Ramón López Velarde escribió "La Suave Patria" en 1921, en el cuarto centenario de la caída de Tenochtitlán y primer centenario de la Independencia de nuestro país, y entre sus versos que dibujan pasajes épicos de nuestra historia, las aves figuran como símbolos de la devoción mexicana.
Este poema es el tributo del poeta a la grandeza de su patria, exactamente en el momento de crisis en que México empezó a verse a sí mismo y a reconquistar su pasado para actualizarlo y encontrar así su nuevo sitio en el mundo moderno, exalta a la patria rural, a la madre tierra y el México que ve extinguirse.
Nacido en 1888 en Jerez, en el estado de Zacatecas, Ramón López Velarde es considerado, a pesar de su corta vida, el más "nacional" de los líricos del país y a pesar de ser un poeta de la época modernista mantiene en el lenguaje y el estilo, una serenidad casi clásica, un carácter religioso que lo vinculan con la tradición.
José Ramón Modesto López Velarde Berumen fue el primero de los nueve hijos del abogado José Guadalupe López Velarde y de Trinidad Berumen Llamas. A unos cuantos kilómetros de su casa se encontraba la Hacienda de la Ciénaga, donde vivió Josefa de los Ríos llamada en sus escritos Fuensanta, su musa y a quien dedicó sus primeros textos.
Su escritura, plena de imágenes y de un lenguaje constantemente renovado, colocó a la poesía de México en la antesala de la vanguardia y revela un dilema del espíritu al cual se entregó hasta sus últimas consecuencias sin renunciar a sus dos polos: la religiosidad y el erotismo.
Hace más de un siglo, cuando el poeta zacatecano estaba ya enfermo y sabía que le quedaba poco tiempo de vida, escribió y publicó el texto que suele considerarse el poema nacional de México, en un momento muy especial para él y todos los mexicanos que buscaban la configuración de su identidad nacional, de la mexicanidad.
La Suave Patria es un poema doblemente revolucionario, porque obliga a mirar al país con los nuevos ojos de la Revolución, democratizando el modo como debemos hablarle y, sobre todo, porque con este redescubrimiento de México, una declaración de amor tiene lugar a través de un poema de largo alcance, cuya retórica no se limita al reflejo inmediato de una ideología.
Más allá de ese revestimiento, López Velarde se propuso captar el ser íntimo de la patria, su existencia subjetiva, su "ánima" profunda. Lo consiguió en estrofas y versos, en pequeños cuadros y estampas, que cifran sus realidades y expresan sus rasgos distintivos, proponiendo a los mexicanos la fórmula de una "nueva Patria".
Así, acude a la historia, los orígenes y el mundo indígena, lo que se refleja en un himno cívico, en el que exalta a la patria, la aldea, el pueblo y la región, da cuenta de la vida provincial y del campo, privilegia héroes aztecas y rechaza la visión que habían impuesto los conquistadores para volver a la ideología rural, típica del mundo indígena, y todos los valores del amor a la tierra.
Es la obra más larga y más compleja que ha escrito López Velarde y la organiza de tal manera que si bien la han calificado como muy fragmentaria, por estar dividida en cuatro partes y tener muchas pequeñas narraciones dentro de cada una de éstas, exalta la patria rural con una grandísima armonía musical a lo largo de 153 versos, con endecasílabos, sextetos, quintetos, la mayor parte son dísticos y trísticos; tiene anáforas, grupos fónicos, aliteraciones y rimas internas.
El 19 de junio de 1921, cuatro días después de cumplir 33 años, falleció de bronconeumonía y sus restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México.