/ lunes 9 de octubre de 2023

Los grandes adeudos a la Sección 44

Iniciaré este artículo con un planteamiento célebre de Xóchitl Gálvez: “Si los indígenas quieren vivir como están, por qué les quieres llevar educación? ¡uta!”.

Ahora parafraseando a tan procaz personaje y aplicando su genialidad cómica a los maestros: ¿Para qué exigirle al gobierno que les pague, si ellos no necesitan que lo hagan?

Y lo peor, que los pocos que lo exigen, sólo se desahogan en las redes sociales, donde su inconformidad llega únicamente a la bolita de amigos de chat, porque jamás se atreverían a levantar la voz a tan exagerados y groseros abusos, porque tienen mucha cola que les pisen.

Ante tan lamentable escenario es de sobra conocido, que esos grandes adeudos al magisterio de la Sección 44, no tienen otro destino que pasar al triste archivo de fondo perdido, porque el patrón ya superó el miedo del petate del muerto, con que la organización osaba asustarlo a cada rato.

En esa tesitura se van legitimando las razones del ¡no pago! y no hace falta que las bases pasivas y conformistas no lo acepten, ya que es un hecho irremediable, incambiable e inamovible, no dejando otra salida, más que entender que las circunstancias económicas del patrón no dan para pagar, ni las siglas carcomidas y obsoletas del sindicato para hacerlo cumplir.

Ante dicho estado de cosas no queda más que apechugar. Cierto que a los docentes les deben mucho, pero en serio, nadie se atreve a cobrar; salvo algunas declaraciones piadosas que aparecen en los medios y que antes gozaban de la respuesta en sentido negativo, lo cual ya ni siquiera eso, porque el deudor ya midió y comprobó que el sindicato le hace los mandados.

Ante la nueva dirigencia sindical, las autoridades admiten que adeudan; lo que no admiten es que se les obligue a pagar, dadas las circunstancias difíciles por las que atraviesa el erario.

De ahí la reacción civilizada de la contraparte, al entender y comprender que dicho problema sólo se puede zanjar, con la entrada de recursos extraordinarios, o que los afectados por su cuenta reclamen individualmente, como en el caso de los quinquenios que ganaron y para colmo el ex líder Lorenzo Salazar, ocultó los laudos.

Y así, una vez sabido a lo que se atienen las partes, se disipan las sospechas y se justifican todas las argucias para enfriar el ánimo de las bases hasta que el olvido las catapulte. Para ello las autoridades cuentan con todo el aparato de chicanas y artilugios para defenderse; mientras la dirigencia sindical es arropada por la inercia de la sumisión, cultura eterna de los agremiados, quienes gustosamente se empeñan en minimizar el despiadado fraude que se cierne alrededor de su patrimonio.

Aunado a eso, la actitud de la actual dirigencia la piensa y no haya como digerir la rotunda derrota de la administración sindical pasada, la cual se pasó de tueste, al simular un sinfín de panchos y faramallas, que sólo le redituaban dividir y exhibir al sindicato, como un ente ineficaz y obsoleto para defender a sus agremiados, en asuntos tan delicados y sensibles en torno a sus conquistas y derechos.

En el espejo de dichos fracasos, están reflejados los múltiples rostros de un sindicato consumido por el abuso y los vicios ancestrales y que quizás ahora, pretenda renovarse a contracorriente de esa nefasta herencia; asumiendo una actitud tersa, donde ya no se exhiban más las siglas desgastadas de un sindicato que a lo buey se lanzaba al voladero sin paracaídas; que gritaba pero nadie lo escuchaba; que tomaba las calles pero todo mundo lo ignoraba; que se desgañitaba en las plazas para cobrar y se convertía en el blanco de los ataques a quienes les fallaba y en la burla de quien le adeudaba.

Es duro reconocerlo pero la ineficacia de la Sección 44, ya no se puede ocultar, pese a la buena imagen de lucha que de ella se pretende resguardar, porque ya no es la institución de mínimo respeto ni de credibilidad, ya que al ostentar su antecesor el entreguismo, en el presente ha minado la respetabilidad que antaño mantenía y que ahora nos hace ver inferiores por el desastre y corrupción, que a todos nos engarrotan y de ahí la incapacidad para arriesgar algo, que nos haga ver peores.

