, comenzando así la conquista de toda Mesoamérica.

Tenochtitlan fue conquistada por una confederación de tribus opuestas al imperio, junto con un grupo de españoles que no lo hubiera logrado sin ayuda de los tlaxcaltecas o los indígenas de Zempoala. No debemos soslayar la presencia de la población africana como una población importante. A finales del siglo XVI había más de 20 mil esclavos en México, una población muy grande, la segunda después de los indígenas. Esa también es una historia fascinante, inclusive para la fundación de Durango venían negros con Francisco de Ibarra.

El extremeño Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano -nacido en Medellín, actual provincia de Badajoz, en 1485- fue enviado por su padre a estudiar leyes en Salamanca (en esa institución su lema es “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”), pero fracasó y se embarcó muy joven al Nuevo Mundo, movido por su espíritu de aventura y su ambición.

En 1504, a los 19 años de edad, partió a Santo Domingo, de donde su padre lo hizo traer de regreso en 1506. Sin embargo, volvió a América en 1511 para participar en la conquista de Cuba, como parte de la expedición encabezada por Diego de Velázquez. El segoviano Velázquez, 20 años mayor que Cortés, le dio tierras y esclavos e incluso lo hizo alcalde de Santiago de Cuba, pero pronto comenzó a desconfiar de él. Temeroso de que conspiraba en su contra, Velázquez puso preso a Cortés.

En 1517, Cortés se casó con Catalina Suárez (mal llamada Catalina Xuárez), hija del encomendero Juan Suárez de Peralta, hombre allegado al gobernador Diego de Velázquez. Esa relación pudo haber suavizado el vínculo entre Cortés y Velázquez y quizá sea la explicación de que éste pusiera en pausa su desconfianza por aquél y lo colocara al frente de la tercera expedición que salió de Cuba para cruzar el canal de Yucatán y explorar lo que entonces se creía una isla.

La primera expedición, comandada por Francisco Hernández de Córdoba, había dado con el actual territorio mexicano por casualidad, pues una tormenta la hizo encallar en Isla Mujeres. Posteriormente, bordeó la península hasta llegar a Champotón, de donde los exploradores debieron huir tras de ser atacados por los locales.

La segunda, más exitosa, fue encabezada por Juan de Grijalva, sobrino de Velázquez, y recorrió la costa del Golfo de México hasta el norte de Veracruz. El gobernador quedó impresionado con lo descubierto por sus hombres y lo hizo notificar al rey Carlos I. Pero también estaba a disgusto de que Grijalva no hubiese sido más osado.

Por eso, Velázquez buscó otro capitán para la tercera expedición. Le recomendaron a Cortés, a quien dio una lista muy precisa de órdenes para el viaje. Y antes de que el gobernador pudiese arrepentirse de su elección, por la desconfianza que le seguía teniendo, Cortés ya había zarpado hacia otro punto de la isla, donde terminó de reclutar a sus hombres y abastecerse de alimentos y pertrechos. (Continuará)

A 500 años de la conquista, cara o cruz: Hernán Cortés (Primera de dos partes)

El 18 de noviembre de 1518 zarpó de Santiago de Cuba la flotilla al mando de Hernán Cortés, cuyos integrantes -547 hombres (518 infantes, 16 jinetes y 13 arcabuceros) en un inicio- llevarían a cabo la conquista de los territorios que se convertirían en el Virreinato de la Nueva España.

Derrotar a todo un imperio en lo que se conoce como una de las luchas con mayor inferioridad numérica de la historia, sigue siendo una interrogante para los historiadores. En tan sólo 2 años, los barbudos y hambrientos colonizadores consiguieron derrotar al imperio más violento que había conocido América, el azteca.

El conquistador extremeño tomó una decisión radical que marcaría el desenlace: o ricos o no volverían y, así, destruyeron los navíos con intención de derrumbar el Estado mexicano.

