/ domingo 8 de diciembre de 2019

En el conflicto de las Lomas nadie quiere ceder

Desde hace algunos días he leído con atención, parte de los acontecimientos que se han suscitado, a raíz de un conflicto, que ha generado la disputa entre el alcalde de la capital y los vecinos del complejo habitacional de Las Lomas, donde los hechos ilustran, que el primero pretende liberar el acceso de una calle y los segundos aferrados a no permitirlo.

Aclaro, no era mi intención ocuparme de dicho asunto, pero viendo de ambas partes la actitud cerrada; donde el alcalde no da señales de ceder en su objetivo, ni los vecinos de soltar la idea de que es una decisión torcida y arbitraria que afecta su tranquilidad.

Además, éstos aseguran que está inducida por el conflicto de interés.

Sin duda, que en dicho conflicto ya nadie guarda las formas y la ira ha restado a la autoridad, la capacidad de convencer a los vecinos, de que el libre acceso puede generar un beneficio mayor, a quienes transiten por dicha avenida. De ahí que pudiera ampliar la visión de la contraparte y garantizarles que correrá de su cuenta, la prevención de los males que abanderan y pretenden evitar.

Pero las cosas desafortunadamente han cogido el sentido contrario del entendimiento, donde es obvio que nadie está dispuesto a ceder, porque ambas partes creen que hacerlo es admitir la derrota y en dicha batalla esa palabra no tiene cabida, porque hasta ahorita el diálogo que se ha utilizado, ha sido para incendiar el honor de la civilidad.

Y así, en ese escenario de dimes y diretes, han ido creciendo los acechos de aquellos, que saben cómo capitalizar las fortalezas y debilidades de unos y otros. Y ahí están ya las corrientes políticas dispuestas a granjear valientes y a pelarles tunas por interés de las cáscaras, o en su defecto, dicho de una forma más silvestre: Picarle la cresta al gallo, cortejando a sus gallinas, bajo la bandera de que su obligación es defender a la ciudadanía y los vecinos vengativamente en este caso, justificando la intromisión por la orfandad y el abuso de los que los ha hecho víctimas aquel por el que votaron.

Dicha posición sin lugar a dudas que mete bastante ruido, ya que los electores siempre anteponemos determinado interés. De ahí que pensemos que votar por determinado personaje, garantiza obtener de él todo lo que le pidamos; como también dejarnos hacer todo lo que se nos ocurra.

Sin pensar jamás que nuestro voto es para legitimar la autoridad y ayudarle a que la ejerza con todas nuestras acciones dentro de la ley.

Desafortunadamente el principio de autoridad se reconoce únicamente en el discurso, pero en la realidad basta que afecten una milésima de nuestra comodidad, para que el respeto a la autoridad se pierda.

De ahí que el interés personal, siempre nos rebase y no acatemos ni atendamos ningún razonamiento que nos lleve a evitar un juego de vencidas, donde nuestro objetivo será siempre demostrar que las podemos, sin importar que la civilidad que presumimos sea arrojada por la borda.

En el caso que nos ocupa, nada hay que rescatar del buen entendimiento, ya que la anarquía vecinal al calor de la pasión, ha conducido a sus actores a provocar la inmadurez e intolerancia de los contrarios, empezando los primeros a bloquear la calle por sus pistolas y con las mismas armas las autoridades a desbloquearla, lo que da por hecho, que la prudencia se ha perdido en los dos bandos, evidenciando que unos tratan de imponer la ley del monte que emana del interés personal y los otros a aplicar la establecida en el Estado de Derecho.

Total, que en esa pelea del meritito Coliseo Romano, no es la fiera contra el hombre, sino “la fiera contra la fiera” donde las trizas que resulten de dichos encontronazos, será la sociedad quien asuma los costos, porque al salirse con la suya el complejo vecinal, la vía que es de todos pasará a ser de su propiedad exclusiva; pero si los resultados le son adversos, exigirán indemnización al rival por daños y perjuicios, dónde éste ya ha dejado ver esa posibilidad, al declarar “que se pueden privatizar”, palabra que pueden agarrarle y obligar una negociación bajo la mesa, de la que pueden sacar provecho.

