/ domingo 28 de junio de 2020

Deteriorados parques y jardines del fracionamiento Guadalupe

El fraccionamiento Guadalupe fue el primer asentamiento de vivienda de interés social, que se construyera aquí en la ciudad de Durango. Y estoy hablando de hace aproximadamente 47 años.

Dicho complejo habitacional se distinguía por su gran número de áreas verdes, donde destacaba un gran número de árboles, los cuales también se extendían por las calles, como fiel herencia de los vestigios que quedaron de las granjas y que se utilizaron estéticamente para darle lucidez a las avenidas.

Desafortunadamente, por “los daños” que dicho arbolado causaba al pavimento y a las mismas viviendas, fueron derribados y sustituidos por palmeras en algunas áreas y en otras ni siquiera este tipo de planta, que sólo sirve para ocupar espacio y cascabelear cuando sopla el viento.

Pero por si el fenómeno de la deforestación fuera poco, ahora empata con el ecocidio que están provocando en el bulevar Francisco Villa, motivado por la falta de riego y la controvertida construcción del puente, donde la inconformidad fuera neutralizada por la pandemia y que ahora aprovechan a sus anchas, para moverse los constructores como peces en el agua en tan cuestionado objetivo.

Sin duda, que ha sido la obra que más se les ha dificultado para su realización, por la gran polémica que generó en los medios, pero gradualmente se fue desvaneciendo y ahora es patético el siniestro paisaje que apunta cada día hacia la sequía total, pese a que ya empezó a llover los daños son irreversibles, y están dando al traste con la belleza natural que era orgullo de todos los habitantes de este sector, quienes al hacer el recuento de los daños, encontramos sólo un culpable: El abandono brutal.

Pero, lo más lamentable se refleja en el deterioro generalizado de los parques y jardines de este fraccionamiento, donde la situación es bastante grave, quizá por la falta de atención o en su defecto la larga temporada de la escasez de agua, o en el peor de los casos las dos cosas.

Sin el ánimo de desacreditar a nadie, porque no quiero entrar en el juego de la pelotita, esta vez sólo trataré de describir los hechos tal cual los observo en mi diario andar, donde mis ojos dan crédito a la tristeza que la desolación de los prados secos provoca a mi estado de ánimo, ya que el paisaje verde que me inyectaba vida y alegría, ahora tengo que conformarme con ver las raíces a ras de tierra, azotados por los rayos solares y esperando la deshidratación total, porque como dije líneas arriba, la presencia de las lluvias, creo que llegó demasiado tarde y muy poco podrán contribuir para resarcir los daños causados.

Al sentir en carne propia la devastación ambiental, no me orilla más que a pensar, que la maldición del deterioro se conjuró en el bulevard Francisco Villa, y su impacto se extendió a la avenida México de este fraccionamiento, por citar sólo un punto, donde el verdor de antaño contrasta en estos momentos con el amarillo seco, que se pone a tono con la luz de los quemantes rayos solares, que inclementes pegaron también a los árboles, donde desafortunadamente algunos murieron, por la larga temporada de sequía.

Por supuesto que al abordar la ocurrencia de este tema en esta colaboración, es para llamar la atención de aquellos que tienen la responsabilidad de atender este asunto y que muchas veces no lo hacen, porque a los vecinos tampoco les interesa, desde el momento en que prefieren ser cómplices o testigos silenciosos del deterioro ambiental, que asumir algún compromiso, salvo el de agandallarse la comodidad de las sombras para guarecer el estado de sus vehículos.

Afortunadamente, la pequeña área donde habita el que esto escribe, luce un verde generoso, que contrasta con la floración de unas bellas bugambilias en plena vía pública, que por supuesto no es obra del municipio ni de los vecinos, sino de la señora Lourdes Valverde de Herrera, quien hace uso de su esfuerzo personal y de su peculio económico, para sufragar todos los gastos que genera este jardín, que recientemente lo restauró y que se ha convertido en un punto de ornato para propios y extraños.

