Un abogado de derecha, de familia influyente, iba por los bares de Granada jactándose de haber matado a Federico. Acabamos de matar a Federico García Lorca y el tiro de gracia se lo he dado yo, dicen que decía: Así mataron al poeta por “socialista, masón y homosexual”.
Juan Luis Trescastro Medina repetía la historia, el discurso remataba así: “Le he metido dos tiros en el culo a Lorca, por maricon” y era 18 de agosto de 1936, el poeta tenía treinta y ocho años. Hoy el mundo sigue sin saber exactamente dónde están sus restos, donde está el cuerpo desaparecido de Federico.
Que Federico era tan alegre que cuando llegaba no hacía frío ni calor, hacia Lorca. Que iluminaba cuando se sentaba al piano y cantaba imitando acentos andaluces, que le contestó la carta más hermosa y madura que he leído jamás a Miguel Hernández cuando este lo insultó desde una juventud de poeta herido e insolente.
Que Antonieta Rivas Mercado se sinceró con él y le contó sus tormentos amorosos con Vasconcelos a lo que Federico respondía con empatía, con el corazón en la mano.
El poeta no dudó nunca en manifestarse contra el fascismo, no dudó nunca en promover, la libertad del alma, esa que tenía que llegar con los libros. Aquel legendario discurso cuando inauguró la biblioteca de Fuente Vaqueros puede convertirse en una fuerte coartada: “Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada”.
Las criticas hacia Lorca se habían recrudecido en el contexto de tensión previo a la Guerra Civil. Aunque detestaba la política partidista y resistió la presión de sus amigos para hacerse miembro del partidista la presión de sus amigos para hacerse miembro del Partido Comunista, sufrió con vehemencia las arremetidas de los conservadores por su amistad con personalidades abiertamente socialistas como la actriz Margarita Xirgu o el ministro Fernando de los Ríos. La popularidad de Lorca y sus numerosas declaraciones contra las injusticias sociales le convirtieron en un personaje incómodo para la derecha.
“No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en maquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos (…)
“¡Libros! ¡Libros! Hacen aquí una palabra mágica que equivale a decir: ´amor, amor´ y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras (…) Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frio, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida”.
A pesar del paso del tiempo, siguen los asesinatos hacia la diversidad, la hipocresía civilizadora de la que no jactamos siempre encuentra la manera de recordarnos que somos un puñado de bestias con identificación oficial y que estaremos tranquillos mientras no peligre nuestra identidad, de lo contrario, ya se sabe.
Por esto te mataron, porque eras verdor en nuestra tierra árida y azul en nuestro oscuro aire, dice Cernuda en su poema a Lorca. No fue en vano, ahora nos recuerda que todos somos seres humanos y estamos en el mismo mundo. Es tiempo de descubrir que todos somos iguales en una misma sociedad.