/ lunes 25 de julio de 2022

Desorden en entrega de apoyos Bienestar

El día 21 de julio del año que transcurre, acudí a las canchas del polideportivo del Parque Guadiana, a recoger mi apoyo que por concepto de mayoría de edad me corresponde.

Desafortunadamente no era mi día, ya que las penurias por las que atraviesa el programa, para colmo de mi mala suerte ese día se agudizaron y para despistar tal situación, mañosamente sus operativos acudieron a un sin fin de argucias y patrañas, que a todas luces eran sacadas de la manga, con el único propósito de alargar el proceso de entrega y orillar a muchos beneficiarios a que se retiraran como fue el caso de quien esto escribe.

Dichas actitudes no son nuevas, pero las sobrellevamos y las cubrimos con el apabullante silencio por consideración al presidente, que ha hecho un gran esfuerzo para que los adultos mayores poseamos una pensión digna, pero desgraciadamente algunos servidores de la nación, se encargan de generar el desorden a la hora de entregarla, ya que se atreven a improvisar la logística y a desviar los recursos de aquellos que por alguna razón se rezagan en su percepción.

Por supuesto que jamás había estado en mi ánimo señalar las debilidades de los servidores de la Nación, porque entiendo las limitaciones y presiones de las que muchas veces son objeto; pero eso no les da derecho a que me hagan víctima de la desatención, como la que en carne propia experimente ese día, y que aparte a ella se sumaron la perderiza de mi apoyo y las cajas destempladas cuando me retiré con el rabo entre las piernas.

Mi incomodidad inició cuando la lentitud del proceso era muy exagerado, pese al gran número de personas que ahí se encontraban. Lo que me indujo a que después de cuatro horas de espera cuestionara a una de ellas, la que me envío con otra y otra, hasta que al fin me planté con la menos indicada, quien de forma altanera no me dio ninguna información, pero sí me descontó literalmente, cuando me externó que, lo que yo reclamaba era “un apoyo y no una prestación”.

Por Dios que me enchilé, pero me contuve, ya que haber recibido el pajuelazo de “limosnero y con garrote” me dejó pasmado. De ahí y después de haber deglutido pinole y sin saliva por semejante humillación, la que desafortunadamente no acabaría ahí, ya que en ese andar me encontré con quien dijo llamarse Víctor Cruz, a quien le confié mi caso y para colmo lo perjeñó y cortó con la misma tijera, porque simulaba que me atendía y de ahí pasaba a hacer fintas y grupos a discreción, para atenderlos por debajo del agua.

Mientras a mí, sólo se le ocurrió pedirme una copia del RFC y que le anotara mi teléfono para informarme posteriormente, cuándo y dónde iban a pagarme. No accedí a su forma infantil de salir del problema, que por supuesto no obedecía a mi ocurrencia, sino a las indicaciones de una lona que pende en la entrada principal de las oficinas de Bienestar, donde hace referencia al pago de los rezagados, rubro al que pertenezco, pero pese a eso no hubo respuesta a mí presencia ni exigencia.

Ahora quiero dejar claro que mi indignación no obedece a la negativa de la entrega del apoyo, sino a las formas burdas de comunicación de los operadores, ya que no son claras ni precisas. De ahí mi gran molestia por sus cuestionables argumentaciones cargadas de engaño y fraude.

Claro que no soy ingenuo, ante el desorden que tuve a bien observar y aunque no lo quisiera reconocer, obedece a la falta de recursos, lo cual no metería tanto ruido, si le apostaran a la verdad y no a las maniobras ni a los desfiguros, pensando que la gente mayor se los traga.

El oficio de un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad, aunque en Bienestar haya tanto fariseo empeñado en esconderla. Denunciar a los corruptos que son y a los que hayan sido; señalar a los que abusan de la paciencia y vulnerabilidad de los adultos mayores; evidenciar a quienes de dicho y hecho los ofenden y que no tienen derecho a seguir haciéndolo.

