/ lunes 1 de abril de 2024

Temas de la República

Resiliencia

Casi a finales del primer mes del año en curso, (este polémico y electorero 2024), el Instituto Nacional de Estadística (INEGI), reveló que tan solo durante el primer semestre del año 2023, se contabilizaron más de 15,000 homicidios dolosos en México, sin embargo, aunque se trata de una cifra muy poco presumible y que no puede ser utilizada por ningún discursos triunfalista, comparada con los más de 18,000 homicidios dolosos en 2018 y los más de 11,000 homicidios no denunciados o cuantificados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), así como las desapariciones forzadas que se registraron en nuestro País para ése mismo año (2018), pues encontramos que los 15,000 homicidios del primer semestre de 2023, efectivamente representan un leve retroceso que – en ningún caso – implica una paz deseable o una tranquilidad ciudadana, de hecho, la percepción de la sociedad en cuanto a seguridad pública, es cada vez peor.

Cada País (sobre todo en América Latina), tiene su propio método para contabilizar sus cifras de delincuencia y homicidios, las cifras de asesinatos en México dependen de una cuenta triple. En primer lugar, el Gobierno, a través de la Secretaría de Seguridad, actualiza diariamente un informe a partir de datos preliminares de “fiscalías y dependencias federales”. En segundo lugar, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), recoge mensualmente las cifras de las fiscalías estatales y las publica en su propia página. En tercer lugar, el INEGI toma sus propios datos, de más de 100 oficinas de los servicios médicos forenses de país y de más de 200 Oficialías del Registro Civil.

Los datos del INEGI apuntan a una tasa de asesinatos para el primer semestre del año pasado (2023) de 12 por cada 100.000 habitantes, ciertamente la cifra más baja de los últimos años, empero esta cifra aumentará inevitable y considerablemente, cuando la dependencia añada las cifras del segundo semestre del año, que publicará a finales de verano del presente año. Las cifras del instituto para el año entero superarán seguramente las que publicó la semana antepasada el SESNSP. Según el propio Secretariado, México contó el año pasado 30.523 asesinatos.

Todo este contexto, nos lleva inexorablemente a preguntarnos si el gobierno está aplicando una estrategia adecuada para el control de la delincuencia, la famosa y seguramente histórica frase del actual mandatario mexicano “abrazos – no balazos”, se encuentra entre la espada y la pared, de hecho se ha convertido en bandera de campaña de sus opositores políticos, sus adversarios aseguran que – nunca como ahora – la delincuencia se ha apoderado de muchos ámbitos de nuestra vida social, negocios, empresas, construcciones, medicinas, petróleo, bueno hasta elecciones, han sido tocadas por finanzas que son de dudosa procedencia y que los hechos violentos se han triplicado en un lapso relativamente corto de tiempo.

No caeré en la tentación de hablar de los feminicidios en México, pero a cambio, me referiré a la falta de un Instituto de Fomento a la Integridad Moral de la Sociedad, que pudiera coordinarse de manera colateral con seguimiento a Victimas de hechos violentos, un Instituto que fuera dedicado exclusivamente a buscar entender la congruencia entre el individuo, la escuela y la sociedad, abrazando los estudios encaminados a entender las bases biológicas de la conducta y la incidencia del contexto social, impulsando líderes morales, que identificados con iguales de circunstancias de crecimiento (barrio, colonia, fraccionamiento, familias disfuncionales o desintegradas por la falta de oportunidades etc.) puedan contribuir a encarnizar ejemplos de vida, en donde muchos individuos han salido avantes y se han integrado con éxito a la sociedad, a pesar de que la pobreza les ha mordido, el maltrato familiar les ha moldeado, la ausencia de recursos les ha aplanado una y otra vez sus sueños, las injusticias les han rasgado sus almas y las opciones se les han reducido a convertirse en delincuentes o morir y estos ejemplos de vida, han tomado decisiones acertadas para actuar con serenidad, paciencia y sobre todoresiliencia,

