/ jueves 10 de agosto de 2017

El 66 duranguense, de la ilusión a la movilización popular y el engaño:

Una aclaración necesaria sobre las fuentes que consulté

(VIGÉSIMA CUARTA PARTE DE 25)

En la primera de las entregas de esta serie de artículos que fue publicada el pasado 6 de julio di a conocer la que de hecho ha sido la hipótesis central sobre la protesta social de 1966 en Durango al considerarla como un movimiento totalmente atípico y realizado por encargo. Esto es, “política, ideológica y financieramente manipulado por un poderoso e influyente grupo de empresarios madereros” quienes aprovechándose de la despolitización y buena fe de la masa estudiantil de las principales instituciones educativas de la ciudad de Durango buscaban presionar al presidente Gustavo Díaz Ordaz para que revocara la veda que el mismo mandatario había reimplantado en diciembre de 1965.

Asimismo, señalé que para comprobar dicha hipótesis me auxiliaría de la consulta de los diarios y revistas publicadas en aquella época, así como de la lectura de todos los ocho libros que sobre el tema se han editado en los últimos 51 años y, por supuesto, en mi propia memoria para tratar de recordar lo que en aquél agitado y lluvioso verano de 1966, vi y escuche respecto al citado movimiento estudiantil-popular.

Sin embargo, pocos días después de publicada dicha entrega, tuve el honor de recibir un respetuoso y largo correo de un distinguido analista político (del cual me reservo su nombre puesto que ese correo fue personal), quien además de hacerme una serie de aclaraciones, cuestionó las citadas fuentes biblio y hemerográficas que yo dije que utilizaría, porque según su punto de vista: “todas ellas contienen datos no verdaderos y que se refieren a hechos que no ocurrieron o bien distorsionados. O sea que sus fuentes no son primarias, mientras que en lo que se refiere a la información obtenida de la prensa escrita, como es normal, la misma siempre ha dejado mucho que desear. Los autores aludidos por usted más el argentino Lucero no mencionan a fuentes que se pudieran llamar originales representadas por la prensa nacional”.

Al respecto quiero manifestar que esta tajante descalificación sobre las fuentes bibliohemerográficas del 66 duranguense, realizada por una persona ampliamente reconocida como muy inteligente y culta se me hace a todas luces injusta, incorrecta y preocupante, ya que, aun suponiendo sin conceder --como dicen los abogados-- de que en la elaboración de sus respectivos trabajos todos los autores de la literatura política del 66 duranguense no hubiesen utilizado fuentes primarias en su investigación, no por ello esos trabajos pierden su importancia y valor metodológico como fuentes de investigación. Para los investigadores y analistas de los hechos del pasado, independientemente de la rama del conocimiento de que se trate, las fuentes bibliohemerográficas siembre serán una herramienta metodológica fundamental, de primer orden, más allá de la interpretación teórica, política, ideológica que cada uno de los lectores quiera darle a los escritos.

Tal y como ya lo dije arriba, en el caso muy específico del 66 duranguense se han generado un total de ocho libros dedicados exclusivamente al tema; así como seis capítulos publicados en libros colectivos; tres artículos en revistas académicas; cinco referencias en libros en donde el tema es tratado colateralmente y decenas de notas informativas, artículos editoriales y caricaturas en diarios y revistas de circulación regional y nacional. Muchos de estos escritos, sino es que la inmensa mayoría son testimonios de activos participantes a diverso nivel durante el movimiento; otros, los menos, son textos de reflexión y análisis de fuentes no directas o primarias.

Empero, para mí, la lectura de unos y otros fue muy importante y gratificante, puesto que me permitieron tener una visión lo suficientemente amplia y acabada sobre los antecedentes, el desarrollo y los resultados del 66 duranguense. Por eso es que en ningún momento yo estaría de acuerdo con esa descalificación.

Enseguida llevaré a cabo una sintética descripción de todos y cada uno de estos ocho libros, en el mismo orden en que han ido apareciendo a lo largo de los últimos 51 años a fin de demostrar que las fuentes que yo he estado utilizando no son sólo secundarias, indirectas o de segunda mano, sino fuentes primarias, directas o de primera mano, producto del involucramiento u observación directa de cada una de las vicisitudes de aquel movimiento.

El primero de los libros que se publicó sobre el movimiento, aunque 13 años después de que éste tuviera lugar, fue el de Máximo N. Gámiz Parral, intitulado: Pueblo Mío, Durango, (1979), 298 páginas. Como se recordará, el maestro Gámiz fue en ese tiempo el principal representante de la CNIT en Durango y de lado de Gilberto Rosas Simberck, uno de los más activos organizadores y promotores de las llamadas “Fuerzas Activas y Productivas Pro Industrialización de Durango”, organismo que de facto controló y dirigió el movimiento. Por eso, ante la inexistencia de un archivo documental sobre este movimiento, este libro que contiene los principales documentos que se generaron en el transcurso del mismo, así como de una gran cantidad de fotografías y recortes de prensa, resulta ser una fuente primaria o directa por excelencia.

