/ domingo 5 de mayo de 2019

La simulación hizo de las suyas en el desfile del primero de mayo

Cada primero de mayo me faroleo por la calle Cinco de Febrero, para observar a ciencia y paciencia, el paso del desfile que con motivo del Día del Trabajo se desarrolla, bajo la jactancia de los líderes, al exhibir ante su patrón el músculo que le engrosan sus ovejas y que bajita la mano y sin monear se le ofrece a Dios y a él.

Dicha costumbre ya la considero como una manda que religiosamente tengo que pagar. Aunque no niego que mi presencia y teléfono en mano le incomode a algunos líderes de la Sección 44, que al sentirse videograbados por la cámara de mi pequeño artefacto, no despistan su disgusto, el cual acompañan de una rabieta que les impulsa a esconder la cara, porque creen que es la única forma de defender al sindicato, de aquellos que consideran sus enemigos, porque no legitiman el botín que siempre han hecho de él.

Mi afición a la crónica descriptiva de los acontecimientos, no la mueve el morbo de la subjetividad, de la burla ni de la revancha, sino el interés de observar en vivo el espíritu cívico de los trabajadores que participan en dicho evento.

Desafortunadamente aunque quisiera yo, darle un matiz de dignidad a la investidura de los representantes y un peso serio a las demandas que portan los que sufren en carne propia la prevalencia eterna de los problemas. Cosa imposible de maquillar ante la entrega obvia de los líderes al entorno oficial, lo que delata por sí mismo la simulación de que son objeto las consignas que pululan por dicha pasarela.

De ahí que no quepa la menor duda que la desbandada o ausencia de la que este desfile fue víctima, es producto de la decadencia que acecha a las organizaciones sindicales, ya que marchar por su lado las organizaciones que aglutinan la verdadera y auténtica fuerza del trabajo, es una muestra de la inconformidad que por sí sola avasalla la simbología que representaba en el régimen laboral.

En base a dicha lectura, es muy fácil comprender la beligerancia muy abierta de las organizaciones que integran la burocracia, que son muy dadas a buscar el lado cómodo de las cosas y encaramarse en un espacio donde no lucen bien, pero que aprovechan al cien para exhibir las miserias de su liderazgo y exceso de vanidad.

De ahí la facilidad para deducir que el vacío que hicieron dichas organizaciones fuera cubierto por las dirigencias del SNTE, que esta vez no tuvieron empacho ni trabajo en sumarse a la parte oficial y desde ese punto balconearse como los apetecidos de la autoridad y simular una relación comprometida por los derechos de los trabajadores.

No se necesita ser adivino para deducir esta coincidencia entre líderes y gobierno, donde el guante de seda del segundo, sin duda sugirió a sus acompañantes, que sus bases esta vez no fueran rudas en manifestarse. Es decir que simularan ser prudentes y a cambio les daría la oportunidad de exhibirse cual mariposas monarcas posadas sobre las flores del poder.

El que entiende la verdadera responsabilidad de un liderazgo, encabeza la marcha y no debe abandonarla a la mitad por las migajas de un espacio, donde el aroma del poder por naturaleza rechaza el tufo de los ordinarios y donde a querer o no, se convierten en rehenes del patrón, y al mismo tiempo se fragua la idea del sospechosismo en los de abajo, donde queda en entredicho el ánimo de las demandas, al ser bloqueadas por la raya de lucimiento que ingenuamente pinta el dirigente.

¿Ahora con qué peso de representatividad se les cede a los líderes de la Sección 44 un lugar de distinción a la diestra del ejecutivo? Por su olor ovejuno, por su paciencia supina, por su tolerancia institucional, por su cortesanía medieval o por su figura avasallada por los grupos mercenarios, que cada uno vuela por su hebra y en aras de esa soltura presionan a las autoridades y de refilón exhiben a las dirigencias de las que se burlan y utilizan su anuencia para sangrar a la organización.

Por supuesto que no le apostamos a una mala relación, pero tampoco a una entrega descarada, bajo el pretexto de la celebración del Día del Trabajo. El ejecutivo gobierna para todos y en ese sentido no caben los prejuicios; pero en el caso de las dirigencias si deben mantener su distancia por mucho que les atraiga el glamour del poder y la tentación de probar la manzana envenenada.

