/ viernes 20 de marzo de 2020

¿Eso es ser honesto?

Por supuesto que la honestidad es un valor o una cualidad del ser humano que mantiene una vinculación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. La honestidad se caracteriza en la forma de ser y actuar del individuo, resaltando en todo momento la dignidad, el pudor, la justicia, la serenidad, la rectitud, la honradez y la coherencia en la forma de proceder, coincidente con el pensamiento y sentimiento.

Y así como de lo bueno, lo opuesto es lo malo, lo contrario a la honestidad es la deshonestidad que se encuentra completamente ligada con la hipocresía, la corrupción, la infracción y la falta de ética.

Cabe reflexionar que, si deseamos actuar con honestidad, es procedente que nuestra voluntad desarrolle rectitud en nuestros sentimientos al igual que en nuestras emociones, respetando personas y demás derechos, así como enterarnos fehacientemente de nuestras limitaciones y defectos y proceder sin fingimientos dentro de la sociedad.

Por otra parte, existe una frase que se atribuye a Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Tratándose de ciencia, no es posible postular algo como verdad si no hay evidencias físicas o teóricas de que lo sea. Pero nuestra sociedad que aprecia tanto el sensacionalismo, está ávida de satisfacer su morbo con cualquier noticia que llegue y sea impactante sin la más mínima preocupación de saber si es cierto o no. El problema más grave es que una mentira viajará muy lejos, pero no habrá esperanza de que vuelva.

Lo que sucede cuando una mentira es repetida mil veces es que, con la repetición se generan creencias muy profundas, y cuando el cerebro capta una situación nueva, hay un desequilibrio, al que le sigue una asimilación, una acomodación y luego una adaptación. Como cuando llegamos a una ciudad desconocida, nos sentiremos desubicados al principio, pero posteriormente nos iremos familiarizando con su entorno y luego la haremos nuestra. Y con la mentira repetida ocurre algo similar, pues la mente se va adaptando para escucharla, para percibirla y termina incorporándola a su ámbito de pensamiento.

Si llega a aparecer ante la sociedad una persona con aires de humildad, en un vehículo pequeño, que critica a los de cuello blanco, a los de la mafia del poder, pero antes que nada navega ante la sociedad con la bandera de honesto, que por más de 18 años se autonombra y proclama honesto, lo repita o no mil, o cientos de miles de veces, la sociedad entonces se lo cree, y también resulta comprensible que después de haber padecido un gobierno lleno de corrupción como el del sexenio pasado, se hayan ido con la finta de la supuesta honestidad, y creer las promesas que acabaría con la corrupción y demás cánceres de la sociedad.

Cualquier noticia que cause expectación y nos haga recapacitar sobre algo diferente, raro, sensacional, no es necesario muchas veces que sea repetida mil veces para creerla, pues en ocasiones basta un rumor, que todo rumor, no es más que la distorsión o tergiversación de la verdad o de lo real, pero así lo acepta la sociedad y lo cree, como también acepta que la culpa absoluta de todo la tienen los conservadores y neoliberales.

Lo que causa un poco más de asombro es que, no obstante se demuestra que, si uno de los principios fundamentales de una persona honesta es ser genuino, auténtico, objetivo, que se respeta a sí mismo y a los demás, pero que no lo ha demostrado con un sinfín de hechos y actitudes como su sectarismo, apodos y descalificaciones a multitud de personas; la adquisición de multitud de bienes sin licitación alguna, pudiendo señalar tan solo la compra de 671 autotanques por un total de 92 millones de dólares, para atender la distribución de gasolinas y evitar el desabasto que se suscitó, pero que en la actualidad no se tiene ni siquiera conocimiento de la situación que guardan dichas unidades.

La adquisición por parte de la Sedena, de al menos 2,234 vehículos sin proceso de licitación que se destinarán para uso de la Policía Militar y de la Guardia Nacional.

Su pregón de austeridad, que recorta presupuestos para hospitales pero destina 2,100 millones de pesos para formar jugadores, entrenadores promoviendo el beisbol.