El día 21 de julio del año que transcurre, acudí a las canchas del polideportivo del Parque Guadiana, a recoger mi apoyo que por concepto de mayoría de edad me corresponde.

Desafortunadamente no era mi día, ya que las penurias por las que atraviesa el programa, para colmo de mi mala suerte ese día se agudizaron y para despistar tal situación, mañosamente sus operativos acudieron a un sin fin de argucias y patrañas, que a todas luces eran sacadas de la manga, con el único propósito de alargar el proceso de entrega y orillar a muchos beneficiarios a que se retiraran como fue el caso de quien esto escribe.

Dichas actitudes no son nuevas, pero las sobrellevamos y las cubrimos con el apabullante silencio por consideración al presidente, que ha hecho un gran esfuerzo para que los adultos mayores poseamos una pensión digna, pero desgraciadamente algunos servidores de la nación, se encargan de generar el desorden a la hora de entregarla, ya que se atreven a improvisar la logística y a desviar los recursos de aquellos que por alguna razón se rezagan en su percepción.

Por supuesto que jamás había estado en mi ánimo señalar las debilidades de los servidores de la Nación, porque entiendo las limitaciones y presiones de las que muchas veces son objeto; pero eso no les da derecho a que me hagan víctima de la desatención, como la que en carne propia experimente ese día, y que aparte a ella se sumaron la perderiza de mi apoyo y las cajas destempladas cuando me retiré con el rabo entre las piernas.

Mi incomodidad inició cuando la lentitud del proceso era muy exagerado, pese al gran número de personas que ahí se encontraban. Lo que me indujo a que después de cuatro horas de espera cuestionara a una de ellas, la que me envío con otra y otra, hasta que al fin me planté con la menos indicada, quien de forma altanera no me dio ninguna información, pero sí me descontó literalmente, cuando me externó que, lo que yo reclamaba era “un apoyo y no una prestación”.

Por Dios que me enchilé, pero me contuve, ya que haber recibido el pajuelazo de “limosnero y con garrote” me dejó pasmado. De ahí y después de haber deglutido pinole y sin saliva por semejante humillación, la que desafortunadamente no acabaría ahí, ya que en ese andar me encontré con quien dijo llamarse Víctor Cruz, a quien le confié mi caso y para colmo lo perjeñó y cortó con la misma tijera, porque simulaba que me atendía y de ahí pasaba a hacer fintas y grupos a discreción, para atenderlos por debajo del agua.

Mientras a mí, sólo se le ocurrió pedirme una copia del RFC y que le anotara mi teléfono para informarme posteriormente, cuándo y dónde iban a pagarme. No accedí a su forma infantil de salir del problema, que por supuesto no obedecía a mi ocurrencia, sino a las indicaciones de una lona que pende en la entrada principal de las oficinas de Bienestar, donde hace referencia al pago de los rezagados, rubro al que pertenezco, pero pese a eso no hubo respuesta a mí presencia ni exigencia.

Ahora quiero dejar claro que mi indignación no obedece a la negativa de la entrega del apoyo, sino a las formas burdas de comunicación de los operadores, ya que no son claras ni precisas. De ahí mi gran molestia por sus cuestionables argumentaciones cargadas de engaño y fraude.

Claro que no soy ingenuo, ante el desorden que tuve a bien observar y aunque no lo quisiera reconocer, obedece a la falta de recursos, lo cual no metería tanto ruido, si le apostaran a la verdad y no a las maniobras ni a los desfiguros, pensando que la gente mayor se los traga.

El oficio de un buen ciudadano parte del compromiso de llamar a las cosas por su nombre. De descubrir la verdad, aunque en Bienestar haya tanto fariseo empeñado en esconderla. Denunciar a los corruptos que son y a los que hayan sido; señalar a los que abusan de la paciencia y vulnerabilidad de los adultos mayores; evidenciar a quienes de dicho y hecho los ofenden y que no tienen derecho a seguir haciéndolo.