/ lunes 9 de mayo de 2022

¡Los bancos así son!

Desafortunadamente nunca se ventilan las quejas sobre el mal servicio que prestan los bancos, porque los que tienen la voz para hacerlo son bien atendidos. No así, aquellos que sufren todo tipo de atropellos, por el hecho de no pertenecer a la casta dorada ni a la apertura de los medios.

En el período de la pandemia los bancos no dejaron de ganar, pese a que los usuarios comunes y corrientes fueron expuestos a las incomodidades más salvajes; ante las cuales no hubo la mínima preocupación de las instituciones bancarias, salvo aquellas que fueron para potenciarlas o en su defecto empeorarlas.

Y como se dice militarmente, para los de a pie jamás las cosas mejorarán, ya que dicho camino está bien trazado, para que los pobretones lo sigamos paso a paso y atorarnos, cuando los tarjetahabientes oro o diamante llegan y brincan sin el mínimo recato, el derecho de aquellos que horas y horas esperamos y que no podemos aspirar a que se nos atienda como a los otros, porque los bancos así son.

Lo anterior viene a colación, porque el 2 de mayo del año que transcurre, tuve la pésima idea de ocurrir a una sucursal del banco HSBC, ubicada en el mercado de abastos del bulevar Francisco Villa, donde duré de pie aproximadamente dos horas y media, donde la fila para atrás crecía y crecía, pero ni un paso hacia adelante.

Cuando llegué a la altura de los cajeros, ninguno tenía dinero, pero mi tormento se agudizó cuando en la ventanilla observé, que los que depositaban salían rápido; no así los que iban a retirar, ya que eran turnados a los ejecutivos. Cosa que viví en carne propia al solicitar el retiro de cierta cantidad, Teniendo así, que volver a empezar el turno en la lista de espera.

Situación que por supuesto agravó mi estado de ánimo, que de por sí ya estaba mal, pero llegó al extremo cuando la ejecutiva del módulo o cubículo número 1 tuvo la osadía de decirme que “el banco así era” dejándome con la palabra en la boca y el escozor de mi molestia, sin el atenuante de una explicación, mucho menos el ofrecimiento de una disculpa.

Desafortunadamente las cosas subieron de tono cuando supuestamente ya me iba a atender, pero mi error la hizo que explotara cuando intenté hacerle notar la pésima atención de toda la institución, lo que la sacó de sus casillas, contestándome airadamente que “no estaba ahí para atender reclamos y al solicitarme la credencial de elector, ésta se me deslizó de los dedos, cayendo sobre la cubierta del escritorio lo que consideró una grosería.

Total que la señora o señorita se cerró en la alegoría de sus finos modales y en la delicadeza de su piel delgada. De ahí que en lugar de atenderme dio órdenes al guardia de seguridad que pidiera la fuerza pública, para que me aprehendieran por faltas de respeto a su investidura de empresaria.

Desde luego que dicha experiencia me ilustró que la formación que poseen los empleados bancarios, es la de servir de rodillas a los de arriba y poner de rodillas a los de abajo y cuando éstos les reclaman sus pifias y fraudes, no les queda más que amedrentarlos con la ley del garrote.

Al referirme a las pifias y fraudes en que incurren los bancos; es operar irresponsablemente sin contar con los recursos económicos necesarios del día, lo mismo que los cajeros estén abiertos al público y no tengan fondos y lo peor, cuando los programan para que se traguen las tarjetas y así neutralizar a los cuentahabientes a disponer de su dinero.

Una vez mencionadas algunas de tantas anomalías, concluyo que dicho artículo no es para exhibir a la empleada de marras, sino para darle toda la razón, cuando me expresó que “los bancos son así”, porque debo reconocer que ella no está ahí para dar buena atención a los clientes, sino para defender las trácalas y rapacidades con las que a ella le pagan.


Desafortunadamente nunca se ventilan las quejas sobre el mal servicio que prestan los bancos, porque los que tienen la voz para hacerlo son bien atendidos. No así, aquellos que sufren todo tipo de atropellos, por el hecho de no pertenecer a la casta dorada ni a la apertura de los medios.

En el período de la pandemia los bancos no dejaron de ganar, pese a que los usuarios comunes y corrientes fueron expuestos a las incomodidades más salvajes; ante las cuales no hubo la mínima preocupación de las instituciones bancarias, salvo aquellas que fueron para potenciarlas o en su defecto empeorarlas.

Y como se dice militarmente, para los de a pie jamás las cosas mejorarán, ya que dicho camino está bien trazado, para que los pobretones lo sigamos paso a paso y atorarnos, cuando los tarjetahabientes oro o diamante llegan y brincan sin el mínimo recato, el derecho de aquellos que horas y horas esperamos y que no podemos aspirar a que se nos atienda como a los otros, porque los bancos así son.

Lo anterior viene a colación, porque el 2 de mayo del año que transcurre, tuve la pésima idea de ocurrir a una sucursal del banco HSBC, ubicada en el mercado de abastos del bulevar Francisco Villa, donde duré de pie aproximadamente dos horas y media, donde la fila para atrás crecía y crecía, pero ni un paso hacia adelante.

Cuando llegué a la altura de los cajeros, ninguno tenía dinero, pero mi tormento se agudizó cuando en la ventanilla observé, que los que depositaban salían rápido; no así los que iban a retirar, ya que eran turnados a los ejecutivos. Cosa que viví en carne propia al solicitar el retiro de cierta cantidad, Teniendo así, que volver a empezar el turno en la lista de espera.

Situación que por supuesto agravó mi estado de ánimo, que de por sí ya estaba mal, pero llegó al extremo cuando la ejecutiva del módulo o cubículo número 1 tuvo la osadía de decirme que “el banco así era” dejándome con la palabra en la boca y el escozor de mi molestia, sin el atenuante de una explicación, mucho menos el ofrecimiento de una disculpa.

Desafortunadamente las cosas subieron de tono cuando supuestamente ya me iba a atender, pero mi error la hizo que explotara cuando intenté hacerle notar la pésima atención de toda la institución, lo que la sacó de sus casillas, contestándome airadamente que “no estaba ahí para atender reclamos y al solicitarme la credencial de elector, ésta se me deslizó de los dedos, cayendo sobre la cubierta del escritorio lo que consideró una grosería.

Total que la señora o señorita se cerró en la alegoría de sus finos modales y en la delicadeza de su piel delgada. De ahí que en lugar de atenderme dio órdenes al guardia de seguridad que pidiera la fuerza pública, para que me aprehendieran por faltas de respeto a su investidura de empresaria.

Desde luego que dicha experiencia me ilustró que la formación que poseen los empleados bancarios, es la de servir de rodillas a los de arriba y poner de rodillas a los de abajo y cuando éstos les reclaman sus pifias y fraudes, no les queda más que amedrentarlos con la ley del garrote.

Al referirme a las pifias y fraudes en que incurren los bancos; es operar irresponsablemente sin contar con los recursos económicos necesarios del día, lo mismo que los cajeros estén abiertos al público y no tengan fondos y lo peor, cuando los programan para que se traguen las tarjetas y así neutralizar a los cuentahabientes a disponer de su dinero.

Una vez mencionadas algunas de tantas anomalías, concluyo que dicho artículo no es para exhibir a la empleada de marras, sino para darle toda la razón, cuando me expresó que “los bancos son así”, porque debo reconocer que ella no está ahí para dar buena atención a los clientes, sino para defender las trácalas y rapacidades con las que a ella le pagan.