Claro que se escucha como promesa de campaña, empero, en realidad no existe un botón para encender la integridad moral de una compleja sociedad integrada por todos, absolutamente todos los que habitan un territorio, en tal sentido, personalmente considero que el desenfreno total que vivimos en la actualidad en muchos ámbitos, puede ser el detonante de múltiples aspiraciones de jóvenes e incluso niños que mientras comen su sopa a las dos o tres de la tarde, observan en el televisor programas basura como el de Laura Bozzo, que lejos de dejarles enseñanzas, solo contribuye a la formación de niños y niñas que entienden que a través de la agresión, los gritos y los insultos pueden resolverse situaciones complejas que resultan puntos comunes para muchas personas que han sufrido o vivido situaciones similares.

La autoregulación es un término del que la sociedad se aleja y desconoce cada vez más, en Twiter comenzó este desenfreno, pero desde ahí se contaminó a todas las redes sociales, a Tik-Tok, Facebook, Instagram, donde pueden observarse “historias de vida” que son contadas por sus propios protagonistas, para construirse personajes de sí mismos que buscan éxito en dos vías : la propia, viéndose a sí mismos como les gustaría ser y como les gustaría que la sociedad los viera, y la externa: que busca llenar los huecos que son admirados por la sociedad, olvidándose en el camino que estas “historias” son observadas por millones de niños, niñas y adolescentes que al final de día no cuentan con la suficiente madurez, experiencia o lo que usted guste o mande, para entender que el 70% de esa historia de vida no es real.

De acuerdo con algunos especialistas en el tema neuronal, el cerebro humano tiene el potencial de ser “muy bueno” o “muy malo” y actualmente estamos fomentando lo malo del ser humano, con un libertinaje disfrazado de libertad o de derechos, que convoca una descomposición del tejido social que tergiversa los valores y desintegra moralmente a los miembros de una sociedad desorientada, confundida, paranoica, permisiva y estridente.

Resiliencia

Casi a finales del primer mes del año en curso, (este polémico y electorero 2024), el Instituto Nacional de Estadística (INEGI), reveló que tan solo durante el primer semestre del año 2023, se contabilizaron más de 15,000 homicidios dolosos en México, sin embargo, aunque se trata de una cifra muy poco presumible y que no puede ser utilizada por ningún discursos triunfalista, comparada con los más de 18,000 homicidios dolosos en 2018 y los más de 11,000 homicidios no denunciados o cuantificados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), así como las desapariciones forzadas que se registraron en nuestro País para ése mismo año (2018), pues encontramos que los 15,000 homicidios del primer semestre de 2023, efectivamente representan un leve retroceso que – en ningún caso – implica una paz deseable o una tranquilidad ciudadana, de hecho, la percepción de la sociedad en cuanto a seguridad pública, es cada vez peor.

Cada País (sobre todo en América Latina), tiene su propio método para contabilizar sus cifras de delincuencia y homicidios, las cifras de asesinatos en México dependen de una cuenta triple. En primer lugar, el Gobierno, a través de la Secretaría de Seguridad, actualiza diariamente un informe a partir de datos preliminares de “fiscalías y dependencias federales”. En segundo lugar, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), recoge mensualmente las cifras de las fiscalías estatales y las publica en su propia página. En tercer lugar, el INEGI toma sus propios datos, de más de 100 oficinas de los servicios médicos forenses de país y de más de 200 Oficialías del Registro Civil.

Los datos del INEGI apuntan a una tasa de asesinatos para el primer semestre del año pasado (2023) de 12 por cada 100.000 habitantes, ciertamente la cifra más baja de los últimos años, empero esta cifra aumentará inevitable y considerablemente, cuando la dependencia añada las cifras del segundo semestre del año, que publicará a finales de verano del presente año. Las cifras del instituto para el año entero superarán seguramente las que publicó la semana antepasada el SESNSP. Según el propio Secretariado, México contó el año pasado 30.523 asesinatos.

