/ viernes 10 de julio de 2020

Hacia dónde llevar la educación en tiempos de crisis

Educar con éxito a las nuevas generaciones ha sido siempre el propósito y el anhelo de toda sociedad moderna, pues existe la creencia generalizada de que una educación de buena calidad es uno de los determinantes principales, por no decir que es el más importante, que hará posible alcanzar el progreso y el desarrollo de una comunidad o de una nación.

En la actualidad, el debate por la buena educación y por el derecho a la educación siguen estando en las mesas de análisis de gobiernos y organismos nacionales e internacionales; quienes coinciden en que existen objetivos fundamentales de carácter universal, que cualquier sistema educativo debe proponerse alcanzar, a saber: 1) la trasmisión y adopción de principios y valores, esenciales para la formación humana y ciudadana; 2) el modelado de roles, en lo personal, en lo profesional y en lo laboral, para la adaptación al entorno de cada quien; 3) el dominio de notaciones básicas, como leer, escribir, calcular, manejar instrumentos y otras competencias genéricas para la sobrevivencia y la vida en comunidad; y 4) el conocimiento y aplicación de algunas disciplinas, como formación profesional y oportunidad de desarrollo laboral.

Estos cuatro grandes objetivos están presentes por lo general en los currículums de los distintos sistemas educativos de los países del mundo; sin embargo, no todos los países tienen sistemas educativos de buena calidad, ni forman con éxito a sus ciudadanos y a sus profesionistas, en virtud de las diferencias económicas, de organización, burocracia, infraestructura, equipamiento y desarrollo tecnológico, que presenten entre sí, pero especialmente por las diferencias en la formación profesional inicial y el trato laboral diferenciado de los educadores y personal de apoyo que atienden a los estudiantes en las escuelas.

Otro aspecto importante que impacta en la calidad de la educación es el enfoque o modelo educativo que adoptan los distintos sistemas educativos, pues los hay aquellos en los que la formación escolar se basa en un currículum tradicional, arraigado en nacionalismos ideologizados, cerrados a cualquier cambio o innovación en materia educativa; o bien, aquellos en los que se adopta un currículum futurista, ecléctico, muy ambicioso y modernista, pero desarraigado de la historia del país o de la propia humanidad.

No está por demás recordar que la educación en este tiempo de crisis constante y cambiante, bien sea por los vaivenes macro globales, económicos o políticos, o por las migraciones e intercambios culturales derivados de los modernos sistemas tecnológicos de intercomunicación social; e incluso por las pandemias que azotan a los sistemas de salud del mundo, también está en crisis, pues es difícil que el desarrollo educativo vaya a la par o al mismo ritmo que el desarrollo científico y tecnológico, las tendencias políticas y económicas; el desarrollo social, cultural y personal del siglo XXI; el desarrollo exponencial de la información y el conocimiento, el posmodernismo y la multiculturalidad, entre otras macrotendencias del desarrollo mundial.

Así las cosas, estudiosos del fenómeno educativo en todo el mundo coinciden en que es imposible que la educación pueda ser tan amplia e incluyente que abarque todas las aristas o tendencias del desarrollo global de nuestro tiempo, por lo que es importante redefinir los alcances de la educación y los objetivos mínimos que deberían proponerse para cualquier persona, en cualquier sistema educativo, de tal manera que se pueda formar como un ciudadano y un profesionista de éxito, que alcance su pleno desarrollo personal, familiar y comunitario.

Así por ejemplo, para Howard Gardner, además de los objetivos ya señalados, hay tres inquietudes que deberían atenderse como contenidos fundamentales de cualquier educación, para acercarla a un nivel aceptable de calidad: 1) el ámbito de la verdad, con su contrario, lo que es falso o indeterminable; 2) el ámbito de la belleza, y su ausencia, en experiencias u objetos desagradables o de mal gusto; y 3) el ámbito de lo moral, lo que es juzgado como bueno y lo que se considera como malo.