Anunciar algo, prometer algo, sin conocerlo, o no cumplirlo, por ni siquiera saber cómo lo pudiera hacer, cacaraquear el huevo y no ponerlo, también es deshonestidad, como el pretender llevar a la venta algo que no es de la persona y, rifar ese bien, pero no rifarlo. . . ¿Será eso honesto? La experiencia nos ha demostrado que cuando alguien canta sus propias alabanzas, siempre tiene el tono demasiado alto.

Solicitar que me contraten para determinada labor, pero sin saber cumplirlo a cabalidad, sin tener experiencia, ni capacidad para poder dar cumplimiento en mi solicitud de trabajo, también es deshonestidad. Predicar todos los días, utilizar el “fuchi caca” y demás, eso no es gobernar.

¿Alguien se someterá a que le saque la muela el arquitecto, que supuestamente es el más honesto de la localidad? Por supuesto que sí es honesto ese arquitecto, él nunca se atreverá a querer sacar la muela.

De sobra conocido es el dicho: “La práctica hace al maestro”. Un principio completamente básico que nunca se deberá olvidar es que, habiendo afianzado el aspecto teórico, sus actualizaciones y demás derivados, la profesionalización solo se logra si practicamos, practicamos y volvemos a practicar.

La palabra experiencia proviene del vocablo latino “experiri” comprobar, demostrando que, con la práctica, se exponen los conocimientos, capacidades y habilidades, que corroboran que las instrucciones de la teoría se pueden aplicar y desarrollar en forma correcta, pero nunca estar improvisando con personajes que afirman que “los aviones se repelen”, o quedar conforme señalando que, a sus colaboradores les exige un 90% de honestidad y solo un 10 de experiencia.

Para muchos la ceguera que se guarda por orgullo les impide dar su brazo a torcer, les hace clavarse en sus tinieblas y buscar cuantos motivos y pretextos sean posibles para no reconocer y ver la realidad, pues “cuando la no deseada verdad se nos presenta, nuestra mente se esconde en una absurda demencia”.

Por supuesto que la honestidad es un valor o una cualidad del ser humano que mantiene una vinculación con los principios de verdad y justicia y con la integridad moral. La honestidad se caracteriza en la forma de ser y actuar del individuo, resaltando en todo momento la dignidad, el pudor, la justicia, la serenidad, la rectitud, la honradez y la coherencia en la forma de proceder, coincidente con el pensamiento y sentimiento.

Y así como de lo bueno, lo opuesto es lo malo, lo contrario a la honestidad es la deshonestidad que se encuentra completamente ligada con la hipocresía, la corrupción, la infracción y la falta de ética.

Cabe reflexionar que, si deseamos actuar con honestidad, es procedente que nuestra voluntad desarrolle rectitud en nuestros sentimientos al igual que en nuestras emociones, respetando personas y demás derechos, así como enterarnos fehacientemente de nuestras limitaciones y defectos y proceder sin fingimientos dentro de la sociedad.

Por otra parte, existe una frase que se atribuye a Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Tratándose de ciencia, no es posible postular algo como verdad si no hay evidencias físicas o teóricas de que lo sea. Pero nuestra sociedad que aprecia tanto el sensacionalismo, está ávida de satisfacer su morbo con cualquier noticia que llegue y sea impactante sin la más mínima preocupación de saber si es cierto o no. El problema más grave es que una mentira viajará muy lejos, pero no habrá esperanza de que vuelva.

Lo que sucede cuando una mentira es repetida mil veces es que, con la repetición se generan creencias muy profundas, y cuando el cerebro capta una situación nueva, hay un desequilibrio, al que le sigue una asimilación, una acomodación y luego una adaptación. Como cuando llegamos a una ciudad desconocida, nos sentiremos desubicados al principio, pero posteriormente nos iremos familiarizando con su entorno y luego la haremos nuestra. Y con la mentira repetida ocurre algo similar, pues la mente se va adaptando para escucharla, para percibirla y termina incorporándola a su ámbito de pensamiento.