Por eso, considero digno rescatar de este rosario de males, las obras y acciones de quienes no regatean comprometerse con la comunidad y el ejemplo viviente es la señora Valverde, quien dotada de un gran espíritu de colaboración con su entorno, la vemos a diario con manguera en mano regando el prado que ella misma plantó y el detalle vale ponderarlo, porque pese a sus múltiples ocupaciones, no la arredran ni limitan para mantener bello el jardín, que siempre ha sido el objeto de su inspiración estética.

Y lo ha demostrado en muchísimas ocasiones, porque de los vecinos, quién no recuerda épocas navideñas pasadas, donde ella y su familia se daban a la tarea de adornar con carísimas series de luces, cada uno de los árboles que conforman dicha área. De ahí que la elegancia y buen gusto que le imprimían al decorado, las noches se tornaban espectaculares, para los que hemos tenido el privilegio de vivir frente a este bello jardín.

Quién no ha presenciado los altares que la señora monta, cuando algún evento de la iglesia tiene a bien transitar por ahí, personalmente acondiciona los aditamentos y las peregrinaciones en su afán de rendir honor a la alegoría establecido al aire libre, hace parada obligada para agradecer y bendecir la fe de la constructora de dicho recinto.

La capacidad de cooperación social de la señora Valverde ante los descuidos al medio ambiente, es diametralmente opuesta a la indiferencia de los vecinos, ya que pocas veces se solidarizan para vigilar y detener el deterioro y contaminación del prado, que generan sus propias mascotas, ya que irresponsablemente hacen de los jardines sanitarios caninos.

Para concluir, sólo diré que la señora es todo un personaje, no pasa desapercibida, porque su actitud como empresaria y propulsora del medio ambiente, se asienta en el sentir de un gran número de ciudadanos del fraccionamiento, que ven en esta vecina ejemplar una actitud valiente, cívica y espiritual. Por eso, no escatimo en esta colaboración de manifestarle mi humilde reconocimiento. ¡Enhorabuena señora!

El fraccionamiento Guadalupe fue el primer asentamiento de vivienda de interés social, que se construyera aquí en la ciudad de Durango. Y estoy hablando de hace aproximadamente 47 años.

Dicho complejo habitacional se distinguía por su gran número de áreas verdes, donde destacaba un gran número de árboles, los cuales también se extendían por las calles, como fiel herencia de los vestigios que quedaron de las granjas y que se utilizaron estéticamente para darle lucidez a las avenidas.

Desafortunadamente, por “los daños” que dicho arbolado causaba al pavimento y a las mismas viviendas, fueron derribados y sustituidos por palmeras en algunas áreas y en otras ni siquiera este tipo de planta, que sólo sirve para ocupar espacio y cascabelear cuando sopla el viento.

Pero por si el fenómeno de la deforestación fuera poco, ahora empata con el ecocidio que están provocando en el bulevar Francisco Villa, motivado por la falta de riego y la controvertida construcción del puente, donde la inconformidad fuera neutralizada por la pandemia y que ahora aprovechan a sus anchas, para moverse los constructores como peces en el agua en tan cuestionado objetivo.

Sin duda, que ha sido la obra que más se les ha dificultado para su realización, por la gran polémica que generó en los medios, pero gradualmente se fue desvaneciendo y ahora es patético el siniestro paisaje que apunta cada día hacia la sequía total, pese a que ya empezó a llover los daños son irreversibles, y están dando al traste con la belleza natural que era orgullo de todos los habitantes de este sector, quienes al hacer el recuento de los daños, encontramos sólo un culpable: El abandono brutal.

Pero, lo más lamentable se refleja en el deterioro generalizado de los parques y jardines de este fraccionamiento, donde la situación es bastante grave, quizá por la falta de atención o en su defecto la larga temporada de la escasez de agua, o en el peor de los casos las dos cosas.