El segundo texto que apareció publicado fue el del ingeniero Emiliano Hernández Camargo, denominado: Durango. El Movimiento Estudiantil de 1966, Conaculta, Ciudad Lerdo, Durango, 1996, 377 páginas. Este es un trabajo testimonial de uno de los principales dirigentes del Consejo de Gobierno Estudiantil. Además de un texto escrito relativamente corto, en este libro se incluye una enorme cantidad de copias facsimilares de las principales planas periodísticas referidas al movimiento, publicadas en diarios y revistas de circulación local y nacional. Complementariamente, en el libro se incluyen 629 fichas bibliohemerográficas y 46 páginas de fotografías. La versión de un dirigente estudiantil de primer orden es, al igual que el anterior, una fuente primaria o directa de la investigación.

El día viernes 18 de agosto del presente año, el ingeniero Hernández Camargo, el licenciado Guillermo Rodríguez Gallegos y yo, en el marco del Congreso Internacional de Historia Oral que se realizará en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en una mesa magistral a la que hemos sido invitados, discutiremos el polémico tema del Movimiento estudiantil de 1966 en Durango.

La tercera referencia bibliográfica que se conoció en Durango fue la de un libro colectivo intitulado: Durango a 30 años del Cerro…, Editorial UJED y Gobierno del Estado de Durango, Durango, 1996, 201 páginas. En el libro se incluyen cuatro ensayos que resultaron ganadores en un concurso al que se convocó en 1996 en el marco del 30 aniversario de la multicitada movilización social duranguense. Los trabajos ganadores publicados fueron de la autoría de Enrique Mijares Verdín, Luis Ángel Tejada Espino, Antonio Villarreal Rodríguez y Antonio Arreola Valenzuela. De estos cuatro autores, dos de ellos tuvieron una actividad de primer nivel durante el movimiento (Villarreal y Tejada). En cambio los otros dos autores, aunque no fueron ajenos al movimiento, sus trabajos obedecen a una lógica más académica que testimonial. Por ello, también es un libro elaborado con mucho más fuentes primarias que secundarias. (Continuará)

Doctor en Ciencia Política y Profesor e Investigador de Carrera en la UNAM.: Correo: elpozoleunam@hotmail.com

Una aclaración necesaria sobre las fuentes que consulté

(VIGÉSIMA CUARTA PARTE DE 25)

En la primera de las entregas de esta serie de artículos que fue publicada el pasado 6 de julio di a conocer la que de hecho ha sido la hipótesis central sobre la protesta social de 1966 en Durango al considerarla como un movimiento totalmente atípico y realizado por encargo. Esto es, “política, ideológica y financieramente manipulado por un poderoso e influyente grupo de empresarios madereros” quienes aprovechándose de la despolitización y buena fe de la masa estudiantil de las principales instituciones educativas de la ciudad de Durango buscaban presionar al presidente Gustavo Díaz Ordaz para que revocara la veda que el mismo mandatario había reimplantado en diciembre de 1965.

Asimismo, señalé que para comprobar dicha hipótesis me auxiliaría de la consulta de los diarios y revistas publicadas en aquella época, así como de la lectura de todos los ocho libros que sobre el tema se han editado en los últimos 51 años y, por supuesto, en mi propia memoria para tratar de recordar lo que en aquél agitado y lluvioso verano de 1966, vi y escuche respecto al citado movimiento estudiantil-popular.

Sin embargo, pocos días después de publicada dicha entrega, tuve el honor de recibir un respetuoso y largo correo de un distinguido analista político (del cual me reservo su nombre puesto que ese correo fue personal), quien además de hacerme una serie de aclaraciones, cuestionó las citadas fuentes biblio y hemerográficas que yo dije que utilizaría, porque según su punto de vista: “todas ellas contienen datos no verdaderos y que se refieren a hechos que no ocurrieron o bien distorsionados. O sea que sus fuentes no son primarias, mientras que en lo que se refiere a la información obtenida de la prensa escrita, como es normal, la misma siempre ha dejado mucho que desear. Los autores aludidos por usted más el argentino Lucero no mencionan a fuentes que se pudieran llamar originales representadas por la prensa nacional”.