Si llega a aparecer ante la sociedad una persona con aires de humildad, en un vehículo pequeño, que critica a los de cuello blanco, a los de la mafia del poder, pero antes que nada navega ante la sociedad con la bandera de honesto, que por más de 18 años se autonombra y proclama honesto, lo repita o no mil, o cientos de miles de veces, la sociedad entonces se lo cree, y también resulta comprensible que después de haber padecido un gobierno lleno de corrupción como el del sexenio pasado, se hayan ido con la finta de la supuesta honestidad, y creer las promesas que acabaría con la corrupción y demás cánceres de la sociedad.

Cualquier noticia que cause expectación y nos haga recapacitar sobre algo diferente, raro, sensacional, no es necesario muchas veces que sea repetida mil veces para creerla, pues en ocasiones basta un rumor, que todo rumor, no es más que la distorsión o tergiversación de la verdad o de lo real, pero así lo acepta la sociedad y lo cree, como también acepta que la culpa absoluta de todo la tienen los conservadores y neoliberales.

Lo que causa un poco más de asombro es que, no obstante se demuestra que, si uno de los principios fundamentales de una persona honesta es ser genuino, auténtico, objetivo, que se respeta a sí mismo y a los demás, pero que no lo ha demostrado con un sinfín de hechos y actitudes como su sectarismo, apodos y descalificaciones a multitud de personas; la adquisición de multitud de bienes sin licitación alguna, pudiendo señalar tan solo la compra de 671 autotanques por un total de 92 millones de dólares, para atender la distribución de gasolinas y evitar el desabasto que se suscitó, pero que en la actualidad no se tiene ni siquiera conocimiento de la situación que guardan dichas unidades.

La adquisición por parte de la Sedena, de al menos 2,234 vehículos sin proceso de licitación que se destinarán para uso de la Policía Militar y de la Guardia Nacional.

Su pregón de austeridad, que recorta presupuestos para hospitales pero destina 2,100 millones de pesos para formar jugadores, entrenadores promoviendo el beisbol.

Anunciar algo, prometer algo, sin conocerlo, o no cumplirlo, por ni siquiera saber cómo lo pudiera hacer, cacaraquear el huevo y no ponerlo, también es deshonestidad, como el pretender llevar a la venta algo que no es de la persona y, rifar ese bien, pero no rifarlo. . . ¿Será eso honesto? La experiencia nos ha demostrado que cuando alguien canta sus propias alabanzas, siempre tiene el tono demasiado alto.

Solicitar que me contraten para determinada labor, pero sin saber cumplirlo a cabalidad, sin tener experiencia, ni capacidad para poder dar cumplimiento en mi solicitud de trabajo, también es deshonestidad. Predicar todos los días, utilizar el “fuchi caca” y demás, eso no es gobernar.

¿Alguien se someterá a que le saque la muela el arquitecto, que supuestamente es el más honesto de la localidad? Por supuesto que sí es honesto ese arquitecto, él nunca se atreverá a querer sacar la muela.

De sobra conocido es el dicho: “La práctica hace al maestro”. Un principio completamente básico que nunca se deberá olvidar es que, habiendo afianzado el aspecto teórico, sus actualizaciones y demás derivados, la profesionalización solo se logra si practicamos, practicamos y volvemos a practicar.

La palabra experiencia proviene del vocablo latino “experiri” comprobar, demostrando que, con la práctica, se exponen los conocimientos, capacidades y habilidades, que corroboran que las instrucciones de la teoría se pueden aplicar y desarrollar en forma correcta, pero nunca estar improvisando con personajes que afirman que “los aviones se repelen”, o quedar conforme señalando que, a sus colaboradores les exige un 90% de honestidad y solo un 10 de experiencia.

Para muchos la ceguera que se guarda por orgullo les impide dar su brazo a torcer, les hace clavarse en sus tinieblas y buscar cuantos motivos y pretextos sean posibles para no reconocer y ver la realidad, pues “cuando la no deseada verdad se nos presenta, nuestra mente se esconde en una absurda demencia”.