Aunque suene extraño, pero de este conflicto todo se puede esperar, porque basta ver como las circunstancias mediáticas han arrinconado al alcalde. Lo que hace intuir que si pretende imponer el imperio de la ley, tendría que asumir los costos políticos; pero si no, entonces tendría que aceptar los gastos que genere la negociación, porque a todas luces la contraparte, está exigiendo más de lo que está dispuesta a ofrecer. Ya que a toda costa y sin inmutarse, quiere tumbar la idea del presidente, pero ni un milímetro mover la suya.

La prueba de fuego está en la arena, donde el edil debe superar dos fuerzas: la del chantaje que lo ha desafiado cuerpo a cuerpo y las trampas de la oposición, que no se ha medido en cuestionarle la contratación de amigos y familiares, mucho menos legitimarle el aumento a los impuestos, cuya iniciativa tuvo que pasarla de panzazo y eso habla de la poca capacidad de negociación, pero a la vez de que las cosas van, aunque sea a la mala o apenitas.

Sobre la prueba que el alcalde está presentando en estos momentos, analistas y comentaristas de nómina, anticipan que la aprobará con dificultades, porque sus respuestas seguramente se sustentan en la experiencia de operadores de bajísimo perfil, que actúan bajo la provocación del “mocho del marro” y con el mismo mocho pretenden suavizar la ira de los inconformes, que han llevado las cosas al extremo, demostrando una gran capacidad de organización y resistencia.

Conforme avanza el tiempo, la hebra se tensa y la parte que más lo resiente es la que ahora exige diálogo, no para defender un derecho, sino para exigir la comprensión a sus intereses, que temen sean afectados en aras de favorecer a otros. Y las cosas se van aclarando mediante el mensaje de intimidación, que implica desalentar la participación de los vecinos, quienes no ignoran que sí ellos radicalizan sus acciones, el edil ya dio pruebas de que puede recurrir a otras peores.

Suspender las cosas momentáneamente, no da ventaja al interés de los vecinos. Ellos saben que van contra el tiempo y el poder. Por eso, conforme pasen los días el desgaste minará sus energías físicas y mentales, lo que el poder aprovechará para fortalecerse de los golpes mediáticos, que han relampagueado la conciencia ciudadana, pero que se apagan cuando el efecto de la luz desaparece.

La suerte está echada y el alcalde tiene los dados cargados y no los desactivará, pese a la fuerza fugaz de los amparos, porque la ganancia de ese juego es superior a la de cualquier otro.

Desde hace algunos días he leído con atención, parte de los acontecimientos que se han suscitado, a raíz de un conflicto, que ha generado la disputa entre el alcalde de la capital y los vecinos del complejo habitacional de Las Lomas, donde los hechos ilustran, que el primero pretende liberar el acceso de una calle y los segundos aferrados a no permitirlo.

Aclaro, no era mi intención ocuparme de dicho asunto, pero viendo de ambas partes la actitud cerrada; donde el alcalde no da señales de ceder en su objetivo, ni los vecinos de soltar la idea de que es una decisión torcida y arbitraria que afecta su tranquilidad.

Además, éstos aseguran que está inducida por el conflicto de interés.

Sin duda, que en dicho conflicto ya nadie guarda las formas y la ira ha restado a la autoridad, la capacidad de convencer a los vecinos, de que el libre acceso puede generar un beneficio mayor, a quienes transiten por dicha avenida. De ahí que pudiera ampliar la visión de la contraparte y garantizarles que correrá de su cuenta, la prevención de los males que abanderan y pretenden evitar.

Pero las cosas desafortunadamente han cogido el sentido contrario del entendimiento, donde es obvio que nadie está dispuesto a ceder, porque ambas partes creen que hacerlo es admitir la derrota y en dicha batalla esa palabra no tiene cabida, porque hasta ahorita el diálogo que se ha utilizado, ha sido para incendiar el honor de la civilidad.

Y así, en ese escenario de dimes y diretes, han ido creciendo los acechos de aquellos, que saben cómo capitalizar las fortalezas y debilidades de unos y otros. Y ahí están ya las corrientes políticas dispuestas a granjear valientes y a pelarles tunas por interés de las cáscaras, o en su defecto, dicho de una forma más silvestre: Picarle la cresta al gallo, cortejando a sus gallinas, bajo la bandera de que su obligación es defender a la ciudadanía y los vecinos vengativamente en este caso, justificando la intromisión por la orfandad y el abuso de los que los ha hecho víctimas aquel por el que votaron.