Conformado por 15 millones de habitantes y controlado desde la ciudad-estado de Tenochtitlan, cuyos orígenes se fechan en el siglo XIV, creían en los sacrificios y en el poder de inmolarse voluntariamente para satisfacer a Huichilobos, su principal deidad, tal y como explica el historiador mexicano Carlos Pereira. En la región, cada año se sacrificaban a 30,000 personas capturadas de tribus vecinas en ceremonias donde las ofrendas humanas eran habituales.

Entonces, Cortés se aprovechó del odio y del temor de los lugareños para ganarse la confianza de los nativos totonacas de la ciudad de Cempoala, quienes formaron parte del reducido ejército de los españoles. En los pueblos a los que arriban, se enteran del resentimiento y odio que los aztecas concitan pues los tienen sojuzgados y les cobran grandes tributos. Con perfidia florentina, Cortés va construyendo alianzas, armando intrigas y dividiendo a las naciones originarias.

A pesar de su reducido ejército, las armas y las novedosas (para el momento) tácticas traídas desde Europa, así como las enfermedades contraídas desde el “Viejo Mundo”, provocaron el asedio final de la capital mexicana. La viruela fue el gran “aguerrido” de los españoles, que junto con el sarampión, las fiebres tifoideas y la gripe se cobraron 100,000 vidas aztecas por cada 100 muertes de españoles, comenzando así la conquista de toda Mesoamérica.

Tenochtitlan fue conquistada por una confederación de tribus opuestas al imperio, junto con un grupo de españoles que no lo hubiera logrado sin ayuda de los tlaxcaltecas o los indígenas de Zempoala. No debemos soslayar la presencia de la población africana como una población importante. A finales del siglo XVI había más de 20 mil esclavos en México, una población muy grande, la segunda después de los indígenas. Esa también es una historia fascinante, inclusive para la fundación de Durango venían negros con Francisco de Ibarra.

El extremeño Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano -nacido en Medellín, actual provincia de Badajoz, en 1485- fue enviado por su padre a estudiar leyes en Salamanca (en esa institución su lema es “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga”), pero fracasó y se embarcó muy joven al Nuevo Mundo, movido por su espíritu de aventura y su ambición.

En 1504, a los 19 años de edad, partió a Santo Domingo, de donde su padre lo hizo traer de regreso en 1506. Sin embargo, volvió a América en 1511 para participar en la conquista de Cuba, como parte de la expedición encabezada por Diego de Velázquez. El segoviano Velázquez, 20 años mayor que Cortés, le dio tierras y esclavos e incluso lo hizo alcalde de Santiago de Cuba, pero pronto comenzó a desconfiar de él. Temeroso de que conspiraba en su contra, Velázquez puso preso a Cortés.

En 1517, Cortés se casó con Catalina Suárez (mal llamada Catalina Xuárez), hija del encomendero Juan Suárez de Peralta, hombre allegado al gobernador Diego de Velázquez. Esa relación pudo haber suavizado el vínculo entre Cortés y Velázquez y quizá sea la explicación de que éste pusiera en pausa su desconfianza por aquél y lo colocara al frente de la tercera expedición que salió de Cuba para cruzar el canal de Yucatán y explorar lo que entonces se creía una isla.

La primera expedición, comandada por Francisco Hernández de Córdoba, había dado con el actual territorio mexicano por casualidad, pues una tormenta la hizo encallar en Isla Mujeres. Posteriormente, bordeó la península hasta llegar a Champotón, de donde los exploradores debieron huir tras de ser atacados por los locales.

La segunda, más exitosa, fue encabezada por Juan de Grijalva, sobrino de Velázquez, y recorrió la costa del Golfo de México hasta el norte de Veracruz. El gobernador quedó impresionado con lo descubierto por sus hombres y lo hizo notificar al rey Carlos I. Pero también estaba a disgusto de que Grijalva no hubiese sido más osado.

Por eso, Velázquez buscó otro capitán para la tercera expedición. Le recomendaron a Cortés, a quien dio una lista muy precisa de órdenes para el viaje. Y antes de que el gobernador pudiese arrepentirse de su elección, por la desconfianza que le seguía teniendo, Cortés ya había zarpado hacia otro punto de la isla, donde terminó de reclutar a sus hombres y abastecerse de alimentos y pertrechos. (Continuará)

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