/ martes 1 de noviembre de 2022

El ánima de doña Francisca Jijón de Garbuño pena en el fraccionamiento Acereros

Hay quienes aseguran haberla visto deambular por jardines y oficinas de la mina del Cerro de Mercado

A finales del siglo pasado, al trasladar la lápida que cubría la tumba de doña Francisca Jijon de Garbuño, del panteón del Cólera hasta las instalaciones del Cerro de Mercado para adornar sus jardines, en fechas especiales como el del día de muertos, se puede observar el ánima de la finada con un elegante atuendo blanco atravesar los muros de la mina para regresar donde aun yacen sus restos fúnebres, es decir, el mencionado camposanto que pasó a la historia y en el que hoy se ubica nada menos que el fraccionamiento Acereros.

Existen testimonios de familias del mencionado asentamiento, en el sentido de que pasada la media noche y sobre todo al avecinarse conmemoraciones especiales, doña Francisca deambula por sus calles.

De acuerdo con los relatos tanto de trabajadores del Cerro de Mercado, como vecinos de este fraccionamiento ubicado en las faldas del gran yacimiento de hierro, la espectral figura ataviada con vestido blanco, hizo de las inmediaciones de la mina su morada, una vez que como ya se indica, la pesada lápida fue trasladada a esos jardines.

La labrada cantera rota, hoy luce ahí, a un paso del acceso principal de la gran veta de hierro, forma parte desde hace lustros de este escenario y no son pocos los que de memoria saben la inscripción que sus hijos le dejaron a doña Francisca:


D. Francisca Jijón de Garbuño

Falleció con la muerte de los justos el 13 de Mayo de 1847 al 69 año de edad sus hijos la consideran el siguiente


E P I T A F I O


Circundada de un silencio religioso

Duerme en paz en la tumba solitaria

Donde no turbe tu eternal reposo

Sola tristeza y funeral plegaria

De quienes vierten lagrimas por ti

Allá en el cielo donde tu alma pura

De gloria santa y de ventura llegue.

Madre adorada sé la intercesora con el eterno, mientras la hora se llega de los amigos que dejaste


Tumba doña Francisca Jijón de Garbuño / Foto: Cortesía | Mina cerro de mercado


Desde luego, el paso del tiempo ha hecho su parte y el estar a la intemperie dificulta esta lectura en la cantera ya fragmentada.

Doña Francisca, pasó a mejor vida en aquella primavera del 47 del siglo XIX, víctima de la segunda epidemia de cólera registrada en la capital duranguense, que acabó con mucha gente.

Para entonces, el panteón del Cólera, ya existía, pues transcurrían los primeros años de la década de los 30, cuando el crecimiento poblacional y la falta de higiene, trajo consigo la primera muerte masiva en esta ciudad, producto del mismo padecimiento, lo que obligó a la autoridad a establecer una necrópolis especial para los muertos por la primera gran epidemia. El camposanto se ubicó precisamente sobre el sector sureste de la gran mole del Cerro de Mercado. Ahí quedaron los restos de esta dama perteneciente a la alta sociedad de la época, virtud de su nexo familiar con el potentado minero de la época, Conde de Zambrano, su cuñado.

Hoy en día, a 175 años de distancia, el espíritu de doña Francisca se pasea, como ya se anota, por las calles del fraccionamiento Acereros, aunque hay quienes afirman que se le ha visto en las inmediaciones de la plaza de toros Alejandra.

Camina además por calles, andenes y oficinas de la minera Cerro de Mercado, cuya figura flotante y enfundada en largo vestido blanco, aseguran, es capaz de traspasar paredes, y aunque aquellos de nervios de acero la observan ya con naturalidad y sin temor, existen quienes con terror han exclamado un grito de auxilio al mirar el paso del ánima de esta mujer que en noches especiales, como la víspera del Día de Muertos, abandona su tumba en busca del sitio donde aun yacen sus restos.

A finales del siglo pasado, al trasladar la lápida que cubría la tumba de doña Francisca Jijon de Garbuño, del panteón del Cólera hasta las instalaciones del Cerro de Mercado para adornar sus jardines, en fechas especiales como el del día de muertos, se puede observar el ánima de la finada con un elegante atuendo blanco atravesar los muros de la mina para regresar donde aun yacen sus restos fúnebres, es decir, el mencionado camposanto que pasó a la historia y en el que hoy se ubica nada menos que el fraccionamiento Acereros.

Existen testimonios de familias del mencionado asentamiento, en el sentido de que pasada la media noche y sobre todo al avecinarse conmemoraciones especiales, doña Francisca deambula por sus calles.

De acuerdo con los relatos tanto de trabajadores del Cerro de Mercado, como vecinos de este fraccionamiento ubicado en las faldas del gran yacimiento de hierro, la espectral figura ataviada con vestido blanco, hizo de las inmediaciones de la mina su morada, una vez que como ya se indica, la pesada lápida fue trasladada a esos jardines.

La labrada cantera rota, hoy luce ahí, a un paso del acceso principal de la gran veta de hierro, forma parte desde hace lustros de este escenario y no son pocos los que de memoria saben la inscripción que sus hijos le dejaron a doña Francisca:


D. Francisca Jijón de Garbuño

Falleció con la muerte de los justos el 13 de Mayo de 1847 al 69 año de edad sus hijos la consideran el siguiente


E P I T A F I O


Circundada de un silencio religioso

Duerme en paz en la tumba solitaria

Donde no turbe tu eternal reposo

Sola tristeza y funeral plegaria

De quienes vierten lagrimas por ti

Allá en el cielo donde tu alma pura

De gloria santa y de ventura llegue.

Madre adorada sé la intercesora con el eterno, mientras la hora se llega de los amigos que dejaste


Tumba doña Francisca Jijón de Garbuño / Foto: Cortesía | Mina cerro de mercado


Desde luego, el paso del tiempo ha hecho su parte y el estar a la intemperie dificulta esta lectura en la cantera ya fragmentada.

Doña Francisca, pasó a mejor vida en aquella primavera del 47 del siglo XIX, víctima de la segunda epidemia de cólera registrada en la capital duranguense, que acabó con mucha gente.

Para entonces, el panteón del Cólera, ya existía, pues transcurrían los primeros años de la década de los 30, cuando el crecimiento poblacional y la falta de higiene, trajo consigo la primera muerte masiva en esta ciudad, producto del mismo padecimiento, lo que obligó a la autoridad a establecer una necrópolis especial para los muertos por la primera gran epidemia. El camposanto se ubicó precisamente sobre el sector sureste de la gran mole del Cerro de Mercado. Ahí quedaron los restos de esta dama perteneciente a la alta sociedad de la época, virtud de su nexo familiar con el potentado minero de la época, Conde de Zambrano, su cuñado.

Hoy en día, a 175 años de distancia, el espíritu de doña Francisca se pasea, como ya se anota, por las calles del fraccionamiento Acereros, aunque hay quienes afirman que se le ha visto en las inmediaciones de la plaza de toros Alejandra.

Camina además por calles, andenes y oficinas de la minera Cerro de Mercado, cuya figura flotante y enfundada en largo vestido blanco, aseguran, es capaz de traspasar paredes, y aunque aquellos de nervios de acero la observan ya con naturalidad y sin temor, existen quienes con terror han exclamado un grito de auxilio al mirar el paso del ánima de esta mujer que en noches especiales, como la víspera del Día de Muertos, abandona su tumba en busca del sitio donde aun yacen sus restos.

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