De ahí la precaución política y el decoro sindical, para no incomodar la heterogeneidad de pensamiento que priva en cada uno de los agremiados.

Habla la experiencia de aquel dirigente sindical de la Sección 44, quien fuera distinguido con un reloj de oro, por cortesía del exgobernador José Ramírez Gamero, cuya prenda lo engolosinó y no supo guardar la discreción, al jactarse de dónde provenía y cuyo valor tenía que apreciar porque se trataba de una cortesía del gobernador que era su amigo y que ningún reclamo a su liderazgo pondría en riesgo su amistad con él.

Pasó el tiempo y efectivamente no se confrontó con el gobernador, pero sí con la base, que le perdió el respeto, por la beligerancia que prevalecía sobre el FOVI y lo mismo se está incubando en el caso de los quinquenios, donde se ha acudido a una serie de engañifas, que aportan poco a la credibilidad y confianza a los actuales líderes.

Pero retomando la logística del desfile, las cosas rayaron en lo absurdo, cuando las voceras y voceros que hablaron a nombre de todos, e ignominiosamente declararon que no están dispuestos a retroceder a los tiempos funestos de la confrontación, lo que dan por hecho, que pese a los grandes problemas que padece el magisterio, los buenos modos hacia el patrón prevalecerán, aunque haya mella en los derechos de los trabajadores.

Los que desafortunadamente pagan los platos rotos y no hay para donde se hagan. Y he ahí, las disidencias que les bastó un sí de pasada a todo lo que exigían. Por ejemplo, la Incapacidad Total y Permanente (ITP), cuya bandera enarboló el mandamás de la CNTE, a quien le fue suficiente un cabeceo afirmativo del ejecutivo, para que se diera por hecho la solución de dicho problema y diera retirada a sus ovejas.

De ahí que todo lo solicitado y concedido se sujetará a una mesa de negociación, donde los estandartes de las exigencias se enrollarán con el contenido de tres o cuatro plazas, a cambio de la seriedad y civilidad que simularon en retomar un asunto que ya no tiene reversa, dado el abuso comprobado de la venta de incapacidades y la ilegalidad de muchas.

Cada primero de mayo me faroleo por la calle Cinco de Febrero, para observar a ciencia y paciencia, el paso del desfile que con motivo del Día del Trabajo se desarrolla, bajo la jactancia de los líderes, al exhibir ante su patrón el músculo que le engrosan sus ovejas y que bajita la mano y sin monear se le ofrece a Dios y a él.

Dicha costumbre ya la considero como una manda que religiosamente tengo que pagar. Aunque no niego que mi presencia y teléfono en mano le incomode a algunos líderes de la Sección 44, que al sentirse videograbados por la cámara de mi pequeño artefacto, no despistan su disgusto, el cual acompañan de una rabieta que les impulsa a esconder la cara, porque creen que es la única forma de defender al sindicato, de aquellos que consideran sus enemigos, porque no legitiman el botín que siempre han hecho de él.

Mi afición a la crónica descriptiva de los acontecimientos, no la mueve el morbo de la subjetividad, de la burla ni de la revancha, sino el interés de observar en vivo el espíritu cívico de los trabajadores que participan en dicho evento.

Desafortunadamente aunque quisiera yo, darle un matiz de dignidad a la investidura de los representantes y un peso serio a las demandas que portan los que sufren en carne propia la prevalencia eterna de los problemas. Cosa imposible de maquillar ante la entrega obvia de los líderes al entorno oficial, lo que delata por sí mismo la simulación de que son objeto las consignas que pululan por dicha pasarela.

De ahí que no quepa la menor duda que la desbandada o ausencia de la que este desfile fue víctima, es producto de la decadencia que acecha a las organizaciones sindicales, ya que marchar por su lado las organizaciones que aglutinan la verdadera y auténtica fuerza del trabajo, es una muestra de la inconformidad que por sí sola avasalla la simbología que representaba en el régimen laboral.

En base a dicha lectura, es muy fácil comprender la beligerancia muy abierta de las organizaciones que integran la burocracia, que son muy dadas a buscar el lado cómodo de las cosas y encaramarse en un espacio donde no lucen bien, pero que aprovechan al cien para exhibir las miserias de su liderazgo y exceso de vanidad.