Dicha posición sin lugar a dudas que mete bastante ruido, ya que los electores siempre anteponemos determinado interés. De ahí que pensemos que votar por determinado personaje, garantiza obtener de él todo lo que le pidamos; como también dejarnos hacer todo lo que se nos ocurra.

Sin pensar jamás que nuestro voto es para legitimar la autoridad y ayudarle a que la ejerza con todas nuestras acciones dentro de la ley.

Desafortunadamente el principio de autoridad se reconoce únicamente en el discurso, pero en la realidad basta que afecten una milésima de nuestra comodidad, para que el respeto a la autoridad se pierda.

De ahí que el interés personal, siempre nos rebase y no acatemos ni atendamos ningún razonamiento que nos lleve a evitar un juego de vencidas, donde nuestro objetivo será siempre demostrar que las podemos, sin importar que la civilidad que presumimos sea arrojada por la borda.

En el caso que nos ocupa, nada hay que rescatar del buen entendimiento, ya que la anarquía vecinal al calor de la pasión, ha conducido a sus actores a provocar la inmadurez e intolerancia de los contrarios, empezando los primeros a bloquear la calle por sus pistolas y con las mismas armas las autoridades a desbloquearla, lo que da por hecho, que la prudencia se ha perdido en los dos bandos, evidenciando que unos tratan de imponer la ley del monte que emana del interés personal y los otros a aplicar la establecida en el Estado de Derecho.

Total, que en esa pelea del meritito Coliseo Romano, no es la fiera contra el hombre, sino “la fiera contra la fiera” donde las trizas que resulten de dichos encontronazos, será la sociedad quien asuma los costos, porque al salirse con la suya el complejo vecinal, la vía que es de todos pasará a ser de su propiedad exclusiva; pero si los resultados le son adversos, exigirán indemnización al rival por daños y perjuicios, dónde éste ya ha dejado ver esa posibilidad, al declarar “que se pueden privatizar”, palabra que pueden agarrarle y obligar una negociación bajo la mesa, de la que pueden sacar provecho.

Aunque suene extraño, pero de este conflicto todo se puede esperar, porque basta ver como las circunstancias mediáticas han arrinconado al alcalde. Lo que hace intuir que si pretende imponer el imperio de la ley, tendría que asumir los costos políticos; pero si no, entonces tendría que aceptar los gastos que genere la negociación, porque a todas luces la contraparte, está exigiendo más de lo que está dispuesta a ofrecer. Ya que a toda costa y sin inmutarse, quiere tumbar la idea del presidente, pero ni un milímetro mover la suya.

La prueba de fuego está en la arena, donde el edil debe superar dos fuerzas: la del chantaje que lo ha desafiado cuerpo a cuerpo y las trampas de la oposición, que no se ha medido en cuestionarle la contratación de amigos y familiares, mucho menos legitimarle el aumento a los impuestos, cuya iniciativa tuvo que pasarla de panzazo y eso habla de la poca capacidad de negociación, pero a la vez de que las cosas van, aunque sea a la mala o apenitas.

Sobre la prueba que el alcalde está presentando en estos momentos, analistas y comentaristas de nómina, anticipan que la aprobará con dificultades, porque sus respuestas seguramente se sustentan en la experiencia de operadores de bajísimo perfil, que actúan bajo la provocación del “mocho del marro” y con el mismo mocho pretenden suavizar la ira de los inconformes, que han llevado las cosas al extremo, demostrando una gran capacidad de organización y resistencia.

Conforme avanza el tiempo, la hebra se tensa y la parte que más lo resiente es la que ahora exige diálogo, no para defender un derecho, sino para exigir la comprensión a sus intereses, que temen sean afectados en aras de favorecer a otros. Y las cosas se van aclarando mediante el mensaje de intimidación, que implica desalentar la participación de los vecinos, quienes no ignoran que sí ellos radicalizan sus acciones, el edil ya dio pruebas de que puede recurrir a otras peores.

Suspender las cosas momentáneamente, no da ventaja al interés de los vecinos. Ellos saben que van contra el tiempo y el poder. Por eso, conforme pasen los días el desgaste minará sus energías físicas y mentales, lo que el poder aprovechará para fortalecerse de los golpes mediáticos, que han relampagueado la conciencia ciudadana, pero que se apagan cuando el efecto de la luz desaparece.

La suerte está echada y el alcalde tiene los dados cargados y no los desactivará, pese a la fuerza fugaz de los amparos, porque la ganancia de ese juego es superior a la de cualquier otro.