/ viernes 29 de diciembre de 2023

Feliz año 2024

Estimado lector, en el umbral del 2023, me permito parafrasear algunas lecturas reflexivas.

Los humanos estamos hechos de emociones y sentimientos. Somos la única especie capaz de razonar. Nos irrumpimos fácilmente en lo que sentimos.

Metafóricamente, las emociones son las alas de nuestras almas y de nuestros pensamientos. De alguna manera, dentro de nuestro propio razonamiento nos dan la certeza de que estamos vivos. Quizá, no se requiera ser un estudioso de la mente para saber y comprender o en su caso intuir, que, si las emociones no existieran, el humano no sería capaza de sentir, pensar, disfrutar y padecer las experiencias que experimenta, evoca, vive y revive y con todo este cúmulo construye su vida.

En este sentido según la Real Academia Española tiene dos acepciones: A) Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de una cierta conmoción somática. B) Interés generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo. Pero más allá de estas definiciones que nos ayudan a comprender las emociones, es la aportación etimológica, palabra que provienes del latín Emotio, Eitionis, que en su significado viene a ser algo como movernos desde un sitio, salir, también comentan que quizá signifique como, ir hacia adelante. Lo interesante es que los antiguos romanos ya sentían que las emociones nos movían, nos substraían de nuestro confort y nos hacían reaccionar de una manera determinada.

Sea como fuere, de manera general todos percibimos que hay buenas y malas emociones. Dentro de las primeras están por ejemplo la alegría, el miedo, la sorpresa, en conjunto dan la idea de que ayudan a proveer seguridad dentro de nuestro núcleo social. En tanto que las que son consideradas como emociones negativas, son por ejemplo la ira, el asco, la nostalgia y en especial la tristeza, en contraposición con la alegría.

Pero de acuerdo con Vidal Garrido, “Ésta última se ha considerado como un valor a potenciar… como aspectos del carácter a controlar y dominar con templanza”. Continúa Vidal, “Este tratamiento de las emociones es emitir un juicio moral sobre algo que está dentro de nosotros y que da forma y consolida nuestro carácter. Moralmente no hay emociones buenas ni malas, y que todas tienen una función importante en el desarrollo del ser humano como PERSONA”.

En este contexto, ganar, perder, reír, llorar, estar alegre o triste, eufórico o depresivo, saludar o abrazar con entusiasmo o con frialdad, ver la vida de mil colores o de un solo color, son todas estas y muchas emociones parte de nuestra vida y se presentan de manera inesperada, sorpresiva de una manera frecuente, dándonos a entender, o quizá así lo entiendo yo, que la vida es un ciclo que no tiene fin.

Que la vida fluye, corre y que se nos escapa de las manos por mucho que deseemos retenerla. Que los jóvenes quieren vivir con una madurez que aún les falta camino por recorrer para lograrla, como los viejos que intentan ser jóvenes de alguna u otra manera, estos y miles de ejemplos más que tienen que ver con nuestras emociones y sentimientos.

Lo que sí es cierto es que la vida para disfrutarla mejor, eso se lee y se intenta hacer, hay que llevarla justo por la línea media, en equilibrio. La vida es un inflexible equilibrio entre mantener y dejar ir.

Una ley para la que nadie nos educó y para la que no se nos preparó, pero que, sin embargo, la vamos aprendiendo con el tiempo calladamente.

Somos viajeros del tiempo que hemos venido a aprender, a compartir, a tocar almas, a dar amor, a transformarnos… y partir sin dejar apegos. Estimado lector, de todo corazón deseo que el 2024 sea el preámbulo de una vida extraordinaria con las mejores emociones y sentimientos posibles dentro de un justo equilibrio y que disfrute a raudales. ¡Feliz Año Nuevo 2024! ¡Hasta la próxima!

Estimado lector, en el umbral del 2023, me permito parafrasear algunas lecturas reflexivas.

Los humanos estamos hechos de emociones y sentimientos. Somos la única especie capaz de razonar. Nos irrumpimos fácilmente en lo que sentimos.

Metafóricamente, las emociones son las alas de nuestras almas y de nuestros pensamientos. De alguna manera, dentro de nuestro propio razonamiento nos dan la certeza de que estamos vivos. Quizá, no se requiera ser un estudioso de la mente para saber y comprender o en su caso intuir, que, si las emociones no existieran, el humano no sería capaza de sentir, pensar, disfrutar y padecer las experiencias que experimenta, evoca, vive y revive y con todo este cúmulo construye su vida.

En este sentido según la Real Academia Española tiene dos acepciones: A) Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de una cierta conmoción somática. B) Interés generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo. Pero más allá de estas definiciones que nos ayudan a comprender las emociones, es la aportación etimológica, palabra que provienes del latín Emotio, Eitionis, que en su significado viene a ser algo como movernos desde un sitio, salir, también comentan que quizá signifique como, ir hacia adelante. Lo interesante es que los antiguos romanos ya sentían que las emociones nos movían, nos substraían de nuestro confort y nos hacían reaccionar de una manera determinada.

Sea como fuere, de manera general todos percibimos que hay buenas y malas emociones. Dentro de las primeras están por ejemplo la alegría, el miedo, la sorpresa, en conjunto dan la idea de que ayudan a proveer seguridad dentro de nuestro núcleo social. En tanto que las que son consideradas como emociones negativas, son por ejemplo la ira, el asco, la nostalgia y en especial la tristeza, en contraposición con la alegría.

Pero de acuerdo con Vidal Garrido, “Ésta última se ha considerado como un valor a potenciar… como aspectos del carácter a controlar y dominar con templanza”. Continúa Vidal, “Este tratamiento de las emociones es emitir un juicio moral sobre algo que está dentro de nosotros y que da forma y consolida nuestro carácter. Moralmente no hay emociones buenas ni malas, y que todas tienen una función importante en el desarrollo del ser humano como PERSONA”.

En este contexto, ganar, perder, reír, llorar, estar alegre o triste, eufórico o depresivo, saludar o abrazar con entusiasmo o con frialdad, ver la vida de mil colores o de un solo color, son todas estas y muchas emociones parte de nuestra vida y se presentan de manera inesperada, sorpresiva de una manera frecuente, dándonos a entender, o quizá así lo entiendo yo, que la vida es un ciclo que no tiene fin.

Que la vida fluye, corre y que se nos escapa de las manos por mucho que deseemos retenerla. Que los jóvenes quieren vivir con una madurez que aún les falta camino por recorrer para lograrla, como los viejos que intentan ser jóvenes de alguna u otra manera, estos y miles de ejemplos más que tienen que ver con nuestras emociones y sentimientos.

Lo que sí es cierto es que la vida para disfrutarla mejor, eso se lee y se intenta hacer, hay que llevarla justo por la línea media, en equilibrio. La vida es un inflexible equilibrio entre mantener y dejar ir.

Una ley para la que nadie nos educó y para la que no se nos preparó, pero que, sin embargo, la vamos aprendiendo con el tiempo calladamente.

Somos viajeros del tiempo que hemos venido a aprender, a compartir, a tocar almas, a dar amor, a transformarnos… y partir sin dejar apegos. Estimado lector, de todo corazón deseo que el 2024 sea el preámbulo de una vida extraordinaria con las mejores emociones y sentimientos posibles dentro de un justo equilibrio y que disfrute a raudales. ¡Feliz Año Nuevo 2024! ¡Hasta la próxima!