/ viernes 17 de julio de 2020

La carabina de Ambrosio

A su llegada de la Sultana del Norte, comentó con agrado una de mis amistades, que lo que más le había agradado en su periplo, fue haberse percatado que la estatua ecuestre de López Portillo habían sido retirada del lugar que ocupaba, e incluso supo que había sido fundida para que de su material se hiciera algo de provecho.

Sabemos que dicha estatua fue un acto de lambisconería de Alfonso Martínez Domínguez, quien siendo gobernador de Nuevo León, hizo la estatua ecuestre para su presidente, que aunque costosa y no obstante que López Portillo no tenía nada de cabalgante, el aquél entonces gobernador, ordenó la erección de la estatua ecuestre “cuestrte lo que cuestre”.

Irónicamente quienes recibieron la plática satisfactoria de quien regresó de la ciudad de los cerros, indicaron que como muchas cosas que se hacen en varios gobiernos del país, el gasto realizado de esa estatua fue como la “Carabina de Ambrosio”, que equivale a una expresión con la cual se aplica a que fue un objeto inútil y que no sirvió para nada.

Esta expresión: “La Carabina de Ambrosio”, con la cual se significa que algo es inservible o de nula aplicación, data de hace bastante tiempo y existen varias versiones respecto a su origen.

Unos señalan que la frase se adoptó por Ambrosio el Sevillano, asaltante de caminos del siglo XIX, quien portaba una carabina sin pólvora, pero cargada de semillas de cáñamo, y así asolaba los caminos de aquella región española y las víctimas nunca supieron que con la carabina que amenazaba no podía hacerles el menor daño.

Pero otra versión indica que Ambrosio, el labriego sevillano, humilde y bondadoso trabajador conocido del lugar, quien cansado de las labores agrícolas y las dificultades de la labranza, decidió abandonar sus labores para dedicarse a salteador de caminos, actuando completamente sólo pero armado con su carabina, pero como su ingenuidad y candidez era sumamente notoria, a cuanto caminante detenía lo tomaban a broma, obligándolo a retirarse a su lugar, completamente indignado y a la vez mohíno, maldiciendo a su carabina por no asustar y no obtener respeto de quienes deseaba asustar.

También a fines del siglo XIX, se le impuso el nombre de “Carabina” a esa señorita de compañía que los padres de la refinada sociedad imponían a sus hijas para su cuidado y que se les tuviera el respeto adecuado cuando trataran con sus galanes o pretendientes.

A esta persona que los padres mandaban a que acompañaran a sus hijas o hijos, también se les dio el nombre de chaperón o chaperona, paje, carabina o velón, que es un adulto que supervisaba las actividades sociales de sus hijos, usualmente con la intención de prevenir interacciones sexuales o sociales inapropiadas, así como para evitar conductas ilegales.

Pero en un sinnúmero de casos, este acompañante resultó cómplice de quien cuidaba y al constatar la inutilidad de haber gastado en imponer un cuidador al hijo o hija, se razonaba que había resultado como la carabina de Ambrosio.

No obstante las versiones que existan respecto a la inutilidad de gastos realizados sin resultados positivos o de los cuales se haya obtenido provecho alguno, se sigue y seguirá invirtiendo y en innumerables cosas que podemos, de conformidad a lo que señalado, como la carabina de Ambrosio.