La significación y comprensión de estos ámbitos, en palabras del autor, son necesarias para la formación de una ciudadanía productiva. Sin esta comprensión las personas no podrían participar plenamente en su propio desarrollo o en el progreso de su comunidad o país.

En el caso de Zygmunt Bauman, una de las más altas aspiraciones del hombre es alcanzar la felicidad, como un estado de plena satisfacción por vivir la vida, al margen de los problemas cotidianos de la existencia. La felicidad como conciencia de sí mismo, como autoafirmación del ser, como autorrealización personal y comunitaria, como autocontrol y autorregulación de las propias acciones.

Para el autor, la felicidad es una constante búsqueda, una tarea y un desafío personal, para la que se requiere de una estrategia vital para alcanzarla y es justo ahí donde la persona puede encontrar apoyos en la escuela, o en otras instituciones educativas no formales, para encauzar esa búsqueda y allegarse de información y herramientas, para aligerar su desafío y alcanzar su deseo de ser feliz, aunque finalmente, alcanzar la felicidad es una elección personal.

Evidentemente, hay otros elementos que podrían describirse como rasgos importantes para una buena educación y que podrían orientar el rediseño de los planes y programas de estudio de cualquier sistema educativo, pero si al menos, en cada uno de ellos se adoptaran los objetivos enunciados, así como la comprensión y práctica de los ámbitos de la verdad, la belleza, la moral y la felicidad, estaríamos ante la expectativa de logro de una buena educación, con un enfoque y distinción humanista;

Pero además, si en el currículum se da prioridad a la profundidad en el conocimiento, en contraparte con la amplitud y la saturación de contenidos; se adopta un enfoque de construcción más que de acumulación; se propicia el aprendizaje cooperativo y la solución de problemas; la enseñanza y el aprendizaje se centran en el estudiante más que en el enseñante; se atienden las diferencias individuales y los estilos personales de aprendizaje; y se utilizan proactivamente, como medio y no como un fin, las tecnologías de la información y la comunicación en el aula, seguro habrá cambios significativos en la calidad de la educación que se ofrece en las escuelas.

Educar con éxito a las nuevas generaciones ha sido siempre el propósito y el anhelo de toda sociedad moderna, pues existe la creencia generalizada de que una educación de buena calidad es uno de los determinantes principales, por no decir que es el más importante, que hará posible alcanzar el progreso y el desarrollo de una comunidad o de una nación.

En la actualidad, el debate por la buena educación y por el derecho a la educación siguen estando en las mesas de análisis de gobiernos y organismos nacionales e internacionales; quienes coinciden en que existen objetivos fundamentales de carácter universal, que cualquier sistema educativo debe proponerse alcanzar, a saber: 1) la trasmisión y adopción de principios y valores, esenciales para la formación humana y ciudadana; 2) el modelado de roles, en lo personal, en lo profesional y en lo laboral, para la adaptación al entorno de cada quien; 3) el dominio de notaciones básicas, como leer, escribir, calcular, manejar instrumentos y otras competencias genéricas para la sobrevivencia y la vida en comunidad; y 4) el conocimiento y aplicación de algunas disciplinas, como formación profesional y oportunidad de desarrollo laboral.

Estos cuatro grandes objetivos están presentes por lo general en los currículums de los distintos sistemas educativos de los países del mundo; sin embargo, no todos los países tienen sistemas educativos de buena calidad, ni forman con éxito a sus ciudadanos y a sus profesionistas, en virtud de las diferencias económicas, de organización, burocracia, infraestructura, equipamiento y desarrollo tecnológico, que presenten entre sí, pero especialmente por las diferencias en la formación profesional inicial y el trato laboral diferenciado de los educadores y personal de apoyo que atienden a los estudiantes en las escuelas.

Otro aspecto importante que impacta en la calidad de la educación es el enfoque o modelo educativo que adoptan los distintos sistemas educativos, pues los hay aquellos en los que la formación escolar se basa en un currículum tradicional, arraigado en nacionalismos ideologizados, cerrados a cualquier cambio o innovación en materia educativa; o bien, aquellos en los que se adopta un currículum futurista, ecléctico, muy ambicioso y modernista, pero desarraigado de la historia del país o de la propia humanidad.

