/ sábado 27 de abril de 2024

La libertad económica en América Latina

“La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión”

- Aristóteles


Con la presente reflexión cerramos una serie de varios artículos que hemos dedicado en las últimas semanas al análisis de la libertad económica en algunas de sus dimensiones más importantes, empezando por su posible configuración como derecho fundamental, sin dejar de tener en cuenta a la igualdad como un horizonte con el que, se quiera o no, tiene que ir a la par, por más complicado que ello pudiera sonar o parecer en la práctica constitucional y social.

Hablaremos ahora entonces de América Latina según los resultados de la edición más reciente del Índice de Libertad Económica, según el cual hay cifras variopintas pero generalmente preocupantes en torno al desempeño de la región. Chile es el país que obtiene la calificación más alta, con un puntaje de 71.4; luego, Uruguay obtiene 69.8, Costa Rica 67.7, Perú 64.8, Panamá 64.1, República Dominicana 62.9, Guatemala 62.4, México 62.0, Paraguay 60.1, Colombia 59.2, Honduras 58.6, Ecuador 55.0, El Salvador 54.4, Nicaragua 53.4, Brasil 53.2, Argentina 49.9, Haití 48.2, Bolivia 43.5, Venezuela 28.1 y Cuba 25.7.

Podemos rescatar varios apuntes a partir de los anteriores datos. Llama la atención que sólo un país latinoamericano supera la barrera de los 70 puntos, el cual es Chile, coincidentemente uno de los casos de éxito en materia de combate a la corrupción en esta zona, algo que comparte con el segundo lugar del ranking del subcontinente, Uruguay. Asimismo, economías emergentes así consideradas desde hace años como México y Brasil no tienen calificaciones tan elevadas, pues el país azteca apenas logra aprobar el examen “de panzazo” y la nación carioca sale incluso reprobada, superando sólo a cinco países más; al contrario de lo que sucede con Chile y Uruguay, México y Brasil destacan por su dispraxis en materia anticorrupción, a pesar de esfuerzos recientes que no han logrado enderezar el histórico barco casi hundido por generaciones.

En cuanto a los últimos lugares, es decir Venezuela y Cuba, era de esperarse que obtuvieran evaluaciones tan bajas considerando, por un lado, la tensa situación política que desde hace años ha generado el cuestionable gobierno de Nicolás Maduro, así como el aislamiento y el bloqueo del que ha sido objeto el país caribeño, por el otro. Con ello, queda claro que los factores políticos tienen repercusiones económicas relevantes.

Hablando de Argentina, sin duda que representará un estudio de caso muy interesante para los próximos años, teniendo en consideración la crisis en la que está sumido dicho lugar desde hace años y la llegada al poder de Javier Milei, un economista libertario de extrema derecha, muy en la lógica y en la ideología populista de personajes como Donald Trump, quien incluso ha llegado a alabar al nuevo mandamás de este sitio tan estratégico del cono sur. Veremos si Milei -personaje tan locuaz y hábil para el debate y el discurso como controversial y tendiente a la demagogia- logra encauzar para bien el rumbo de una economía tan alicaída como la argentina a partir de recetas sumamente cuestionables que predican la idea del Estado mínimo, la práctica desaparición del asistencialismo y una apuesta feroz en pro de las fuerzas del mercado.

Por lo que podemos ver, Latinoamérica está a prueba y en plena necesidad de salir del actual estado de cosas, caracterizado por una herencia generacional de malos gobiernos, malas prácticas, crecimiento poco sostenido y desarrollo poco potencializado. Es hora de que haya libertad económica en ésta que es una de las regiones más desiguales a lo largo y ancho del orbe.

“La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión”

- Aristóteles


Con la presente reflexión cerramos una serie de varios artículos que hemos dedicado en las últimas semanas al análisis de la libertad económica en algunas de sus dimensiones más importantes, empezando por su posible configuración como derecho fundamental, sin dejar de tener en cuenta a la igualdad como un horizonte con el que, se quiera o no, tiene que ir a la par, por más complicado que ello pudiera sonar o parecer en la práctica constitucional y social.

Hablaremos ahora entonces de América Latina según los resultados de la edición más reciente del Índice de Libertad Económica, según el cual hay cifras variopintas pero generalmente preocupantes en torno al desempeño de la región. Chile es el país que obtiene la calificación más alta, con un puntaje de 71.4; luego, Uruguay obtiene 69.8, Costa Rica 67.7, Perú 64.8, Panamá 64.1, República Dominicana 62.9, Guatemala 62.4, México 62.0, Paraguay 60.1, Colombia 59.2, Honduras 58.6, Ecuador 55.0, El Salvador 54.4, Nicaragua 53.4, Brasil 53.2, Argentina 49.9, Haití 48.2, Bolivia 43.5, Venezuela 28.1 y Cuba 25.7.

Podemos rescatar varios apuntes a partir de los anteriores datos. Llama la atención que sólo un país latinoamericano supera la barrera de los 70 puntos, el cual es Chile, coincidentemente uno de los casos de éxito en materia de combate a la corrupción en esta zona, algo que comparte con el segundo lugar del ranking del subcontinente, Uruguay. Asimismo, economías emergentes así consideradas desde hace años como México y Brasil no tienen calificaciones tan elevadas, pues el país azteca apenas logra aprobar el examen “de panzazo” y la nación carioca sale incluso reprobada, superando sólo a cinco países más; al contrario de lo que sucede con Chile y Uruguay, México y Brasil destacan por su dispraxis en materia anticorrupción, a pesar de esfuerzos recientes que no han logrado enderezar el histórico barco casi hundido por generaciones.

En cuanto a los últimos lugares, es decir Venezuela y Cuba, era de esperarse que obtuvieran evaluaciones tan bajas considerando, por un lado, la tensa situación política que desde hace años ha generado el cuestionable gobierno de Nicolás Maduro, así como el aislamiento y el bloqueo del que ha sido objeto el país caribeño, por el otro. Con ello, queda claro que los factores políticos tienen repercusiones económicas relevantes.

Hablando de Argentina, sin duda que representará un estudio de caso muy interesante para los próximos años, teniendo en consideración la crisis en la que está sumido dicho lugar desde hace años y la llegada al poder de Javier Milei, un economista libertario de extrema derecha, muy en la lógica y en la ideología populista de personajes como Donald Trump, quien incluso ha llegado a alabar al nuevo mandamás de este sitio tan estratégico del cono sur. Veremos si Milei -personaje tan locuaz y hábil para el debate y el discurso como controversial y tendiente a la demagogia- logra encauzar para bien el rumbo de una economía tan alicaída como la argentina a partir de recetas sumamente cuestionables que predican la idea del Estado mínimo, la práctica desaparición del asistencialismo y una apuesta feroz en pro de las fuerzas del mercado.

Por lo que podemos ver, Latinoamérica está a prueba y en plena necesidad de salir del actual estado de cosas, caracterizado por una herencia generacional de malos gobiernos, malas prácticas, crecimiento poco sostenido y desarrollo poco potencializado. Es hora de que haya libertad económica en ésta que es una de las regiones más desiguales a lo largo y ancho del orbe.