Iniciaré este artículo con un planteamiento célebre de Xóchitl Gálvez: “Si los indígenas quieren vivir como están, por qué les quieres llevar educación? ¡uta!”.

Ahora parafraseando a tan procaz personaje y aplicando su genialidad cómica a los maestros: ¿Para qué exigirle al gobierno que les pague, si ellos no necesitan que lo hagan?

Y lo peor, que los pocos que lo exigen, sólo se desahogan en las redes sociales, donde su inconformidad llega únicamente a la bolita de amigos de chat, porque jamás se atreverían a levantar la voz a tan exagerados y groseros abusos, porque tienen mucha cola que les pisen.

Ante tan lamentable escenario es de sobra conocido, que esos grandes adeudos al magisterio de la Sección 44, no tienen otro destino que pasar al triste archivo de fondo perdido, porque el patrón ya superó el miedo del petate del muerto, con que la organización osaba asustarlo a cada rato.

En esa tesitura se van legitimando las razones del ¡no pago! y no hace falta que las bases pasivas y conformistas no lo acepten, ya que es un hecho irremediable, incambiable e inamovible, no dejando otra salida, más que entender que las circunstancias económicas del patrón no dan para pagar, ni las siglas carcomidas y obsoletas del sindicato para hacerlo cumplir.

Ante dicho estado de cosas no queda más que apechugar. Cierto que a los docentes les deben mucho, pero en serio, nadie se atreve a cobrar; salvo algunas declaraciones piadosas que aparecen en los medios y que antes gozaban de la respuesta en sentido negativo, lo cual ya ni siquiera eso, porque el deudor ya midió y comprobó que el sindicato le hace los mandados.

Ante la nueva dirigencia sindical, las autoridades admiten que adeudan; lo que no admiten es que se les obligue a pagar, dadas las circunstancias difíciles por las que atraviesa el erario.

De ahí la reacción civilizada de la contraparte, al entender y comprender que dicho problema sólo se puede zanjar, con la entrada de recursos extraordinarios, o que los afectados por su cuenta reclamen individualmente, como en el caso de los quinquenios que ganaron y para colmo el ex líder Lorenzo Salazar, ocultó los laudos.

Y así, una vez sabido a lo que se atienen las partes, se disipan las sospechas y se justifican todas las argucias para enfriar el ánimo de las bases hasta que el olvido las catapulte. Para ello las autoridades cuentan con todo el aparato de chicanas y artilugios para defenderse; mientras la dirigencia sindical es arropada por la inercia de la sumisión, cultura eterna de los agremiados, quienes gustosamente se empeñan en minimizar el despiadado fraude que se cierne alrededor de su patrimonio.

Aunado a eso, la actitud de la actual dirigencia la piensa y no haya como digerir la rotunda derrota de la administración sindical pasada, la cual se pasó de tueste, al simular un sinfín de panchos y faramallas, que sólo le redituaban dividir y exhibir al sindicato, como un ente ineficaz y obsoleto para defender a sus agremiados, en asuntos tan delicados y sensibles en torno a sus conquistas y derechos.

En el espejo de dichos fracasos, están reflejados los múltiples rostros de un sindicato consumido por el abuso y los vicios ancestrales y que quizás ahora, pretenda renovarse a contracorriente de esa nefasta herencia; asumiendo una actitud tersa, donde ya no se exhiban más las siglas desgastadas de un sindicato que a lo buey se lanzaba al voladero sin paracaídas; que gritaba pero nadie lo escuchaba; que tomaba las calles pero todo mundo lo ignoraba; que se desgañitaba en las plazas para cobrar y se convertía en el blanco de los ataques a quienes les fallaba y en la burla de quien le adeudaba.

Es duro reconocerlo pero la ineficacia de la Sección 44, ya no se puede ocultar, pese a la buena imagen de lucha que de ella se pretende resguardar, porque ya no es la institución de mínimo respeto ni de credibilidad, ya que al ostentar su antecesor el entreguismo, en el presente ha minado la respetabilidad que antaño mantenía y que ahora nos hace ver inferiores por el desastre y corrupción, que a todos nos engarrotan y de ahí la incapacidad para arriesgar algo, que nos haga ver peores.