No está por demás recordar que la educación en este tiempo de crisis constante y cambiante, bien sea por los vaivenes macro globales, económicos o políticos, o por las migraciones e intercambios culturales derivados de los modernos sistemas tecnológicos de intercomunicación social; e incluso por las pandemias que azotan a los sistemas de salud del mundo, también está en crisis, pues es difícil que el desarrollo educativo vaya a la par o al mismo ritmo que el desarrollo científico y tecnológico, las tendencias políticas y económicas; el desarrollo social, cultural y personal del siglo XXI; el desarrollo exponencial de la información y el conocimiento, el posmodernismo y la multiculturalidad, entre otras macrotendencias del desarrollo mundial.

Así las cosas, estudiosos del fenómeno educativo en todo el mundo coinciden en que es imposible que la educación pueda ser tan amplia e incluyente que abarque todas las aristas o tendencias del desarrollo global de nuestro tiempo, por lo que es importante redefinir los alcances de la educación y los objetivos mínimos que deberían proponerse para cualquier persona, en cualquier sistema educativo, de tal manera que se pueda formar como un ciudadano y un profesionista de éxito, que alcance su pleno desarrollo personal, familiar y comunitario.

Así por ejemplo, para Howard Gardner, además de los objetivos ya señalados, hay tres inquietudes que deberían atenderse como contenidos fundamentales de cualquier educación, para acercarla a un nivel aceptable de calidad: 1) el ámbito de la verdad, con su contrario, lo que es falso o indeterminable; 2) el ámbito de la belleza, y su ausencia, en experiencias u objetos desagradables o de mal gusto; y 3) el ámbito de lo moral, lo que es juzgado como bueno y lo que se considera como malo.

La significación y comprensión de estos ámbitos, en palabras del autor, son necesarias para la formación de una ciudadanía productiva. Sin esta comprensión las personas no podrían participar plenamente en su propio desarrollo o en el progreso de su comunidad o país.

En el caso de Zygmunt Bauman, una de las más altas aspiraciones del hombre es alcanzar la felicidad, como un estado de plena satisfacción por vivir la vida, al margen de los problemas cotidianos de la existencia. La felicidad como conciencia de sí mismo, como autoafirmación del ser, como autorrealización personal y comunitaria, como autocontrol y autorregulación de las propias acciones.

Para el autor, la felicidad es una constante búsqueda, una tarea y un desafío personal, para la que se requiere de una estrategia vital para alcanzarla y es justo ahí donde la persona puede encontrar apoyos en la escuela, o en otras instituciones educativas no formales, para encauzar esa búsqueda y allegarse de información y herramientas, para aligerar su desafío y alcanzar su deseo de ser feliz, aunque finalmente, alcanzar la felicidad es una elección personal.

Evidentemente, hay otros elementos que podrían describirse como rasgos importantes para una buena educación y que podrían orientar el rediseño de los planes y programas de estudio de cualquier sistema educativo, pero si al menos, en cada uno de ellos se adoptaran los objetivos enunciados, así como la comprensión y práctica de los ámbitos de la verdad, la belleza, la moral y la felicidad, estaríamos ante la expectativa de logro de una buena educación, con un enfoque y distinción humanista;

Pero además, si en el currículum se da prioridad a la profundidad en el conocimiento, en contraparte con la amplitud y la saturación de contenidos; se adopta un enfoque de construcción más que de acumulación; se propicia el aprendizaje cooperativo y la solución de problemas; la enseñanza y el aprendizaje se centran en el estudiante más que en el enseñante; se atienden las diferencias individuales y los estilos personales de aprendizaje; y se utilizan proactivamente, como medio y no como un fin, las tecnologías de la información y la comunicación en el aula, seguro habrá cambios significativos en la calidad de la educación que se ofrece en las escuelas.