Sin el ánimo de desacreditar a nadie, porque no quiero entrar en el juego de la pelotita, esta vez sólo trataré de describir los hechos tal cual los observo en mi diario andar, donde mis ojos dan crédito a la tristeza que la desolación de los prados secos provoca a mi estado de ánimo, ya que el paisaje verde que me inyectaba vida y alegría, ahora tengo que conformarme con ver las raíces a ras de tierra, azotados por los rayos solares y esperando la deshidratación total, porque como dije líneas arriba, la presencia de las lluvias, creo que llegó demasiado tarde y muy poco podrán contribuir para resarcir los daños causados.

Al sentir en carne propia la devastación ambiental, no me orilla más que a pensar, que la maldición del deterioro se conjuró en el bulevard Francisco Villa, y su impacto se extendió a la avenida México de este fraccionamiento, por citar sólo un punto, donde el verdor de antaño contrasta en estos momentos con el amarillo seco, que se pone a tono con la luz de los quemantes rayos solares, que inclementes pegaron también a los árboles, donde desafortunadamente algunos murieron, por la larga temporada de sequía.

Por supuesto que al abordar la ocurrencia de este tema en esta colaboración, es para llamar la atención de aquellos que tienen la responsabilidad de atender este asunto y que muchas veces no lo hacen, porque a los vecinos tampoco les interesa, desde el momento en que prefieren ser cómplices o testigos silenciosos del deterioro ambiental, que asumir algún compromiso, salvo el de agandallarse la comodidad de las sombras para guarecer el estado de sus vehículos.

Afortunadamente, la pequeña área donde habita el que esto escribe, luce un verde generoso, que contrasta con la floración de unas bellas bugambilias en plena vía pública, que por supuesto no es obra del municipio ni de los vecinos, sino de la señora Lourdes Valverde de Herrera, quien hace uso de su esfuerzo personal y de su peculio económico, para sufragar todos los gastos que genera este jardín, que recientemente lo restauró y que se ha convertido en un punto de ornato para propios y extraños.

Por eso, considero digno rescatar de este rosario de males, las obras y acciones de quienes no regatean comprometerse con la comunidad y el ejemplo viviente es la señora Valverde, quien dotada de un gran espíritu de colaboración con su entorno, la vemos a diario con manguera en mano regando el prado que ella misma plantó y el detalle vale ponderarlo, porque pese a sus múltiples ocupaciones, no la arredran ni limitan para mantener bello el jardín, que siempre ha sido el objeto de su inspiración estética.

Y lo ha demostrado en muchísimas ocasiones, porque de los vecinos, quién no recuerda épocas navideñas pasadas, donde ella y su familia se daban a la tarea de adornar con carísimas series de luces, cada uno de los árboles que conforman dicha área. De ahí que la elegancia y buen gusto que le imprimían al decorado, las noches se tornaban espectaculares, para los que hemos tenido el privilegio de vivir frente a este bello jardín.

Quién no ha presenciado los altares que la señora monta, cuando algún evento de la iglesia tiene a bien transitar por ahí, personalmente acondiciona los aditamentos y las peregrinaciones en su afán de rendir honor a la alegoría establecido al aire libre, hace parada obligada para agradecer y bendecir la fe de la constructora de dicho recinto.

La capacidad de cooperación social de la señora Valverde ante los descuidos al medio ambiente, es diametralmente opuesta a la indiferencia de los vecinos, ya que pocas veces se solidarizan para vigilar y detener el deterioro y contaminación del prado, que generan sus propias mascotas, ya que irresponsablemente hacen de los jardines sanitarios caninos.

Para concluir, sólo diré que la señora es todo un personaje, no pasa desapercibida, porque su actitud como empresaria y propulsora del medio ambiente, se asienta en el sentir de un gran número de ciudadanos del fraccionamiento, que ven en esta vecina ejemplar una actitud valiente, cívica y espiritual. Por eso, no escatimo en esta colaboración de manifestarle mi humilde reconocimiento. ¡Enhorabuena señora!