/ domingo 11 de febrero de 2024

Exsurge

Cenizas


Escribo estas palabras justo frente a una hoguera hecha a base de leña de ramas robustas. El fuego las consume mientras ellas presentan su última batalla, entre crujidos y humo, haciéndose denso calor en la tarde fría. Han cumplido su objetivo. A través de sus verdes hojas produjeron el oxígeno que da vida a quienes lo respiran. Fueron verde alegría para quienes pudieron contemplarlas y fuerte soporte para los pájaros que en ellas anidaron. Dieron sombra y cobijo, mientras ahora son calidez que se consume. Al fin, solo serán cenizas.

Veo el reflejo de la vida humana. Verde oxígeno que genera vida, sostén donde anidan los amores, sombra y calidez de hogar. Pero también fuego y humo, bruma que pareciera tener la última palabra. Y, al fin, cenizas. ¿Y es todo? No. De las cenizas resurge la esperanza. Porque de ahí brota lo eterno, aquello que el fuego no puede consumir: el amor. ¿Qué es si no aquello que nos mueve a hacer lo que hacemos?

Celebramos el próximo miércoles el inicio de la cuaresma, con el miércoles de ceniza. Nos recuerda lo que somos, pero también lo que estamos llamados a ser: somos polvo y ceniza pues todos tenemos un final, pero todos añoramos algo más, y mientras nos consumimos, trascendemos. Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris. Recuerda, hombre, que polvo eres, y al polvo volverás. Ante esta frase todos somos iguales. ¿De qué nos sirve ganar el mundo entero si al final nos perdemos? Hasta la rama más robusta puede ser consumida por el fuego.

Y ahí viene Dios. Que nos hace entender que la rama no dura para siempre, pero que sí puede resurgir de entre las cenizas. ¿De qué nos serviría una vida monótona, sin fin? El miércoles de ceniza nos recuerda que hay un fin, y que por ello hay que vivir bien la vida, reverdeciendo, dando cobijo y sombra, incluso ardiendo para dar calidez a quienes nos aman y amamos. Y entonces la vida tiene sentido. Entonces, solo entonces, se puede resurgir. Se puede resucitar. Solo la rama que sabe que hay cenizas entiende lo que es la vida, y eso le alcanzará la vida eterna. El poner ceniza sobre nuestra frente es solo un recuerdo de que hay un fin, de que hay cosas más importantes, de que la vida solo tiene sentido cuando da vida y esa vida dada se convierte en eterna. Por eso la ceniza es un signo, es como una «fecha de caducidad» que nos invita a «consumir antes» de que llegue. Es un signo que nos invita a convertirnos para vivir bien sabiendo que hay un fin. Coincide, además, este año, con una celebración que, si bien tiene mucho de comercial, alberga el anhelo de todo ser humano: el amor y la amistad. ¿Cómo compaginar la ceniza con el amor y la amistad? Porque el amor nos hace plenos. Sin amor seríamos solo cenizas. Mientras que el amor nos ayuda a trascender. ¿Quién no ha sentido consuelo en el amigo cuando experimentaba estar en el fondo? ¿Quién no necesita de la persona amada precisamente en los momentos que la oscuridad parece ganar?

¿Quién no se levanta de las cenizas precisamente cuando experimenta la cercanía del amor y la amistad? Y si esto se lo aplicamos a Dios, entonces se convierte en eterno. Porque el amor de Dios siempre nos da vida y nos impulsa a la vida. Y entonces el amor es más fuerte que la muerte y le da sentido a nuestras vidas. Al final, seguimos siendo polvo, pero polvo enamorado. Por eso, desde nuestra finitud nos movemos al amor y desde el amor valoramos la vida.

Memento homo, et vive!

@Noesov

Cenizas


Escribo estas palabras justo frente a una hoguera hecha a base de leña de ramas robustas. El fuego las consume mientras ellas presentan su última batalla, entre crujidos y humo, haciéndose denso calor en la tarde fría. Han cumplido su objetivo. A través de sus verdes hojas produjeron el oxígeno que da vida a quienes lo respiran. Fueron verde alegría para quienes pudieron contemplarlas y fuerte soporte para los pájaros que en ellas anidaron. Dieron sombra y cobijo, mientras ahora son calidez que se consume. Al fin, solo serán cenizas.

Veo el reflejo de la vida humana. Verde oxígeno que genera vida, sostén donde anidan los amores, sombra y calidez de hogar. Pero también fuego y humo, bruma que pareciera tener la última palabra. Y, al fin, cenizas. ¿Y es todo? No. De las cenizas resurge la esperanza. Porque de ahí brota lo eterno, aquello que el fuego no puede consumir: el amor. ¿Qué es si no aquello que nos mueve a hacer lo que hacemos?

Celebramos el próximo miércoles el inicio de la cuaresma, con el miércoles de ceniza. Nos recuerda lo que somos, pero también lo que estamos llamados a ser: somos polvo y ceniza pues todos tenemos un final, pero todos añoramos algo más, y mientras nos consumimos, trascendemos. Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris. Recuerda, hombre, que polvo eres, y al polvo volverás. Ante esta frase todos somos iguales. ¿De qué nos sirve ganar el mundo entero si al final nos perdemos? Hasta la rama más robusta puede ser consumida por el fuego.

Y ahí viene Dios. Que nos hace entender que la rama no dura para siempre, pero que sí puede resurgir de entre las cenizas. ¿De qué nos serviría una vida monótona, sin fin? El miércoles de ceniza nos recuerda que hay un fin, y que por ello hay que vivir bien la vida, reverdeciendo, dando cobijo y sombra, incluso ardiendo para dar calidez a quienes nos aman y amamos. Y entonces la vida tiene sentido. Entonces, solo entonces, se puede resurgir. Se puede resucitar. Solo la rama que sabe que hay cenizas entiende lo que es la vida, y eso le alcanzará la vida eterna. El poner ceniza sobre nuestra frente es solo un recuerdo de que hay un fin, de que hay cosas más importantes, de que la vida solo tiene sentido cuando da vida y esa vida dada se convierte en eterna. Por eso la ceniza es un signo, es como una «fecha de caducidad» que nos invita a «consumir antes» de que llegue. Es un signo que nos invita a convertirnos para vivir bien sabiendo que hay un fin. Coincide, además, este año, con una celebración que, si bien tiene mucho de comercial, alberga el anhelo de todo ser humano: el amor y la amistad. ¿Cómo compaginar la ceniza con el amor y la amistad? Porque el amor nos hace plenos. Sin amor seríamos solo cenizas. Mientras que el amor nos ayuda a trascender. ¿Quién no ha sentido consuelo en el amigo cuando experimentaba estar en el fondo? ¿Quién no necesita de la persona amada precisamente en los momentos que la oscuridad parece ganar?

¿Quién no se levanta de las cenizas precisamente cuando experimenta la cercanía del amor y la amistad? Y si esto se lo aplicamos a Dios, entonces se convierte en eterno. Porque el amor de Dios siempre nos da vida y nos impulsa a la vida. Y entonces el amor es más fuerte que la muerte y le da sentido a nuestras vidas. Al final, seguimos siendo polvo, pero polvo enamorado. Por eso, desde nuestra finitud nos movemos al amor y desde el amor valoramos la vida.

Memento homo, et vive!

@Noesov

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