Todo este contexto, nos lleva inexorablemente a preguntarnos si el gobierno está aplicando una estrategia adecuada para el control de la delincuencia, la famosa y seguramente histórica frase del actual mandatario mexicano “abrazos – no balazos”, se encuentra entre la espada y la pared, de hecho se ha convertido en bandera de campaña de sus opositores políticos, sus adversarios aseguran que – nunca como ahora – la delincuencia se ha apoderado de muchos ámbitos de nuestra vida social, negocios, empresas, construcciones, medicinas, petróleo, bueno hasta elecciones, han sido tocadas por finanzas que son de dudosa procedencia y que los hechos violentos se han triplicado en un lapso relativamente corto de tiempo.

No caeré en la tentación de hablar de los feminicidios en México, pero a cambio, me referiré a la falta de un Instituto de Fomento a la Integridad Moral de la Sociedad, que pudiera coordinarse de manera colateral con seguimiento a Victimas de hechos violentos, un Instituto que fuera dedicado exclusivamente a buscar entender la congruencia entre el individuo, la escuela y la sociedad, abrazando los estudios encaminados a entender las bases biológicas de la conducta y la incidencia del contexto social, impulsando líderes morales, que identificados con iguales de circunstancias de crecimiento (barrio, colonia, fraccionamiento, familias disfuncionales o desintegradas por la falta de oportunidades etc.) puedan contribuir a encarnizar ejemplos de vida, en donde muchos individuos han salido avantes y se han integrado con éxito a la sociedad, a pesar de que la pobreza les ha mordido, el maltrato familiar les ha moldeado, la ausencia de recursos les ha aplanado una y otra vez sus sueños, las injusticias les han rasgado sus almas y las opciones se les han reducido a convertirse en delincuentes o morir y estos ejemplos de vida, han tomado decisiones acertadas para actuar con serenidad, paciencia y sobre todoresiliencia,

Claro que se escucha como promesa de campaña, empero, en realidad no existe un botón para encender la integridad moral de una compleja sociedad integrada por todos, absolutamente todos los que habitan un territorio, en tal sentido, personalmente considero que el desenfreno total que vivimos en la actualidad en muchos ámbitos, puede ser el detonante de múltiples aspiraciones de jóvenes e incluso niños que mientras comen su sopa a las dos o tres de la tarde, observan en el televisor programas basura como el de Laura Bozzo, que lejos de dejarles enseñanzas, solo contribuye a la formación de niños y niñas que entienden que a través de la agresión, los gritos y los insultos pueden resolverse situaciones complejas que resultan puntos comunes para muchas personas que han sufrido o vivido situaciones similares.

La autoregulación es un término del que la sociedad se aleja y desconoce cada vez más, en Twiter comenzó este desenfreno, pero desde ahí se contaminó a todas las redes sociales, a Tik-Tok, Facebook, Instagram, donde pueden observarse “historias de vida” que son contadas por sus propios protagonistas, para construirse personajes de sí mismos que buscan éxito en dos vías : la propia, viéndose a sí mismos como les gustaría ser y como les gustaría que la sociedad los viera, y la externa: que busca llenar los huecos que son admirados por la sociedad, olvidándose en el camino que estas “historias” son observadas por millones de niños, niñas y adolescentes que al final de día no cuentan con la suficiente madurez, experiencia o lo que usted guste o mande, para entender que el 70% de esa historia de vida no es real.

De acuerdo con algunos especialistas en el tema neuronal, el cerebro humano tiene el potencial de ser “muy bueno” o “muy malo” y actualmente estamos fomentando lo malo del ser humano, con un libertinaje disfrazado de libertad o de derechos, que convoca una descomposición del tejido social que tergiversa los valores y desintegra moralmente a los miembros de una sociedad desorientada, confundida, paranoica, permisiva y estridente.

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