De ahí la facilidad para deducir que el vacío que hicieron dichas organizaciones fuera cubierto por las dirigencias del SNTE, que esta vez no tuvieron empacho ni trabajo en sumarse a la parte oficial y desde ese punto balconearse como los apetecidos de la autoridad y simular una relación comprometida por los derechos de los trabajadores.

No se necesita ser adivino para deducir esta coincidencia entre líderes y gobierno, donde el guante de seda del segundo, sin duda sugirió a sus acompañantes, que sus bases esta vez no fueran rudas en manifestarse. Es decir que simularan ser prudentes y a cambio les daría la oportunidad de exhibirse cual mariposas monarcas posadas sobre las flores del poder.

El que entiende la verdadera responsabilidad de un liderazgo, encabeza la marcha y no debe abandonarla a la mitad por las migajas de un espacio, donde el aroma del poder por naturaleza rechaza el tufo de los ordinarios y donde a querer o no, se convierten en rehenes del patrón, y al mismo tiempo se fragua la idea del sospechosismo en los de abajo, donde queda en entredicho el ánimo de las demandas, al ser bloqueadas por la raya de lucimiento que ingenuamente pinta el dirigente.

¿Ahora con qué peso de representatividad se les cede a los líderes de la Sección 44 un lugar de distinción a la diestra del ejecutivo? Por su olor ovejuno, por su paciencia supina, por su tolerancia institucional, por su cortesanía medieval o por su figura avasallada por los grupos mercenarios, que cada uno vuela por su hebra y en aras de esa soltura presionan a las autoridades y de refilón exhiben a las dirigencias de las que se burlan y utilizan su anuencia para sangrar a la organización.

Por supuesto que no le apostamos a una mala relación, pero tampoco a una entrega descarada, bajo el pretexto de la celebración del Día del Trabajo. El ejecutivo gobierna para todos y en ese sentido no caben los prejuicios; pero en el caso de las dirigencias si deben mantener su distancia por mucho que les atraiga el glamour del poder y la tentación de probar la manzana envenenada.

De ahí la precaución política y el decoro sindical, para no incomodar la heterogeneidad de pensamiento que priva en cada uno de los agremiados.

Habla la experiencia de aquel dirigente sindical de la Sección 44, quien fuera distinguido con un reloj de oro, por cortesía del exgobernador José Ramírez Gamero, cuya prenda lo engolosinó y no supo guardar la discreción, al jactarse de dónde provenía y cuyo valor tenía que apreciar porque se trataba de una cortesía del gobernador que era su amigo y que ningún reclamo a su liderazgo pondría en riesgo su amistad con él.

Pasó el tiempo y efectivamente no se confrontó con el gobernador, pero sí con la base, que le perdió el respeto, por la beligerancia que prevalecía sobre el FOVI y lo mismo se está incubando en el caso de los quinquenios, donde se ha acudido a una serie de engañifas, que aportan poco a la credibilidad y confianza a los actuales líderes.

Pero retomando la logística del desfile, las cosas rayaron en lo absurdo, cuando las voceras y voceros que hablaron a nombre de todos, e ignominiosamente declararon que no están dispuestos a retroceder a los tiempos funestos de la confrontación, lo que dan por hecho, que pese a los grandes problemas que padece el magisterio, los buenos modos hacia el patrón prevalecerán, aunque haya mella en los derechos de los trabajadores.

Los que desafortunadamente pagan los platos rotos y no hay para donde se hagan. Y he ahí, las disidencias que les bastó un sí de pasada a todo lo que exigían. Por ejemplo, la Incapacidad Total y Permanente (ITP), cuya bandera enarboló el mandamás de la CNTE, a quien le fue suficiente un cabeceo afirmativo del ejecutivo, para que se diera por hecho la solución de dicho problema y diera retirada a sus ovejas.

De ahí que todo lo solicitado y concedido se sujetará a una mesa de negociación, donde los estandartes de las exigencias se enrollarán con el contenido de tres o cuatro plazas, a cambio de la seriedad y civilidad que simularon en retomar un asunto que ya no tiene reversa, dado el abuso comprobado de la venta de incapacidades y la ilegalidad de muchas.