/ viernes 28 de junio de 2019

Más odio que amor y paz

Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera.- Jean Paul Sartre

El odio es una emoción que siempre se desarrolla con actitudes negativas, como son la rabia, la ira, la provocación, el desprecio o la agresividad.

Quien llega a tener este mal sentimiento, difícilmente puede controlarse, y señalan los expertos que, si este padecimiento es de tiempo prolongado, provoca la aparición de problemas sicológicos e incluso físicos crónicos, como estrés, ansiedad, insomnio, problemas de agresividad obsesiva, además de la debilitación del sistema inmunitario.

Lamentablemente, se constata que la población tiende a odiar cada vez más, las comunicaciones que aparecen en las redes sociales se hacen con señalamientos viscerales, que incluso son sobre datos falsos, pero al parecer se hacen por el placer de agredir. Los insultos, amenazas e injurias son el pan de cada día en estas redes, con comentarios desagradables e hirientes que conllevan la intención, no de tener un sano debate sobre un tema concreto, sino humillar y denostar a como dé lugar.

El odio puede surgir por distintos motivos, algunos de los más comunes son: Cuando la persona percibe que de forma continuada alguien daña directamente a su figura, bien sea física o sicológicamente.

Cuando tenemos baja autoestima o sentimientos de inferioridad y envidiamos lo que otros tienen o son, es posible que se acabe por generar cierto sentimiento de repulsión u odio.

Cuando sientes que alguien es responsable o culpable de alguna situación negativa que hayas podido experimentar.

Tras una ruptura en una relación, muerte de un ser querido, etcétera.

El odio se desarrolla aún más si el líder muestra una tendencia de este vicio o de rabia, contagiando a sus allegados a quienes también les induce miedo y rencor, que se usa como polarización en forma intencional para legitimar el odio que se infunde y así forzar a la sociedad a posicionarse; como señala el periodista franco-libanés Amin Maalouf: “El extremismo es un bálsamo para las heridas y eso se ha ido utilizando cada vez más”.

Divide y vencerás o dividir para reinar, en política y sicología, es ganar y mantener el poder con base a la ruptura, que desde Julio Cesar y Napoleón, fueron utilizados como estrategia para romper las estructuras de poder existentes y evitar los grupos de poder más pequeños.

Analicemos los perfiles de Donald Trump, Jair Bolsonaro y López Obrador, que, aunque este último en repetidas ocasiones haya señalado “amor y paz”, “abrazos y no balazos”, sus discursos se encuentran basados en odios y racismos, y así como tienen miles de seguidores, de esa misma manera odiarán a quienes su dirigente o mesías les propongan.
William Shakespeare escribió: Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin mayor fundamento”.

Usar el odio, el desprecio por la vida, insensibilizando frente al sufrimiento ajeno, es una forma de generar poder y control del tejido social, que se realiza con todo propósito, el problema es que la posición de estar a favor o en contra tiene una gran carga emocional, la cual no permitirá en ningún momento algún intercambio complejo de ideas, ni diálogo amistoso, solo se concretarán a la negativa y a lo que su dedito diga.

Plutarco indicó: “El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás”, desde el momento en que el líder señala culpas y problemas causados por enemigos, adversarios, contras, antagonistas, o clasificando a los fifís, los pirrurris, los de la mafia del poder, los del hampa del periodismo, y siempre en sus discursos exista un enemigo imaginario o no, pero a quien se le acusa como causante o causantes de los miles de problemas y vicios que aquejan a la sociedad, no obstante no existan pruebas ni se denuncie como debe ser, si no se trata de una persona con delirios graves de persecución, solo estará sembrando en sus fieles seguidores la semilla del odio y el rencor, que los hará permanecer aturdidos a cualquier realidad.

La historia nos manifiesta que este procedimiento no es nuevo, pues es preciso recordar a las turbas que se han dejado llevar por los bajos instintos y han atacado sin piedad a quien disiente de ellos. O por un simple rumor, la muchedumbre ha linchado a miles de personas inocentes. O recordemos también, cuando se dispuso por los chairos la quema de los libros de Mario Vargas Llosa, por haber disentido del líder de ellos.

No podemos negar que la violencia ha crecido descomunalmente en nuestro país, tan solo en el mes de mayo pasado, en el territorio nacional se realizaron 2,979 homicidios dolosos. 153 secuestros, 717 extorsiones, cuyo crecimiento es constante mes a mes, y la diferencia al año anterior es descomunal.

Cada vez es mayor la violencia, pero también, más considerable la tolerancia que la sociedad va asumiendo de la mala actuación de las policías y negativa disposición de determinadas autoridades encargadas de dar atención a zanjar la delincuencia en la sociedad.

Recordemos como hace un año y algo más se le preguntaba al candidato ¿qué métodos emplearía para terminar con la delincuencia? Y respondía, que no habría necesidad de delinquir, pues con la honestidad que él pusiera de ejemplo, finalizarían las transgresiones que se cometen en forma cotidiana.

Pero, no contábamos con que, el ejemplo sería el de odio, agresión, desprecio, ofensa, humillación e insultos es lo que se induce, pues si vivimos con el arrebato de esa vileza, el mismo sentimiento de odio que se apodera de nuestra integridad, nos hace sucumbir al miedo y a la desazón, anteponiendo además lo señalado por Jacinto Benavente: “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”.

Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera.- Jean Paul Sartre

El odio es una emoción que siempre se desarrolla con actitudes negativas, como son la rabia, la ira, la provocación, el desprecio o la agresividad.

Quien llega a tener este mal sentimiento, difícilmente puede controlarse, y señalan los expertos que, si este padecimiento es de tiempo prolongado, provoca la aparición de problemas sicológicos e incluso físicos crónicos, como estrés, ansiedad, insomnio, problemas de agresividad obsesiva, además de la debilitación del sistema inmunitario.

Lamentablemente, se constata que la población tiende a odiar cada vez más, las comunicaciones que aparecen en las redes sociales se hacen con señalamientos viscerales, que incluso son sobre datos falsos, pero al parecer se hacen por el placer de agredir. Los insultos, amenazas e injurias son el pan de cada día en estas redes, con comentarios desagradables e hirientes que conllevan la intención, no de tener un sano debate sobre un tema concreto, sino humillar y denostar a como dé lugar.

El odio puede surgir por distintos motivos, algunos de los más comunes son: Cuando la persona percibe que de forma continuada alguien daña directamente a su figura, bien sea física o sicológicamente.

Cuando tenemos baja autoestima o sentimientos de inferioridad y envidiamos lo que otros tienen o son, es posible que se acabe por generar cierto sentimiento de repulsión u odio.

Cuando sientes que alguien es responsable o culpable de alguna situación negativa que hayas podido experimentar.

Tras una ruptura en una relación, muerte de un ser querido, etcétera.

El odio se desarrolla aún más si el líder muestra una tendencia de este vicio o de rabia, contagiando a sus allegados a quienes también les induce miedo y rencor, que se usa como polarización en forma intencional para legitimar el odio que se infunde y así forzar a la sociedad a posicionarse; como señala el periodista franco-libanés Amin Maalouf: “El extremismo es un bálsamo para las heridas y eso se ha ido utilizando cada vez más”.

Divide y vencerás o dividir para reinar, en política y sicología, es ganar y mantener el poder con base a la ruptura, que desde Julio Cesar y Napoleón, fueron utilizados como estrategia para romper las estructuras de poder existentes y evitar los grupos de poder más pequeños.

Analicemos los perfiles de Donald Trump, Jair Bolsonaro y López Obrador, que, aunque este último en repetidas ocasiones haya señalado “amor y paz”, “abrazos y no balazos”, sus discursos se encuentran basados en odios y racismos, y así como tienen miles de seguidores, de esa misma manera odiarán a quienes su dirigente o mesías les propongan.
William Shakespeare escribió: Si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin mayor fundamento”.

Usar el odio, el desprecio por la vida, insensibilizando frente al sufrimiento ajeno, es una forma de generar poder y control del tejido social, que se realiza con todo propósito, el problema es que la posición de estar a favor o en contra tiene una gran carga emocional, la cual no permitirá en ningún momento algún intercambio complejo de ideas, ni diálogo amistoso, solo se concretarán a la negativa y a lo que su dedito diga.

Plutarco indicó: “El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás”, desde el momento en que el líder señala culpas y problemas causados por enemigos, adversarios, contras, antagonistas, o clasificando a los fifís, los pirrurris, los de la mafia del poder, los del hampa del periodismo, y siempre en sus discursos exista un enemigo imaginario o no, pero a quien se le acusa como causante o causantes de los miles de problemas y vicios que aquejan a la sociedad, no obstante no existan pruebas ni se denuncie como debe ser, si no se trata de una persona con delirios graves de persecución, solo estará sembrando en sus fieles seguidores la semilla del odio y el rencor, que los hará permanecer aturdidos a cualquier realidad.

La historia nos manifiesta que este procedimiento no es nuevo, pues es preciso recordar a las turbas que se han dejado llevar por los bajos instintos y han atacado sin piedad a quien disiente de ellos. O por un simple rumor, la muchedumbre ha linchado a miles de personas inocentes. O recordemos también, cuando se dispuso por los chairos la quema de los libros de Mario Vargas Llosa, por haber disentido del líder de ellos.

No podemos negar que la violencia ha crecido descomunalmente en nuestro país, tan solo en el mes de mayo pasado, en el territorio nacional se realizaron 2,979 homicidios dolosos. 153 secuestros, 717 extorsiones, cuyo crecimiento es constante mes a mes, y la diferencia al año anterior es descomunal.

Cada vez es mayor la violencia, pero también, más considerable la tolerancia que la sociedad va asumiendo de la mala actuación de las policías y negativa disposición de determinadas autoridades encargadas de dar atención a zanjar la delincuencia en la sociedad.

Recordemos como hace un año y algo más se le preguntaba al candidato ¿qué métodos emplearía para terminar con la delincuencia? Y respondía, que no habría necesidad de delinquir, pues con la honestidad que él pusiera de ejemplo, finalizarían las transgresiones que se cometen en forma cotidiana.

Pero, no contábamos con que, el ejemplo sería el de odio, agresión, desprecio, ofensa, humillación e insultos es lo que se induce, pues si vivimos con el arrebato de esa vileza, el mismo sentimiento de odio que se apodera de nuestra integridad, nos hace sucumbir al miedo y a la desazón, anteponiendo además lo señalado por Jacinto Benavente: “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”.