Al respecto quiero manifestar que esta tajante descalificación sobre las fuentes bibliohemerográficas del 66 duranguense, realizada por una persona ampliamente reconocida como muy inteligente y culta se me hace a todas luces injusta, incorrecta y preocupante, ya que, aun suponiendo sin conceder --como dicen los abogados-- de que en la elaboración de sus respectivos trabajos todos los autores de la literatura política del 66 duranguense no hubiesen utilizado fuentes primarias en su investigación, no por ello esos trabajos pierden su importancia y valor metodológico como fuentes de investigación. Para los investigadores y analistas de los hechos del pasado, independientemente de la rama del conocimiento de que se trate, las fuentes bibliohemerográficas siembre serán una herramienta metodológica fundamental, de primer orden, más allá de la interpretación teórica, política, ideológica que cada uno de los lectores quiera darle a los escritos.

Tal y como ya lo dije arriba, en el caso muy específico del 66 duranguense se han generado un total de ocho libros dedicados exclusivamente al tema; así como seis capítulos publicados en libros colectivos; tres artículos en revistas académicas; cinco referencias en libros en donde el tema es tratado colateralmente y decenas de notas informativas, artículos editoriales y caricaturas en diarios y revistas de circulación regional y nacional. Muchos de estos escritos, sino es que la inmensa mayoría son testimonios de activos participantes a diverso nivel durante el movimiento; otros, los menos, son textos de reflexión y análisis de fuentes no directas o primarias.

Empero, para mí, la lectura de unos y otros fue muy importante y gratificante, puesto que me permitieron tener una visión lo suficientemente amplia y acabada sobre los antecedentes, el desarrollo y los resultados del 66 duranguense. Por eso es que en ningún momento yo estaría de acuerdo con esa descalificación.

Enseguida llevaré a cabo una sintética descripción de todos y cada uno de estos ocho libros, en el mismo orden en que han ido apareciendo a lo largo de los últimos 51 años a fin de demostrar que las fuentes que yo he estado utilizando no son sólo secundarias, indirectas o de segunda mano, sino fuentes primarias, directas o de primera mano, producto del involucramiento u observación directa de cada una de las vicisitudes de aquel movimiento.

El primero de los libros que se publicó sobre el movimiento, aunque 13 años después de que éste tuviera lugar, fue el de Máximo N. Gámiz Parral, intitulado: Pueblo Mío, Durango, (1979), 298 páginas. Como se recordará, el maestro Gámiz fue en ese tiempo el principal representante de la CNIT en Durango y de lado de Gilberto Rosas Simberck, uno de los más activos organizadores y promotores de las llamadas “Fuerzas Activas y Productivas Pro Industrialización de Durango”, organismo que de facto controló y dirigió el movimiento. Por eso, ante la inexistencia de un archivo documental sobre este movimiento, este libro que contiene los principales documentos que se generaron en el transcurso del mismo, así como de una gran cantidad de fotografías y recortes de prensa, resulta ser una fuente primaria o directa por excelencia.

El segundo texto que apareció publicado fue el del ingeniero Emiliano Hernández Camargo, denominado: Durango. El Movimiento Estudiantil de 1966, Conaculta, Ciudad Lerdo, Durango, 1996, 377 páginas. Este es un trabajo testimonial de uno de los principales dirigentes del Consejo de Gobierno Estudiantil. Además de un texto escrito relativamente corto, en este libro se incluye una enorme cantidad de copias facsimilares de las principales planas periodísticas referidas al movimiento, publicadas en diarios y revistas de circulación local y nacional. Complementariamente, en el libro se incluyen 629 fichas bibliohemerográficas y 46 páginas de fotografías. La versión de un dirigente estudiantil de primer orden es, al igual que el anterior, una fuente primaria o directa de la investigación.

El día viernes 18 de agosto del presente año, el ingeniero Hernández Camargo, el licenciado Guillermo Rodríguez Gallegos y yo, en el marco del Congreso Internacional de Historia Oral que se realizará en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en una mesa magistral a la que hemos sido invitados, discutiremos el polémico tema del Movimiento estudiantil de 1966 en Durango.

La tercera referencia bibliográfica que se conoció en Durango fue la de un libro colectivo intitulado: Durango a 30 años del Cerro…, Editorial UJED y Gobierno del Estado de Durango, Durango, 1996, 201 páginas. En el libro se incluyen cuatro ensayos que resultaron ganadores en un concurso al que se convocó en 1996 en el marco del 30 aniversario de la multicitada movilización social duranguense. Los trabajos ganadores publicados fueron de la autoría de Enrique Mijares Verdín, Luis Ángel Tejada Espino, Antonio Villarreal Rodríguez y Antonio Arreola Valenzuela. De estos cuatro autores, dos de ellos tuvieron una actividad de primer nivel durante el movimiento (Villarreal y Tejada). En cambio los otros dos autores, aunque no fueron ajenos al movimiento, sus trabajos obedecen a una lógica más académica que testimonial. Por ello, también es un libro elaborado con mucho más fuentes primarias que secundarias. (Continuará)

Doctor en Ciencia Política y Profesor e Investigador de Carrera en la UNAM.: Correo: elpozoleunam@hotmail.com

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