/ sábado 20 de abril de 2024

Temas de la República

Indicadores educativos versus resultados académicos

“No nos atrevemos a mucas cosas porque pensamos que son difíciles... Pero lo pensamos porque no nos atrevemos a hacerlas”… SÉNECA

Para nadie es un secreto, que los indicadores educativos que maneja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sugieren que en México existen problemáticas estructurales, sobre todo en el área del desarrollo académico; En contra de los postulados que estamos acostumbrados a escuchar, estos indicadores señalan, que a pesar de que en nuestro país se cuenta con docentes muy talentosos, no se obtienen los resultados ideales en cuanto a rendimientos académicos, lo que revelaría que las formas de capacitación no están produciendo los resultados esperados ó bien, los maestros no están siendo debidamente motivados.

Actualmente, nuestro país invierte en promedio por alumno, dos mil cuatrocientos cincuenta Dólares, con lo que se ubica al final de la lista de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, sin embargo, paradójicamente, la proporción de gasto público que se invierte per cápita en educación es de 23.4 por ciento del Producto Interno Bruto, la más alta entre los países miembros de esta organización (OCDE), puesto que la media es de 13. 2 por ciento del PIB.

Estas cifras, se pueden traducir fácilmente en diagnósticos muy simples que nos conducen a concluir, que uno de los principales retos de México y hablo exclusivamente del terreno educativo, es el de buscar los mecanismos adecuados para estimular los resultados deseados en el desempeño de los maestros, que - aunque a nivel internacional se pueden ubicar como “talentosos” y perciben salarios hasta cierto punto altos en relación con el resto de sus similares dentro de los países miembros de la OCDE - esto no se está reflejando con la calidad educativa.

Lo anterior es tan solo un ejemplo de la utilidad fundamental que tienen las cifras de los indicadores en materia educativa, las cuales nos presentan fotografías del momento actual hacia el pasado, que con idea, innovación y congruencia, pueden ser traducidas en pilares para las mejoras en proyecciones y planeaciones futuras.

Se trata de un camino tortuoso, que debe comenzar por reconocer los retos que se enfrentan de acuerdo con las mediciones nacionales e internacionales, (las cuales no son muy coincidentes), para diseñar acciones y estrategias en consecuencia, dirigidas a subsanar las fallas académicas del Sistema Educativo Nacional.

Sin duda que la excelencia educativa debe ser una meta a corto, mediano y largo plazo para cualquier administración de gobierno, lo que implica redireccionar los esfuerzos académicos hacia la investigación, el rendimiento, la motivación, pero también el reconocimiento de las y los docentes; En este sentido, debemos diseñar planes y programas encaminados a recuperar los mejores niveles de resultados que fueron registrados por las Organizaciones Internacionales. La meta es que se nos ubique en los carriles de eficiencia educativa que teníamos en antaño y que los indicadores sean corresponsables con la inversión y el esfuerzo que cuesta el oneroso Sistema Educativo Nacional, sin descuidar a la confianza de los padres de nuestros educandos, porque tampoco sería justo adelgazar nóminas educativas sin ton ni son, (de por sí hay muchas escuelas que deberían ser tridocentes y cuentan con un solo maestro ó maestra que se fleta a todas y todos los alumnos), es decir, no podemos permitir que en materia educativa suceda lo que le sucedió al Sistema de Salud, que por adelgazarlo, se quedó sin doctores que atiendan a la población.

Indicadores educativos versus resultados académicos

“No nos atrevemos a mucas cosas porque pensamos que son difíciles... Pero lo pensamos porque no nos atrevemos a hacerlas”… SÉNECA

Para nadie es un secreto, que los indicadores educativos que maneja la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sugieren que en México existen problemáticas estructurales, sobre todo en el área del desarrollo académico; En contra de los postulados que estamos acostumbrados a escuchar, estos indicadores señalan, que a pesar de que en nuestro país se cuenta con docentes muy talentosos, no se obtienen los resultados ideales en cuanto a rendimientos académicos, lo que revelaría que las formas de capacitación no están produciendo los resultados esperados ó bien, los maestros no están siendo debidamente motivados.

Actualmente, nuestro país invierte en promedio por alumno, dos mil cuatrocientos cincuenta Dólares, con lo que se ubica al final de la lista de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, sin embargo, paradójicamente, la proporción de gasto público que se invierte per cápita en educación es de 23.4 por ciento del Producto Interno Bruto, la más alta entre los países miembros de esta organización (OCDE), puesto que la media es de 13. 2 por ciento del PIB.

Estas cifras, se pueden traducir fácilmente en diagnósticos muy simples que nos conducen a concluir, que uno de los principales retos de México y hablo exclusivamente del terreno educativo, es el de buscar los mecanismos adecuados para estimular los resultados deseados en el desempeño de los maestros, que - aunque a nivel internacional se pueden ubicar como “talentosos” y perciben salarios hasta cierto punto altos en relación con el resto de sus similares dentro de los países miembros de la OCDE - esto no se está reflejando con la calidad educativa.

Lo anterior es tan solo un ejemplo de la utilidad fundamental que tienen las cifras de los indicadores en materia educativa, las cuales nos presentan fotografías del momento actual hacia el pasado, que con idea, innovación y congruencia, pueden ser traducidas en pilares para las mejoras en proyecciones y planeaciones futuras.

Se trata de un camino tortuoso, que debe comenzar por reconocer los retos que se enfrentan de acuerdo con las mediciones nacionales e internacionales, (las cuales no son muy coincidentes), para diseñar acciones y estrategias en consecuencia, dirigidas a subsanar las fallas académicas del Sistema Educativo Nacional.

Sin duda que la excelencia educativa debe ser una meta a corto, mediano y largo plazo para cualquier administración de gobierno, lo que implica redireccionar los esfuerzos académicos hacia la investigación, el rendimiento, la motivación, pero también el reconocimiento de las y los docentes; En este sentido, debemos diseñar planes y programas encaminados a recuperar los mejores niveles de resultados que fueron registrados por las Organizaciones Internacionales. La meta es que se nos ubique en los carriles de eficiencia educativa que teníamos en antaño y que los indicadores sean corresponsables con la inversión y el esfuerzo que cuesta el oneroso Sistema Educativo Nacional, sin descuidar a la confianza de los padres de nuestros educandos, porque tampoco sería justo adelgazar nóminas educativas sin ton ni son, (de por sí hay muchas escuelas que deberían ser tridocentes y cuentan con un solo maestro ó maestra que se fleta a todas y todos los alumnos), es decir, no podemos permitir que en materia educativa suceda lo que le sucedió al Sistema de Salud, que por adelgazarlo, se quedó sin doctores que atiendan a la población.

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